· Ciudad del Vaticano ·

MUJERES IGLESIA MUNDO

En el movimiento femenino también con mujeres que no son católicas

Nosotras, las feministas cristianas

 Noi femministe cristiane  DCM-008
02 septiembre 2023

En 1924 Elisa Salerno, modernista católica, respondió a la duda sobre cuántos tipos de feminismos hay. Respondió: “Solo hay un verdadero feminismo, el feminismo cristiano”. En 2018, Bell Hooks, una activista feminista afroamericana, afirmó que solo “una visión feminista de la realización espiritual es naturalmente la base de una auténtica vida espiritual”. Son dos mujeres feministas laicas radicales, separadas por un océano y un siglo de historia de luchas y de movimientos de mujeres, que hablan de “feminismo cristiano”. Un feminismo cristiano afirmado en libertad, sin reticencias serviles, sin términos contradictorios, una cuestión marginal que hay que tratar con prudencia, una realidad que hay que situar entre las muchas periferias existenciales. Son muchos los relatos sobre estos últimos cien años de vida e historia de muchas mujeres creyentes, rebeldes, visionarias, herejes, pensadoras activas, practicantes de relaciones y tejedoras de redes, que han vivido y viven la experiencia de este feminismo para todas y para todos.

Sin ninguna pretensión obvia de hablar “en nombre de”, me refiero aquí a las experiencias que he vivido en la densa red de grupos, asociaciones, relaciones duales que inspira y respira el movimiento de mujeres, no solo católicas. Desde los comienzos con el Grupo de Promoción de Mujeres de Milán, al largo camino actual con los grupos de mujeres de las comunidades de base y muchas otras, pasando por el Sínodo Ecuménico de Barcelona en 2003 y la relación con la Coordinadora de Teólogas italianas, hasta el encuentro con las realidades más jóvenes, (‘Mujeres por la Iglesia, Somos el cambio, Observatorio Interreligioso sobre la violencia contra las mujeres’), llegando a la estimulante construcción de una Red de mujeres y hombres en el camino sinodal de la Iglesia italiana y universal, en la que “sin pedir permiso” intentamos ofrecer nuestra aportación como feministas para una reforma de la Iglesia.

En realidad, en las representaciones oficiales, en concreto de la Iglesia católica, sigue existiendo el intento de relegar esta contribución a los márgenes de la vida eclesial, en un confinamiento elitista, con frecuencia acompañado por una deslegitimación autoritaria. Esto sigue siendo una expresión de las tendencias patriarcales en los ambientes eclesiales todavía impregnados del clericalismo y la misoginia, pero creo que es importante interrogarnos también sobre nuestro posicionamiento como feministas cristianas.

Si es cierto que el patriarcado nos ha puesto al margen de la historia y de la Iglesia, hemos elegido habitar ese lugar como un espacio para la libertad y la creatividad, un espacio inclusivo en el que encontrarnos, pero al mismo tiempo hemos intentado redefinirlo para no quedar atrapadas en el binomio margen-centro, margen en el que permanecer separadas o centro de decisión que conquistar escapando hoy también del binomio poliedro-periferia en cuestiones de justicia, ecología, equidad, peligroso si se toma como posible metáfora de un posicionamiento del feminismo.

La fuerza femenina no proviene de conformarse en los márgenes, ni de situarse en el centro, sino de avanzar a lo largo de una frontera móvil, una frontera como el horizonte que corre junto al mar, una frontera que nos permita estar más atentas para acoger las diferencias entre las dos partes, que nos haga no comprometernos con una sola parte y convertirnos en un lugar de referencia abierto para los demás. Una orilla donde el ritmo lo marca el agua que avanza y retrocede, cambiando según varía el viento, pero también un umbral que cruzar para ir a otro lugar, incluso más allá de donde habla el Dios, para salir del espacio donde nuestra relación con lo divino había sido aorillada autoritariamente. ¿Qué significó ser mujeres en el umbral de lo divino y poner “al margen al dios patriarcal”? ¿Qué vacío ha creado, qué ha desmantelado, qué futuro ha abierto para nuestra pertenencia en relación con la Iglesia?

Para algunas, vivir fuera de los lugares institucionales ha sido una oportunidad de despertar y de tomar de conciencia que les permite, sin esperar a ser autorizadas desde arriba para cambiar, convertirse en “ministras de la profecía” dentro de la Iglesia y reescribir sus escenarios con el aporte de la autoridad y libertad femenina. Para otras, continúa la búsqueda para encontrar signos, gestos y palabras “encarnadas” a través de una teología corporal y de nuevas liturgias para habitar el vacío y hablar lo divino gracias a una ministerialidad des-ordenada. Para muchas se ha tratado de practicar ese movimiento de las mujeres, ese nomadismo dentro-fuera que nos permite cruzar fronteras y disolver los márgenes de una Iglesia que quizás habremos contribuido a transformar en multicéntrica, asimétrica y... Magdalena. Para todas ellas se trata de fidelidad a un doble sí: al cristianismo y al feminismo.

De Grazia Villa
Abogada pro derechos humanos, Grupos de mujeres de las comunidades de base