· Ciudad del Vaticano ·

MUJERES IGLESIA MUNDO

Testimonios

De distintos continentes

 Dai continenti  DCM-009
30 septiembre 2023

Las mujeres fueron las grandes protagonistas de los trabajos preparatorios del Sínodo mostrándose muy activas a la hora de plantear cuestiones para el debate. Recogemos aquí los testimonios de algunas de ellas, de diferentes continentes, a quienes hicimos dos preguntas:

1) ¿Cuál fue el tema más importante que la aportación y la reflexión sobre y por las mujeres ha puesto de relieve a nivel continental?

2) ¿Qué temas propuestos sobre y por las mujeres merecerían una mayor consideración universal en el futuro?

América Latina - Daniela Cannavina

De nacionalidad argentina, religiosa capuchina de Madre Rubatto, trabaja en Bogotá como Secretaria General de la CLAR, la Confederación Latinoamericana de Religiosos y Religiosas. Trabajó para el Sínodo de la Amazonia y para la primera Asamblea Eclesial de América Latina. En el Sínodo está entre los Expertos y Facilitadores.

Imperativo permitir a las mujeres participar y formar parte de los ámbitos de decisión

El camino continental en clave sinodal de América Latina y el Caribe, con la escucha promovida en diferentes escenarios, ha llevado a las mujeres a reflexionar y discernir mediante el método de la conversión espiritual. Entre los principales temas destaca la necesidad de valorar a la mujer y tener en cuenta su contribución a la vida eclesial, así como favorecer su mayor protagonismo y su mayor asunción de responsabilidades. Teniendo en cuenta que la presencia de las mujeres es mayoritaria en la Iglesia, es imperativo permitirles participar y formar parte de los ámbitos de toma de decisión.

Pensando en el futuro, es urgente renovar las estructuras eclesiales para asegurar que las mujeres sean más valoradas y se les confíen roles importantes, no solo en la realización de actividades concretas, sino también en los procesos de evangelización y en los órganos eclesiales, resaltando así su papel como protagonistas en la acción evangelizadora de la Iglesia. Es necesario también profundizar su contribución en la reflexión teológica, en el asesoramiento pastoral, en el acompañamiento de las comunidades y en los ámbitos de desarrollo y toma de decisiones. Muchas voces consideran urgente la institución del diaconado femenino, teniendo en cuenta lo que se vive en distintas comunidades. Todo esto presupone un proceso de conversión dentro de la Iglesia que conduzca a la superación del clericalismo y el machismo que mantienen a las mujeres en un estado de inferioridad e invisibilidad.

Oriente Medio - Sandra Chaoul

Libanesa y economista social de formación, es Facilitadora y Directora de la Comunidad de Acompañamiento en el Discerning Leadership Program (en Roma). Se trata de un proyecto de la Asociación Internacional de las Universidades Jesuitas con la Oficina de Discernimiento y Planificación Apostólica de la Curia General, la UISG y la USG. Forma parte de los Expertos y Facilitadores del Sínodo.  

Tensiones sobre la cuestión de la ordenación femenina. Se necesita mayor discernimiento

Desde el inicio del encuentro continental, las mujeres mostraron una gran apertura al proceso de escucha, estableciendo un tono colaborativo en la asamblea e invitando a un mayor sentido de presencia. Sus contribuciones a la comisión litúrgica aportaron creatividad, profundidad espiritual y un sentido de belleza. Tanto las religiosas como las laicas mostraron una empatía natural por los temas discutidos en sus pequeños grupos. Fue conmovedor verlas entablar conversaciones sinceras con sacerdotes y patriarcas. En sus intervenciones las mujeres casi siempre reiteraron su interioridad, el papel de la oración y la invitación a la Iglesia a abrirse más al Espíritu Santo, a ser una Iglesia alegre, que escucha y acompaña y que trae esperanza en un contexto lleno de sufrimiento. Echando la vista atrás, hubo algunos momentos críticos en el proceso en los que las mujeres sabiamente afirmaron que el cambio en la Iglesia no ocurrirá de la noche a la mañana y que la sinodalidad no es una varita mágica. Su capacidad de “estar con” y confiar en lo que está sucediendo ha sostenido el esfuerzo de caminar juntos, especialmente cuando surgieron tensiones o hubo una clara intención de evadir algunos temas delicados.

