Fabio Colagrande, que lo ha escrito, advierte en la portada que Le favolose avventure di Sinodino (Ancora ed.), (Las fabulosas aventuras de Sinodino) son “crónicas fantásticas de las vicisitudes de un impertinente que quiere despertar al Sínodo”. Y en veinte escenas teatrales relata las incursiones de un pequeño bautizado al que poco a poco define como impertinente, descarado, provocador travieso, saboteador pícaro, petulante, desvergonzado y entrometido en el camino sinodal del que quiere comprobar “su buena marcha”. En el papel de “pequeño alborotador descarado”, Sinodino se cuela también en la mesa redonda sobre las mujeres, “un imperdible momento de debate sobre uno de los temas más candentes y debatidos de la eclesiología contemporánea: el papel de la mujer en el camino sinodal y en el de la Iglesia futura”.
Cosas serias, como es el libro. “Siempre divertido, incluso conmovedor al final”, pero “siempre muy, muy serio, diría dramáticamente serio”, escribe en el prólogo el director del Osservatore Romano, Andrea Monda. Después de todo, Monda siempre cita a G.K. Chesterton, “lo contrario de gracioso no es serio, sino no-divertido, aburrido”. Así, Sinodino acude al debate sobre la cuestión de las mujeres en la Iglesia e inmediatamente se topa con un problema antiguo, que ni siquiera cuando se habla de ellas, las mujeres están llamadas a intervenir.
“En los grandes carteles colgados por todas partes, en la entrada de la universidad y en la sala de conferencias, destacan los rostros de mujeres, religiosas y laicas, que han hecho la Historia de la Iglesia, reciente y pasada. Al escudriñar sus rostros marcados por el sufrimiento debido a la discriminación que han sufrido, (pero al mismo tiempo llenos de la determinación y el coraje necesarios para oponerse primero débilmente y luego cada vez más decididamente al poder excesivo del chovinismo clerical), se intuye que es la hora de una afirmación definitiva de las mujeres en los papeles de responsabilidad que cuentan en la cima de las estructuras eclesiales”.
La entrada de Sinodino en escena es hilarante (y seria). El moderador se prepara “con especial placer” para presentar “a los eminentes conferenciantes que han aceptado medirse esta tarde en debate sobre un tema tan urgente como arduo, tan discutido como necesitado de un análisis más profundo, tan sincero como opuesto, tan fascinante como complejo...” a lo que Sinodino replica: “¡Pero si son todos hombres!”.
Se hace el hielo en la sala, escribe Colagrande: “Por desgracia, así es exactamente. En la mesa se sientan amenazadoramente el cardenal Pierre Masculin, rector emérito de la universidad; el ilustre eclesiólogo profesor Angusto Omaccioni; y el biblista don Gilberto Virali. Y, casi al borde de la mesa, en un taburete, está la profesora de pastoral familiar, sor Lina Donnini”. A esto le siguen protestas de las mujeres. Aunque no todas, porque una señora asegura que “todo es culpa de ese niño entrometido”. Los hombres guardan silencio. Aunque no todos, porque hay un obispo que dice, “¡El niño dice la verdad!”, en respuesta a otro obispo que les recuerda “que no tenían que haber invitado a mujeres”.
Sor Lina Donnini superando su timidez, agarra el micrófono: “Pero el niño no está del todo equivocado... Aquí en la mesa sois casi todos hombres... No quería decirlo, pero lo encuentro un poco vergonzoso...”. Pero la habitual señora la increpa: “¿Pero vergonzoso por qué? Da vergüenza usted con esos comentarios”. “¡Cállese, monja! ¡Vaya a lavar los platos a la cocina!”, le espeta el seminarista que está cerca de la puerta. Y aquí los lectores y las lectoras, si lo desean, podrán reflexionar sobre lo que a veces se pide a las religiosas.
Porque los temas, los espacios, los lugares y los personajes contados en el delicioso libro de Colagrande, - que trabaja en Radio Vaticano - Vatican News como corresponsal del Vaticano, locutor y hoy también podcaster desde 1994 -, son actuales y debatidos; y los protagonistas, aunque no sean reales, son plausibles. Fantasía, pero también actualidad. Sinodino, llamado así por sus padres, “fanáticos del Concilio”, trata sobre clericalismo, parroquias, movimientos, iglesias vacías, fieles distraídos, caridad y misericordia… Un Sínodo con todo lo que supone: escucha, diálogo y debate. Y así, llega hasta la Casa Santa Marta, hasta el apartamento papal. No se encuentra con el Papa, pero halla una nota con un mensaje: “También el rebaño tiene su propio don para encontrar nuevos caminos. Gracias Sinodino. ¡Sigue haciendo ruido! Tuyo Francesco”.