Publicamos a continuación el texto del mensaje - firmado por el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral - para el Domingo del Mar 2023, que se celebra el 9 de julio.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Ya desde el principio, el Evangelio llegó a todos los rincones del mundo a través de grandes embarcaciones. En los Hechos de los Apóstoles, así como en otros escritos del Nuevo Testamento, se nos narra, de diferentes maneras, como los mensajeros de la Buena Nueva vivían y transcurrían su tiempo con los trabajadores del mar, a veces, incluso durante meses, compartiendo con ellos una cotidianidad y abriéndoles la mente y el corazón a la fe.
Cada año, el Domingo del Mar ofrece a las comunidades católicas de todo el mundo la oportunidad de no olvidar cuáles son nuestros orígenes y de rezar por quienes trabajan hoy a bordo de embarcaciones que transportan mercancías por todo el mundo. Se trata de más de un millón de seres humanos, gracias a los cuales nuestra cotidianidad se vuelve posible y la economía se sostiene. De ellos, de su fe, de cómo pueden amar y de cuáles son sus esperanzas, no sabemos casi nada.
El domingo es el día de la Eucaristía, la Pascua semanal: son muchos los que no tienen acceso porque se encuentran forzosamente lejos de sus seres queridos y de su comunidad.
Para toda la Iglesia, celebrar al Resucitado significa al mismo tiempo no olvidar a nadie, hacer llegar la salvación a todas partes, preguntarse cómo puede sentirse salvado y reconocer su valor quien está ausente y es invisible, pues es portador de una dignidad que es la de todo hijo de Dios.
Mientras los apóstoles permanecían embarcados, hablaban de Jesús a las tripulaciones y cuando llegaban a las ciudades portuarias, reunían a las comunidades: estaban, pues, presentes en un mundo que hoy es cada vez menos conocido.
La compleja organización de nuestras sociedades y una cierta propensión a ocultar las desigualdades dejan a menudo en una zona gris los tesoros espirituales y las necesidades materiales de la gente humilde. Por tanto, el Domingo del Mar no está reservado exclusivamente a la gente de mar, sino que busca también centrar la atención de toda la comunidad cristiana en aquellos gracias a los cuales nos llegan gran parte de los bienes de los que nos alimentamos o de los que nos servimos cada día.
A los que están hoy en el mar, queremos pues, hacer llegar un mensaje coral: la Iglesia está cerca de ustedes. Lo que les alegra y lo que les oprime significa mucho para nosotros.
No sólo tenemos algo que darles, sino también queremos acoger sus historias, sus testimonios: lo que opinan sobre el trabajo, la economía, sobre las relaciones entre religiones y culturas diferentes, las condiciones del mar y de la Tierra, sobre la fe, que sólo desde su experiencia pueden llegar e interpelar a todos los miembros de la Iglesia y, a través de ellos, a nuestras sociedades.
Somos una Iglesia sinodal, es decir, caminamos juntos. Debemos avanzar juntos, navegar juntos, sin dejar a nadie atrás y enriquecernos mutuamente. Que nadie piense que no tiene nada que ofrecer. Por eso, si hay un esfuerzo que queremos proponernos este año, es precisamente el de verificar cómo podemos estar más cerca, en un intercambio permanente que haga que su trabajo esté menos alejado del camino y de la fe de todos.
Que María, Stella Maris, interceda por nosotros y sea fuente de consuelo y de perseverancia.