Publicamos el mensaje enviado por el Papa a los participantes en el Festival anual de jóvenes, que se celebra en Medjugorje, en Bosnia Herzegovina, del 26 al 30 de julio.
Queridos, me dirijo con alegría a vosotros que estáis participando en el Festival de los Jóvenes en Medjugorje, una ocasión para celebrar y renovar vuestra fe. Os deseo vivir estos días como una peregrinación espiritual que os llevará a encontrar al Señor Jesús en la Eucaristía, en la Adoración, en la Confesión, en las catequesis bíblicas, en la oración silenciosa y en el Rosario, y también a través de los testimonios. El tema propuesto este año a vuestra reflexión es: “Estos son mi madre y mis hermanos” (Mt 12, 49). El evangelista Mateo cuenta que, mientras Jesús habla a la multitud, alguien le dice que su madre y sus hermanos están fuera y lo buscan. Jesús responde con una pregunta: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» (Mt 12, 48). E, indicando a sus discípulos, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mt 12, 49-50). Nos impresionan mucho el gesto y las palabras de Jesús porque, a primera vista, parecen una falta de respeto hacia su Madre y sus parientes. En realidad, con esta expresión Él ha querido indicarnos que es la adhesión a la voluntad del Padre la que establece la unión con Él, un vínculo superior a los más estrechos vínculos de sangre. ¡Queridos jóvenes, la voluntad de Dios es un tesoro inestimable! Por esto la Virgen María establece un vínculo de parentesco con Jesús antes incluso de darle a luz. Ella se convierte en discípula y madre de su Hijo en el momento en el que acoge las palabras del Ángel respondiendo: «He aquí la esclava de Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Desde ese momento, toda su vida ha sido un continuo hacer la voluntad de Dios. No obstante, a menudo nos encontramos en desacuerdo con esta voluntad, a veces nos cuesta comprenderla y aceptarla, quisiéramos una vida diferente, sin desafíos, sin sufrimientos, quisiéramos ser nosotros mismos diferentes, tal vez más inteligentes, más ricos en talentos o disposiciones naturales. Sin embargo, no hay para nosotros mejor voluntad que la del Padre, que es el proyecto de amor para nosotros en vista de su reino y de nuestra plena felicidad. A menudo tememos esta voluntad, porque tenemos miedo de que Dios pueda imponernos algo por puro arbitrio y no por nuestro bien; tenemos miedo de que aceptar su voluntad signifique renunciar a nuestra libertad. Debemos, en cambio, buscar intensamente, pedir a Dios Padre que nos haga conocer su voluntad y pedir que esta se cumpla en nosotros. Y el motivo más profundo para desearla nos lo indica precisamente Jesús: hacer la voluntad del Padre nos hace sus hijos, hermanos, hermanas, madres y nos hace crecer en el amor hacia Él y hacia los otros. Queridos jóvenes, Dios tiene un proyecto de amor para cada uno de vosotros. No tengáis miedo de su voluntad, sino poned toda vuestra confianza en su gracia. Para Él sois preciosos e importantes, porque sois obra de sus manos (cfr Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 115). Solo Él conoce vuestro corazón y vuestros deseos más profundos. Solo Él, que os ama con amor absoluto, es capaz de colmar vuestras aspiraciones. Nadie sino Dios podrá daros la verdadera felicidad. Siguiendo el ejemplo de María, que sepáis decirle vuestro “sí” incondicional. Que no haya lugar en vuestra vida para el egoísmo ni para la pereza. Aprovechad vuestra juventud para sentar, junto con el Señor, las bases de vuestra existencia, porque vuestro futuro personal, profesional y social dependerá de las elecciones que hagáis en estos años. En este camino, queridos jóvenes, os acompañe María Santísima y os enseñe a discernir y acoger la voluntad del Padre celeste en vuestra vida. Con la juventud, imprimís en el tiempo presente el signo de la esperanza y del entusiasmo. ¡Sed misioneros entusiastas de la nueva evangelización! Llevad a aquellos que sufren, a aquellos que están en búsqueda, la alegría que Jesús quiere donar. Llevadla en vuestras familias, en vuestras escuelas y universidades, en vuestros lugares de trabajo en vuestros grupos de amigos, allí donde vivís. Si dejáis obrar en vosotros la gracia de Dios, si sois generosos y perseverantes en vuestro empeño cotidiano, haréis de este mundo un lugar mejor para todos. Os bendigo de corazón. Y os pido por favor que recéis por mí.
Roma, san Juan de Letrán, 29 de junio 2023 Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo
Francisco