· Ciudad del Vaticano ·

Al capítulo general de los Misioneros del Sagrado Corazón

Dejarse interpelar por las miserias y las injusticias del mundo

 Dejarse interpelar por las miserias y las injusticias del mundo  SPA-040
06 octubre 2023

«Los pobres, los migrantes, las muchas miserias e injusticias que en el mundo siguen renovándose nos interrogan con urgencia». Lo dijo el Papa Francisco a los Misioneros del Sagrado Corazón, recibiéndoles la mañana del 2 de octubre, en la sala clementina del xxvi capítulo general de su Instituto.

¡Queridos hermanos, buenos días y bienvenidos!

Saludo al Superior General y a todos vosotros, en este encuentro que se desarrolla durante el 26º Capítulo General de vuestro instituto.

El 8 de diciembre de 1854 el padre Jules Chevalier fundaba en Issudun, en Francia, los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, fundación a la que le seguirían en el tiempo las de las Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón y de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, a la que se agregan los asociados laicos, llamados Laicos de la Familia Chevalier.

Él os ha pensado desde el inicio como misioneros, comprometidos para dar a conocer el amor de Dios en el mundo para obtener de los hombres una respuesta de amor. Y es hermoso, en esta óptica, que hayáis elegido de haceros guiar, en el camino del Capítulo, del pasaje evangélico de Emaús (cfr Lc 24,13-35). De ello podemos derivar tres actitudes fundamentales, para reflexionar sobre vuestra identidad carismática y vuestro compromiso misionero: conocer el Corazón de Jesús a través del Evangelio; profundizar su mensaje en el compartir fraterno; anunciarlo a todos en la alegría de la misión.

Primero: conocer el Corazón de Jesús a través del Evangelio, es decir meditando la vida. Es ahí, de hecho, que Él todavía hoy sigue haciéndose nuestro compañero de viaje (cfr vv. 25-27). P. Chevalier amaba definir el Evangelio como libro “del Sagrado Corazón”, mientras invitaba a todos a contemplar la caridad con la que el Salvador se dejó tocar por toda pobreza, feliz de derramar la ternura y la compasión de su Corazón sobre los pequeños y los pobres, sobre los que sufren, sobre los pecadores y sobre todas las miserias de la humanidad. Por otro lado, la explicación de las Escrituras que Jesús ofrece a los discípulos de Emaús a lo largo del camino no es de tipo teórico: es el testimonio directo de Aquel que cumplió lo que dice, amando al Padre y a los hermanos hasta la cruz, recibiendo en su carne las heridas de los clavos y dejándose atravesar el Corazón por la pura caridad. El Resucitado, que se hace reconocer al partir el Pan, es Aquel que ha vencido a la muerte donando la vida, que ha mostrado a los hombres el amor del Padre amándolos sin medida con su Corazón divino y humano y que por esto ¡sabe decir palabras que hacen arder el pecho! Así se conoce el Corazón de Jesús: contemplando en el Evangelio su inmensa misericordia, como María, que vosotros veneráis con el título de “Nuestra Señora del Sagrado Corazón” y que sabe mostrarnos el Corazón de su Hijo precisamente porque «guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19). Esta es por tanto la primera invitación: conocer el Corazón de Jesús meditando el Evangelio. Y sobre esto, no tengáis miedo del silencio, ¡no tengáis miedo!

Para que esta fuerte experiencia pueda convertirse en luz para el camino, es necesario que pase también a través del enriquecimiento del compartir. Este es el segundo elemento: profundizar y comprender la Palabra en el compartir fraterno. En Emaús los discípulos, inmediatamente después de haber reconocido a Jesús, se interrogan unos a otros con estupor sobre lo que han vivido (cfr v. 32). Es una invitación también para nosotros a hacernos don el uno al otro de la maravilla que nace en el corazón cuando se encuentra al Señor. Antes de encontrarlo los dos compañeros discutían de fracasos y decepciones, ¡después exultan por haber visto al Resucitado! También en la vida de p. Chevalier compartir ha sido muy importante. En el seminario transmitió su fervor y sus sueños a algunos compañeros sensibles, que con un juego de palabras definía a los caballeros (chevaliers) del Sagrado Corazón. Y precisamente al volver a encontrar a uno de ellos después de años de alejamiento, animado por el mismo celo, vio el signo esperado para comenzar la fundación. Por eso, en el trabajo de este Capítulo, como en el discernimiento ordinario de vuestras comunidades, os invito también a poneros siempre en la base de todo y en primer lugar el compartir fraterno del vuestro encuentro con Cristo, en la Palabra, en los Sacramentos y en la vida. Así podréis afrontar también los problemas más acuciantes de forma constructiva. El compartir entre vosotros.

Y llegamos al último aspecto: el anuncio alegre en la misión. Los discípulos de Emaús salen sin demora, vuelven a Jerusalén y cuenta lo que ha sucedido (cfr vv. 33-35). Habéis elegido como lema para vuestros trabajos capitulares las palabras: “del ego al eco”, es decir de uno mismo a la casa común, a la familia, a la comunidad, a la creación. Es una expresión fuerte y un compromiso para el futuro, especialmente para el discernimiento sobre nuevos tipos de ministerios a los que abriros. Los desafíos no faltan: lo testimonian los mártires de vuestra congregación y los muchos ámbitos de caridad en los que ya habéis sido llamados a obrar en todos los continentes. Los pobres, los migrantes, las muchas miserias e injusticias que en el mundo siguen renovándose nos interrogan con urgencia. Frente a ellas, no temáis dejaros involucrar por la compasión del Corazón de Cristo; como decía vuestro fundador, consentidles amar a través de vosotros y de manifestar su misericordia a través de vuestra bondad. Y hacedlo con valentía, como hizo él – por ejemplo cuando, aún con fuerzas limitadas, aceptó la misión en Melanesia y Micronesia -, permitiendo a la ternura irresistible del Sagrado Corazón modelar, modificar y también alterar, si es necesario, vuestros planes y proyectos. Por favor, ¡no tengáis miedo de la ternura! El estilo de Dios se puede decir en tres palabras: cercanía, compasión y ternura. Dios es así: cercano, compasivo, tierno. Sed también así vosotros con los otros. Pero esta cercanía, esta compasión, esta ternura la recibiréis en el diálogo con Jesús. La oración es muy importante para llevar adelante esto. Sin oración las cosas no funcionan, no van bien.

¡Gracias, queridos hermanos, por lo que sois y por lo que hacéis! Seguid con entusiasmo vuestra obra. ¡Huid de la tristeza, que es la carcoma que arruina la vida personal y la vida consagrada! Esa tristeza que te lleva hacia abajo, no la buena tristeza del arrepentimiento, esto es otra cosa, sino esa tristeza cotidiana es una carcoma que arruina. Os bendigo de corazón. Y os pido que recéis por mí, porque lo necesito, ¡este trabajo no es tan fácil! Gracias.