Un tema central que surgió de las mujeres, y que merece ser profundizado en el futuro, fue la importancia de una formación integral sobre la sinodalidad. Las participantes expresaron también la necesidad de promover el discernimiento espiritual a nivel individual y colectivo, no simplemente como método, sino como forma de ser. Sugirieron ofrecer a todos los niveles, para consagradas y laicas, experiencias formativas que no sean solo “informativas” sino también “transformadoras”, es decir, capaces de promover un cambio de mentalidad y de corazón. Esta formación ayudará a desarrollar la capacidad crítica de la Iglesia para revisar y renovar sus prácticas y la forma en que asumen la responsabilidad y el poder, a la luz del Espíritu.

La cuestión de la vocación y el papel de la mujer en la Iglesia estuvieron presentes en las conversaciones como trasfondo. Si bien ha habido un consenso general sobre la importancia de reconocer el papel de las mujeres en la vida de la Iglesia y trabajar para promover su mayor participación en las funciones de gobierno y los procesos de toma de decisiones, la cuestión de la ordenación de las mujeres ha generado tensiones en la asamblea plenaria, revelando la necesidad de un mayor discernimiento sobre lo que significa corresponsabilidad y participación en nuestros diferentes contextos.

Otro tema recurrente fue el deseo de autenticidad y de una mayor fidelidad al estilo de vida evangélico. Cuando se presentaron los informes de las Iglesias de Medio Oriente, en distintos momentos en pequeños grupos se hizo un llamamiento a mantener una valiente fidelidad a las voces del Pueblo de Dios. Los participantes, en su mayoría mujeres, mostraron su voluntad de salvaguardar la integridad del trabajo de consulta, recordando amablemente la tentación de escribir bonitos informes apartados de la realidad. Muchas voces han llamado a la autoridad eclesial a ser honesta y transparente sobre el camino recorrido como Iglesia y cómo estamos llamados a la conversión. En palabras de una participante que cuenta los resultados de su pequeño grupo: “Somos una Iglesia humana encarnada en una realidad humana, una Iglesia que soporta el sufrimiento y la fragilidad pero que fija constantemente su mirada en Cristo. Solo volviendo a las fuentes podremos, como Iglesia, renovarnos y dejar florecer la esperanza”.

Nuestra experiencia vivida demuestra que caminar juntos no siempre es fácil. Es difícil y se siente vulnerable cuando se ingresa al proceso “sin nada para el viaje”, sin agenda personal, sin necesidad de controlar el resultado y sin necesidad de defender, proteger o reformar. Pero si hay algo que la experiencia sinodal nos está ayudando a ver es que, en medio de la tentación de endurecernos, de ceder a la alteridad, de desconectarnos o de silenciar nuestras voces y las de los demás, también estamos redescubriendo la alegría de caminar junto al Señor. Estamos aprendiendo a lo largo del camino la bondad y la valentía del Espíritu, y lo que significa ser Iglesia.

Norteamérica - Barb Dowing

Canadiense y primera mujer nombrada canciller de la diócesis de Vancouver, es actualmente asistente especial del arzobispo. Ha formado parte del equipo de redacción norteamericano para la fase continental del Sínodo.

Determinar si realmente existe una división entre hombres y mujeres y comprender su magnitud será una cuestión importante que habrá que abordar

El tema más importante destacado a nivel continental, al menos en América del Norte, fue la necesidad de una investigación, un diálogo y una búsqueda de la verdad más profunda sobre todas las cuestiones que afectan a las mujeres. Teníamos que trabajar con lo que ya se había presentado, pero aún quedaban muchas cosas por decir. El desafío era prestar atención a las preocupaciones de las mujeres y priorizarlas a partir de lo ya presentado y, al mismo tiempo, sacar adelante y dar credibilidad al proceso.

A nivel continental, he percibido una gran división al hablar de las aportaciones y reflexiones de las mujeres. Algunos creían que las voces de las mujeres deberían escucharse más atentamente, sobre todo, cuando se examina la cuestión del liderazgo y el hecho de que a las mujeres se les debería permitir el acceso al diaconado y al sacerdocio. También se observó que las mujeres y sus problemas eran analizados de la misma manera que los de las minorías, los grupos más desfavorecidos, los pobres y los indigentes.

