Auténtica fuerza del cambio

Como joven católica que navega por las complejidades del mundo moderno, tengo una visión de una Iglesia que habla a mi generación, que abraza la relevancia y la autenticidad y fomenta un sentido de comunidad. Reconoce nuestro panorama en constante cambio y busca activamente abordar los problemas e inquietudes que nos afectan. Un santuario construido sobre el amor, la inclusión y el crecimiento espiritual que crea un ambiente donde podemos crecer en nuestra fe, encontrar apoyo y tener un impacto positivo en el mundo.

Uno de los aspectos clave de la Iglesia Católica que me gustaría ver como joven adulta es un sentido de comunión genuina. Quiero una Iglesia que busque activamente escuchar y comprender las experiencias y perspectivas de los jóvenes. El Sínodo proporcionó una plataforma para el diálogo abierto y la participación activa, lo que nos permitió contribuir con nuestros conocimientos e ideas a los procesos de toma de decisiones dentro de la Iglesia. Al valorar nuestras voces y promover una cultura de colaboración, la Iglesia puede cerrar la brecha generacional y encarnar verdaderamente un espíritu de comunión.

La autenticidad es otro aspecto clave de la Iglesia Católica que me gustaría. Es un lugar donde podemos explorar abiertamente nuestras dudas y preguntas y luchar sin temor a ser juzgados o condenados. Una Iglesia que reconoce que la fe es un camino lleno de incertidumbre y que acoge debates honestos sobre nuestras creencias y los desafíos que enfrentamos. Que fomenta el pensamiento crítico, el diálogo y reconoce que la duda puede conducir a una fe más profunda. La Iglesia que me gustaría valora la autenticidad de la experiencia de cada uno y reconoce la belleza en nuestras diferentes perspectivas. La misión también es fundamental para la Iglesia que me gustaría, como joven adulta, y creo que el Sínodo tiene la capacidad de resaltar este aspecto. Espero ver una Iglesia que asuma la responsabilidad de ser una fuerza de cambio positivo en el mundo.

Una Iglesia que ofrezca oportunidades para que las personas profundicen en su relación con Dios, ofreciendo diferentes formas de adoración y oración que toquen a personas de diferentes orígenes. Que reconozca la importancia de la transformación personal y aliente a sus miembros a expresar su fe de manera práctica. Al cultivar el crecimiento espiritual, la Iglesia crea un ambiente que promueve una comprensión más profunda del amor y la gracia de Dios.

Además, como joven adulta en Sudáfrica, deseo una Iglesia que nos permita participar activamente en la vida de la comunidad de fe y de la sociedad en general. Un lugar donde podamos construir relaciones significativas con nuestros pares que comparten valores y aspiraciones similares a los nuestros. Una Iglesia que cree oportunidades para que nos conozcamos, creemos amistades y nos apoyemos unos a otros en nuestro camino de fe. Una Iglesia que promueva un clima de inclusión y aceptación, donde todos los jóvenes, independientemente de su origen o circunstancias de vida, se sientan acogidos y valorados. Este sentido de comunidad nos permitirá expresar nuestra fe, animarnos los unos a los otros y tener un impacto positivo en el mundo que nos rodea.

En conclusión, la Iglesia Católica que me gustaría ver abraza la actualidad, la autenticidad y la comunidad. Es una Iglesia que permanece fiel a sus enseñanzas fundamentales mientras se adapta a las necesidades y desafíos del mundo moderno. Una Iglesia que promueve el crecimiento espiritual, participa activamente en iniciativas de justicia social y cree un ambiente inclusivo y acogedor para todos. Una Iglesia que forma a los jóvenes para vivir su fe de manera auténtica y para comprometerse con el mundo que los rodea, generando un impacto positivo y sirviendo como verdadero reflejo de las enseñanzas de Cristo.

de Mary Zomba
Miembro de la Comisión Juvenil de la Archidiócesis de Pretoria (Sudáfrica), ex Secretaria General del “South African Catholic Youth Ministry”