En el vuelo que desde Marsella le llevó de regreso a Roma, el sábado 23 de septiembre, el Papa Francisco respondió, como es habitual en la conclusión de los viajes internacionales, a las preguntas que le dirigieron los periodistas acreditados. Introduciendo el coloquio, el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, dijo: «Gracias por tomarse este tiempo en el vuelo de regreso. Este ha sido un viaje particular en el que ha podido sentir también, como dijo Su Eminencia, todo el cariño de los franceses que vinieron a orar con usted». A continuación, publicamos integralmente las palabras de Pontífice.
Papa Francisco - Buenas noches y muchas gracias por su trabajo. Antes de que se me olvide, quisiera decir dos cosas. Hoy creo que es el último vuelo de Roberto Bellino porque se jubila. Gracias, gracias, muchas gracias. Lo segundo, es que hoy es el cumpleaños de Rino, el inefable Rino [Anastasio]. Démosle un aplauso. Hagan ahora con mucho gusto sus preguntas.
Raphaelle Schapira [France Télévisions] Buenas noches, Santidad. Usted inició su pontificado en Lampedusa, denunciando la indiferencia. Diez años después pide a Europa que sea solidaria. Lleva diez años repitiendo el mismo mensaje. ¿Eso significa que usted ha fracasado?
Yo diría que no. Yo diría que el crecimiento ha sido lento. Hoy existe conciencia sobre el problema migratorio. Hay conciencia. Y también hay una conciencia de cómo es algo que ha llegado a un punto... como una “papa caliente” que no se sabe cómo tomarla.
Angela Merkel dijo una vez que esto sólo se soluciona yendo a África y resolviéndolo en África; elevando el nivel de los pueblos africanos. Pero ha habido casos que son malos. Casos muy malos. Donde los inmigrantes, tratados como juego de ping pong, eran rechazados y devueltos. Y se sabe que muchas veces acaban en campos de concentración, acaban peor que antes.
He seguido la vida de un joven, Mahmoud, que paró ahí e intentaba salir, y al final se ahorcó. No lo logró porque no podía tolerar esta tortura. Les dije a ustedes que leyeran aquel libro, Fratellino, Hermanito. Las personas que vienen son vendidas, primero. Luego les quitan el dinero para pagar. Después, las obligan a llamar por teléfono a la familia para que envíen más dinero. ¡Pobrecitos! Es una vida terrible.
He escuchado a uno que fue testigo de esto. En la noche, al momento de embarcar, se dio cuenta de que la embarcación era tan endeble y tan insegura, que ya no quería abordarla. Y, luego, “pum, pum”; se terminó la historia. Es el reino del terror. Sufren no sólo porque necesitan salir, sino porque allí reina el terror. Son esclavos. Y nosotros, sin ver las cosas, no podemos mandarlos para atrás como si se tratara de jugar ping pong. No.
Por eso vuelvo a insistir en el principio de que los inmigrantes deben ser acogidos, acompañados, promovidos e integrados. Si tú no puedes integrarlo en tu país, entonces acompáñalo e intégralo en su país, pero no lo dejes en las manos de esos crueles traficantes de personas.
En la actualidad, el drama de los migrantes es este: que nosotros los echemos y caigan en manos de estos desgraciados que les causan tanto daño. Los venden, los explotan. Esta gente sólo trata de salir.
Hay algunos grupos de personas que se dedican a salvar gente en el mar. Invité a uno de ellos a participar en el Sínodo, el que es jefe de Mediterranea Saving Humans. Estas personas te cuentan historias terribles.
En mi primer viaje, como usted dijo, fui a Lampedusa. Las cosas en verdad han mejorado. Hoy existe más conciencia. En aquel entonces no se sabía. Tampoco nos decían la verdad. Recuerdo que en Santa Marta había una recepcionista etíope, hija de etíopes. Conocía el idioma. Y seguía mi viaje por televisión. En Lampedusa había una persona, un pobre etíope que me explicaba las torturas y estas cosas. Y el traductor ―me contó ella― dijo sólo mentiras, decía lo que el otro hombre no había dicho, endulzó la situación. Es difícil tener confianza.
Muchos dramas. Ese día que estuve allí me dijeron: “Mira a aquella mujer” ―era un médico―, “mira a aquella mujer”. Andaba entre los cadáveres viéndoles los rostros porque buscaba a su hija; a la que no había encontrado.
Estos dramas... A nosotros nos hace bien que nos hagamos cargo. Nos hará más humanos y, por tanto, también más divinos. Es un llamado. Cómo quisiera que fuera como un grito: ¡Prestemos atención! ¡Hagamos algo!
La conciencia ha cambiado, verdaderamente. Hoy hay más conciencia. No porque yo haya hablado, sino porque la gente se ha dado cuenta del problema. Mucha gente habla de ello.
Fue mi primer viaje. Y allí sentí algo interior, misterioso. Ni siquiera sabía dónde quedaba Lampedusa; aunque había oído historias. Luego, leí algo al respecto y en la oración escuché: ¡Tú debes ir ahí! Como si el Señor me hubiese llevado hasta allí. Mi primer viaje.
Clément Melki [Agence France-Presse (AFP)] - Buenas noches, Santo Padre, usted se reunió con Emmanuel Macron esta mañana, después de que expresara su desacuerdo con la eutanasia. El gobierno francés se dispone a aprobar una controvertida ley sobre el final de la vida. ¿Nos podría decir qué le dijo al presidente francés al respecto, y si cree que podría hacerlo cambiar de opinión?