¿Cuánto se escucharon esas voces? ¿Eran muchas o pocas? Determinar si realmente existe una división y comprender su magnitud será una cuestión importante que habrá que abordar. Los delegados deberán escuchar atentamente al Espíritu Santo. Escuchamos a mujeres, de opiniones dispares, coincidir en la necesidad de atención y consideración específicas. El Sínodo de los Obispos se enfrenta a una gran oportunidad de abordar todos los aspectos de la presencia de las mujeres en la Iglesia y examinar estas cuestiones con valentía y fe, para el bien de todos.

Se menciona en muchas ocasiones el clericalismo cuando se aborda la falta de progreso de las mujeres en roles de liderazgo. Gran parte de lo que no se ha dicho es una realidad que se perpetúa. Algunos temen que la Iglesia dominada por hombres se vea amenazada y el status quo sea cuestionado. Aunque se están logrando grandes avances para las mujeres en la Iglesia, nada cambiará realmente hasta que hombres y mujeres confíen unos en otros y trabajen juntos, haciendo uso de sus propias habilidades y carismas, y cada uno apreciando verdaderamente los dones de los demás. También se hizo hincapié en la corresponsabilidad y cómo la sinodalidad puede fomentarla. Si es cierto que hay muchos clérigos que conocen y han experimentado la colaboración entre mujeres y hombres, también es cierto que hay miles que no están interesados ​​en el tema. Todavía queda mucho trabajo por hacer.

África - Ester Maria Lucas

Religiosa Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl en Mozambique y docente de Teología dogmática en el seminario mayor de Teología de Maputo, en Mozambique. En el Sínodo está entre los Testimonios del proceso sinodal en las asambleas continentales.

Reflexionar sobre el papel de todos los marginados en la Iglesia y por la Iglesia

“La propuesta de reflexionar sobre el modo de vivir y de ser Iglesia responde a la sed de contribuir al crecimiento eficaz de la Iglesia en su misión de llevar a Cristo al mundo. Hasta ahora, es decir, hasta la fase actual de la experiencia del Sínodo sobre la sinodalidad, ha habido muchos éxitos y aspectos positivos. La sensibilización sobre la sinodalidad está vinculada a la misión común de los bautizados, la evangelización”.

Para los cristianos de África, la imagen de la Iglesia como Familia de Dios supone una valiosa ayuda para pensar en la sinodalidad y la ministerialidad. Una Iglesia sinodal es una Iglesia abierta y plural, que abre sus brazos para acoger a cuantos lo desean y también a cuantos permanecen fuera, tanto voluntariamente como por otras circunstancias. La Iglesia permanece siempre con las puertas abiertas. La misión de una Iglesia sinodal es indicar al Salvador, señalar caminos y recordar que la acogida en el corazón de Dios y de la comunidad de los discípulos va precedida del anuncio del Reino: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca, arrepentíos y creed en el Evangelio” (Marcos 1, 15). Abrir la familia de Dios significa acoger y dar espacio a quienes se sienten marginados. El diálogo con quienes se sienten alejados de la familia o ignorados por ella es una urgencia prioritaria en una Iglesia sinodal.

La cuestión por la que todos siguen rezando y trabajando es cómo la Iglesia, familia de Dios, puede y debe resultar un espacio abierto a todos y capaz de acoger sin juzgar. ¿Cómo podemos expresar concretamente la acogida de todas las situaciones de marginación sacramental o de otro tipo? ¿Qué caminos debemos tomar para que quienes se sienten marginados comprendan que la Iglesia no los rechaza, sino que les ofrece un espacio para vivir en plenitud? ¿Esa sinodalidad anima a la Iglesia a caminar junto con todos los creyentes? ¿Y qué hemos ignorado? Entre los elementos positivos, destaca la creciente conciencia de que la familia humana es una institución importante en la promoción de la Iglesia. En sociedades que deben afrontar los desafíos de la desfiguración del concepto de familia, la pastoral de la familia y el cuidado de la familia y de todas las generaciones que la componen son urgentes. Una teología del cuidado, aplicada a la familia, puede ayudar a sanar las muchas heridas que las relaciones entre los seres humanos pueden dejar en unos y en otros. Una Iglesia sinodal debe cuidar las relaciones humanas para preservar el espíritu de compromiso mutuo, propio del espíritu sinodal, que ayudará a todos a vivir su fe con confianza y alegría.

Otro tema importante de discusión es el papel de la mujer en una Iglesia sinodal. Retomar el tema de la mujer en la Iglesia, familia de Dios, es un camino indispensable. En África la Iglesia tiene un rostro femenino porque las comunidades cristianas de base están compuestas en gran medida por mujeres y jóvenes. Por eso, reflexionar sobre el lugar y el papel de las mujeres y de todos los marginados en y para la Iglesia es fundamental en esta etapa de reflexión sinodal. Las reflexiones actuales indican un camino de reconocimiento mutuo, un proceso común porque entre los bautizados “ya no hay judíos ni griegos, ya no hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Carta de Pablo a los Gálatas 3, 28). La Iglesia sinodal es una Iglesia de servicios y carismas reconocidos al servicio de todos. La Iglesia sinodal está llamada a una sana articulación de servicios y carismas entre sus hijos e hijas, dado que todos pueden servir, cada uno según el don del Espíritu Santo.

La Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha la Palabra y el Espíritu, lo que garantizará la fidelidad al hoy de Dios y de la humanidad. Concluyo diciendo que la expectativa que alimenta el pueblo de Dios es que el Espíritu haga nuevas todas las cosas y que la asamblea sinodal de los obispos en Roma sea el nuevo cenáculo desde donde el Espíritu enviará al mundo a los discípulos del Resucitado.

África - Nora K Nonterah

Miembro del departamento de estudios religiosos de la Facultad de Ciencias Sociales, Colegio de Ciencias Humanas y Sociales, Universidad de Ciencia y Tecnología Kwame Nkrumah, Ghana, África occidental. En el Sínodo se encuentra entre los Testimonios del proceso sinodal en las asambleas continentales.

Violencia de género, abuso sexual, tutela de menores y formación de calidad

África acogió con entusiasmo la invitación del Papa Francisco a entablar conversaciones, consultas y encuentros para renovar un aspecto clave del ser Iglesia. Aunque esa escucha no fue fácil, hubo un profundo reconocimiento del valor de la sinodalidad, especialmente porque se encuentra en armonía con la sabiduría indígena expresada en conceptos africanos como Palaver, Baraza y Jamaa (familia) (Laurenti Magesa, en A Pocket Companion to Synodality: Voices from Africa, African Synodality Initiative, 2022) Además, a nivel continental, la Iglesia en África se ha identificado con el concepto clave de sinodalidad como participación. Este último pide un resurgimiento de la copropiedad y la corresponsabilidad en la misión y la vida de la Iglesia y subraya la importancia de entablar un diálogo.

Las mujeres han participado en los debates continentales a través de varias plataformas como la African Synodality Initiative (ASI) grupos de trabajo y equipos de preparación y también participando en la celebración continental del sínodo en Addis Abeba. Basándome en mi participación en las fases continentales del sínodo en África, aquí están las preocupaciones de y sobre las mujeres a través de reflexiones y contribuciones expresadas por y sobre ellas.

A nivel continental, los resúmenes surgidos de las conferencias episcopales, las publicaciones y actividades del ASI y y las conversaciones mantenidas en los encuentros de Addis Abeba dan testimonio de las contribuciones y reflexiones de las mujeres en el proceso sinodal en África. De hecho, se podría decir que, en el espíritu de la sinodalidad, a las mujeres se les ha dado su lugar para discutir, contribuir y ofrecer sugerencias sobre distintos aspectos de la Iglesia. Aunque las aportaciones de las mujeres no se limitaron a temas de mujeres, hubo un claro interés en hablar de temas específicamente de mujeres.

En resumen, se podría afirmar que el tema central de las reflexiones sobre las mujeres a nivel continental es la corresponsabilidad. Está claro que se necesitan sistemas de gobernanza más inclusivos para que la sabiduría, la experiencia, la fe, la resiliencia y las capacidades de las mujeres se aprovechen plenamente para la misión de la Iglesia. Las mujeres argumentaron que esto no es algo nuevo en la Iglesia, como lo demuestra el papel de María, la madre de Jesús, que se expresa en su abrazo de corresponsabilidad con quien comparte el ministerio y las experiencias de vida de su hijo (Verónica J. Rop lo explica bien en A Pocket Companion to Synodality, publicación que es resultado de las reflexiones del grupo de trabajo teológico del ASI).