Hoy no hemos hablado de este tema, sino que lo hablamos en la otra visita, cuando nos encontramos; y hablé claramente de esto cuando vino al Vaticano. Le dije mi opinión, clara: con la vida no se juega, ni al principio ni al final. Con ella no se juega. Y no es mi opinión, sino que es custodiar la vida, ¿sabes? Porque entonces acabas en esa política del no-dolor, de una eutanasia humanista. Sobre esto quisiera repetir mi invitación a leer un libro, es de 1907, una novela, se llama “El Señor del Mundo”, The Lord of the World o The Lord of the Earth (tiene los dos títulos), el autor es Robert Benson, es un escritor que habla del futuro, muestra cómo serán las cosas al final. Se eliminan todas las diferencias, y también se eliminan todos los dolores; y la eutanasia es una de estas cosas: la muerte dulce, la selección antes de nacer. El libro nos muestra cómo este hombre había previsto los conflictos actuales. Hoy tenemos cuidado con las colonizaciones ideológicas que arruinan la vida humana y van en contra de la vida humana.
Hoy se borra la vida de los abuelos, por ejemplo; cuando la riqueza humana pasa a través del diálogo entre abuelos y nietos. Se los borra: son viejos, no sirven.
Con la vida no se juega. Esta vez no hablé de esto con el presidente, pero la última vez sí, cuando vino y le dejé saber mi opinión: con la vida no se juega. Sea por la ley de no dejar crecer al niño en el vientre de la madre, o por la ley de la eutanasia en la enfermedad o en la vejez. Y no digo que rechazar la eutanasia se trate de una opción de fe, no; es una cosa humana, humana. Ésta [la eutanasia] sería una fea forma de compasión. Actualmente la ciencia ha venido a hacer menos dolorosas algunas enfermedades dolorosas y las acompaña con mucha medicina. Pero con la vida no se juega; no se juega.
Javier Martínez Brocal [ABC] - Santo Padre, gracias por responder a las preguntas, por este tiempo que nos dedica, por este camino tan intenso y rico en contenidos. Hasta el último, usted ha hablado de la situación Ucrania. El cardenal Zuppi acaba de regresar de Beijing. ¿Hay avances en esta misión? ¿Al menos en la cuestión humanitaria del regreso de los niños? Luego, una pregunta un poco dura: ¿Cómo vive usted, personalmente, el hecho de que esta misión no haya logrado hasta ahora ningún resultado concreto? Usted en una audiencia habló de frustración. ¿Siente frustración? Gracias.
Esto es verdad, se siente cierta frustración, porque la Secretaría de Estado está haciendo todo lo posible para ayudar en esto. Incluso la “misión Zuppi” ha ido hasta allí. Pero hay algo en relación a los niños que va por buen camino. ¡Pero esta guerra! ―pienso es también un poco interesada. No se trata sólo de la cuestión del problema ruso-ucraniano, sino también de la venta de armas, del comercio de armas. Alguien me decía hace unos meses que actualmente las inversiones que más ingresos generan son las fábricas de armas, es decir, las fábricas de muerte. El pueblo ucraniano es un pueblo mártir, con una historia muy atormentada, una historia que hace sufrir. No es la primera vez; en tiempos de Stalin sufrieron mucho, mucho, mucho; es un pueblo mártir. Pero no debemos jugar con el martirio de este pueblo, sino que tenemos que ayudarlos a resolver las cosas de la mejor manera posible, lo más real y posible. En las guerras lo real es lo posible; no podemos hacernos la ilusión de que mañana los dos líderes en guerra se sentarán a comer juntos. Pero en la medida de lo posible, hay que ver a dónde llegamos. Ahora he visto que algún país se echa para atrás, que ya no quiere dar armas, y se inicia el proceso en el que el mártir será seguramente el pueblo ucraniano. ¡Y esta es una cosa terrible!
Antes de concluir quisiera volver al primer tema, el viaje. Marsella es una civilización de muchas culturas, de muchas culturas.
Es un puerto de migrantes. Un tiempo migraban hacía Cayena; desde ahí salían los condenados a prisión en Cayena.
El arzobispo [de Marsella, ndr] me ha regalado Manon Lescaut para recordarme esa historia. Pero Marsella es una cultura del encuentro. Como ayer, en el encuentro con representantes de diversas confesiones ―conviven musulmanes, judíos, cristianos― se realiza la convivencia; es una cultura de la ayuda. Marsella es un mosaico creativo, es esta cultura de la creatividad; un puerto que es un mensaje para Europa: Marsella acoge. Marsella acoge y respeta, realiza una síntesis sin negar la identidad de ningún pueblo. Necesitamos volver a pensar en este problema para las otras localidades: la capacidad de acoger.
Y volviendo a los migrantes, son 5 los países que sufren [por la llegada de] muchos migrantes; sin embargo, en algunos de estos países hay pueblos vacíos. Pienso en un caso concreto que conozco, hay un pueblito donde viven menos de 20 personas mayores y nada más. Por favor, que estos pueblos pequeños hagan un esfuerzo para integrar. Necesitamos mano de obra, Europa la necesita. Las migraciones bien realizadas son una riqueza, son una riqueza. Pensemos en esta política migratoria, para que sea más fructífera y nos ayude mucho.
Y como el viaje es corto, ahora viene la cena, y también la fiesta por el cumpleaños de Rino y la despedida de Roberto. Entonces, lo dejamos hasta aquí. Muchas gracias por su trabajo y sus preguntas. Y a seguir adelante, hasta el próximo viaje.