Sin embargo, una realización plena del potencial de las mujeres para el nacimiento de una Iglesia sinodal requiere una escucha consciente, buena y auténtica de las cuestiones que les conciernen (Leonida Katunge en A Pocket Companion to Synodality). Estas incluyen, entre otras, cuestiones como la violencia de género, el abuso sexual y su impacto en la Iglesia, la protección de los menores y la educación y formación de calidad. Las aportaciones de las mujeres, en general, fueron compartidas e inspiradas por un espíritu misionero. Abarcan la necesidad de contar con sistemas claros de sostenibilidad y una reestructuración decisiva que permita a los laicos vivir la inclusión y la creación y desarrollo de estructuras de encuentro que permitan que las celebraciones litúrgicas no se limiten a las reuniones dominicales (Nontando Hadebe en A Pocket Companion to Synodality).

Temas de interés universal surgieron durante la primera y segunda sesiones de trabajo en Acra y Nairobi respectivamente, a las que asistieron, entre otras, Philomena Mwaura, Sor Ester Lucas José María, Caroline Kavita, Mavis Anima Bonsu, Sor Solange Sahon Sia, Dominique Yon y mí misma.

Estos temas clave también caracterizaron la mayoría de los debates en las celebraciones continentales en Addis Abeba. Incluyen, entre otros, una necesidad desesperada de formación y espiritualidad sobre la sinodalidad para una reconstrucción estructural de la Iglesia y su enfoque; la necesidad de que la Iglesia reconsidere su posición sobre algunas estructuras y prácticas rígidas que afectan a grupos minoritarios como los niños, las personas con discapacidad, las minorías sexuales y de género o los pobres; y la urgencia de formar a los jóvenes. Además, las mujeres piden una reestructuración del espacio de toma de decisiones, las estructuras de liderazgo y los puestos administrativos para incluir a los laicos en la iglesia. Con este fin, hace un llamamiento a revisar la participación de las mujeres y a responder a la persistente pregunta de “qué más se puede hacer”. Las mujeres sostienen que sería deseable un mayor reconocimiento y más oportunidades, formación, educación e inclusión en los sistemas de liderazgo, lo que, en la mayoría de los casos, no contradiría la doctrina de la Iglesia.

En consonancia con todo esto, emana la necesidad de establecer directrices contra los abusos sexuales e insistir en su cumplimiento, algo que no debe dejarse a la voluntad de las autoridades de la Iglesia local. Más bien debería ser un requisito obligatorio. De hecho, es evidente la demanda de cambios estructurales decisivos que impliquen acciones concretas para incluir a las mujeres en las distintas unidades, órganos y niveles de decisión de la Iglesia. La esperanza es que el Papa Francisco dé ejemplo con esto en el escenario global.

El nombramiento del Papa Francisco de la Reverenda Josée Ngalula, de las Hermanas de San Andrés, para la Comisión Teológica Internacional habla de las aspiraciones y motiva el entusiasmo de las mujeres africanas al darse cuenta de que la Iglesia puede ser un lugar donde sientan que pertenecen y participan. Además, apoyar la educación de las mujeres y crear plataformas para su desarrollo y empoderamiento será fundamental para el surgimiento de una Iglesia sinodal en África. Las mujeres africanas están preparadas para este viaje.

Asia - Ester Padilla

Teóloga feminista filipina. Es también periodista y trabaja en estudios sobre cómo superar el clericalismo y permitir una mayor participación de los laicos y las mujeres en la Iglesia. En el Sínodo se encuentra entre los Testimonios del proceso sinodal en las asambleas continentales.

El problema del liderazgo jerárquico y otras formas de clericalismo

“En la asamblea continental asiática, las cuestiones más sentidas y discutidas por las mujeres fueron, ante todo, escuchar y acoger las voces de las mujeres, especialmente las que se encuentran al margen de la Iglesia y de la sociedad. El problema del liderazgo jerárquico y otras formas de clericalismo es denunciado sobre todo por aquellas (religiosas y laicas) que trabajaban e interactuaban diariamente con el clero (incluidos los obispos) y los religiosos. De ahí la necesidad de una atención materna para el acompañamiento y la curación de las numerosas situaciones de heridas y conflictos en Asia. En el futuro será necesaria una mayor responsabilidad de liderazgo para las mujeres, especialmente en los procesos y puestos de discernimiento comunitario y de toma de decisiones”.

Oceanía - Susan Pascoe

Profesora adjunta Business School, Accounting and Finance. Universidad de Australia Occidental. En el Sínodo está entre los Expertos y Facilitadores.

Las mujeres entre las prioridades, así como los jóvenes y los grupos más descuidados

“La cuestión del papel de la mujer ha tenido una fuerte resonancia en Oceanía en forma de preocupación por la participación de la mujer en el liderazgo y la gestión de la Iglesia. Una minoría expresó preocupación por la exclusión de las mujeres del diaconado permanente y del ministerio ordenado. Las experiencias de las mujeres varían. Mientras que desde Papúa Nueva Guinea/Islas Salomón destacaron que las mujeres desempeñan “un papel muy activo en la vida de la Iglesia”, desde Australia se afirmaba que “la persistente exclusión de las mujeres de aspectos de la vida de la Iglesia las desempodera”. Desde Nueva Zelanda se pidió que se ponga mayor énfasis en “utilizar los dones y experiencias de las mujeres en el discernimiento y en el asesoramiento, orientación y desafíos en la toma de decisiones, más allá de los roles administrativos y parroquiales que ocupan muchas mujeres”.

En Oceanía, las mujeres han sido identificadas entre las prioridades, junto con otros grupos históricamente descuidados, como los jóvenes. Se considera fundamental examinar las estructuras y enseñanzas de la Iglesia que constituyen un obstáculo a la sinodalidad y a la plena participación de todo el pueblo de Dios para la plena realización de una Iglesia sinodal”.

Norteamérica, Leticia Salazar

Delegado de la Orden de la Compañía de María Nuestra Señora al Sínodo de América del Norte; Canciller de la diócesis de San Bernardino y representante del Sínodo. Fue miembro del equipo de redacción del Sínodo Nacional de Estados Unidos y del grupo de trabajo del Sínodo de América del Norte. En el Sínodo se encuentra entre los Testimonio del proceso sinodal de las asambleas continentales.

Que la relación entre el clero y los laicos tenga en cuenta también sus carismas

“El Espíritu nos está regalando una nueva manera de ser Iglesia, la sinodalidad. Es la forma de vivir una actitud de escucha del Espíritu, presente y activo en cada uno de nosotros, y de discernimiento común. Es una oportunidad para reconocer a Dios en el don y el carisma de cada persona y en la reflexión de las mujeres, intuiciones compartidas por la sencillez de la vida cotidiana, que expresan valores y actitudes fundamentales en este camino sinodal.

Se ha alentado a la Iglesia en América del Norte a “reconocer, discernir y promover el papel de la mujer, para que pueda tener una mayor presencia en la Iglesia” (ver Síntesis Continental de América del Norte, n. 19). En virtud de nuestro bautismo, cada persona tiene el don de contribuir a la misión de la Iglesia. Sin embargo, nuestras estructuras eclesiales actuales se prestan a privilegiar posiciones y roles sobre los carismas. En el proceso sinodal reconocimos la llamada a convertirnos en una Iglesia corresponsable. La corresponsabilidad requiere tanto el reconocimiento de los carismas de los demás como el respeto por la contribución única de cada persona a la misión de la Iglesia.

Entre las cuestiones que merecen mayor atención y consideración a nivel universal está la de ampliar nuestra imaginación eclesial para ir más allá de los actuales modelos clericales de gobierno en la Iglesia. La sinodalidad ofrece una tercera vía, que es unívocamente cristiana. Tiene su propia metodología, eclesiología y objetivos. Esperamos que durante la asamblea sinodal estos puedan articularse y también contrastarse con los modelos actualmente existentes. Estamos llamados a avanzar hacia la articulación de la relación entre sinodalidad, dignidad bautismal, corresponsabilidad y misión para sugerir nuevos modelos de actividad ministerial. La idea es articular la relación entre el clero y los laicos de una manera que tenga en cuenta no solo su vocación o estado de vida particular, sino también sus carismas. Existe un deseo global de un mayor reconocimiento y participación plena e igualitaria de las mujeres en la Iglesia Católica (Ensancha el espacio de tu tienda, n. 63-64).

Si la Iglesia no actúa para trabajar junto con las mujeres para que puedan aportar sus dones y tener una mayor voz en la toma de decisiones, perderá las ricas contribuciones de una parte importante de sus miembros. El desafío es caminar juntos, no en oposición. Requiere respeto, aprecio y reconocimiento de un carisma. El documento afirma que “las mujeres que participan en los procesos sinodales quieren que la Iglesia y la sociedad sean un lugar de crecimiento, de participación activa y de sana pertenencia” (Ensancha el espacio de tu tienda, n. 62). Para que la sinodalidad eche raíces, será necesario reinventar la forma en que formamos tanto al clero como a los laicos”.

 de Federica Re David