«En el camino de la santidad, que es el camino cristiano, los pobres y los marginados son protagonistas»: lo dijo el Papa Francisco en la audiencia general del miércoles 28 de junio - la primera después de su operación el pasado 7 de junio en el policlínico Gemelli - prosiguiendo sus catequesis dedicadas al celo apostólico. A los fieles presentes en la plaza de San Pedro y a los que le escuchaban a través de los medios el Pontífice habló de santa Mary MacKillop (1842-1909), fundadora de las hermanas de San José del Sagrado Corazón, que ha gastado su vida por la formación intelectual y religiosa de los pobres en la Australia rural.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
¡Hoy tenemos que tener un poco de paciencia, con este calor! ¡Gracias por haber venido con este calor, con este sol, muchas gracias por vuestra visita!
En esta serie de catequesis sobre el celo apostólico, estamos encontrando algunas figuras ejemplares de hombres y mujeres de todo tiempo y lugar, que han dado la vida por el Evangelio. Hoy vamos lejos, a Oceanía, un continente formado por muchísimas islas, grandes y pequeñas. La fe en Cristo, que tantos emigrantes europeos llevaron a esas tierras, echó raíces pronto y dio frutos abundantes (cfr Exhort. ap. postsin. Ecclesia in Oceania, 6). Entre ellos está una religiosa extraordinaria, santa Mary MacKillop (1842-1909), fundadora de las Hermanas de San José del Sagrado Corazón, que dedicó su vida a la formación intelectual y religiosa de los pobres en la Australia rural.
Mary MacKillop nació cerca de Melbourne de padres que emigraron a Australia desde Escocia. De niña, se sintió llamada por Dios a servirlo y testimoniarlo no solo con las palabras, sino sobre todo con una vida transformada por la presencia de Dios (cfr Evangelii gaudium, 259). Como María Magdalena, que fue la primera en encontrar a Jesús resucitado y fue enviada por Él a llevar el anuncio a los discípulos, Mary estaba convencida de ser ella también enviada a difundir la Buena Noticia y a atraer a otros al encuentro con el Dios viviente.
Leyendo con sabiduría los signos de los tiempos, entendió que para ella la mejor forma de hacerlo era a través de la educación de los jóvenes, siendo consciente de que la educación católica es una forma de evangelización. Es una gran forma de evangelización. Así, si podemos decir que «cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 19), Mary MacKillop lo fue sobre todo a través de la fundación de escuelas.
Una característica esencial de su celo por el Evangelio consistía en cuidar de los pobres y los marginados. Y esto es muy importante: en el camino de la santidad, que es el camino cristiano, los pobres y los marginados son protagonistas y una persona no puede ir adelante en la santidad si no se dedica también a ellos, de una forma u otra. Estos, que necesitan de la ayuda del Señor, llevan la presencia del Señor. Una vez leí una frase que me impresionó; decía así: “El protagonista de la historia es el mendigo: los mendigos son aquellos que atraen la atención sobre la injusticia, que es la gran pobreza en el mundo”, se gasta el dinero para fabricar armas y no para producir comidas…. Y no olvidéis: no hay santidad si, de una manera u otra, no hay cuidado de los pobres, los necesitados, de aquellos que están un poco a los márgenes de la sociedad. Este cuidar de los pobres y de los marginados impulsaba a Mary a ir allí donde otros no querían o no podían ir. El 19 de marzo de 1866, fiesta de San José, abrió la primera escuela en un pequeño suburbio al sur de Australia. Le siguieron tantas otras que ella y sus hermanas fundaron en las comunidades rurales en Australia y Nueva Zelanda. Se multiplicaron, porque el celo apostólico hace así: multiplica las obras.
Mary MacKillop estaba convencida de que el propósito de la educación es el desarrollo integral de la persona tanto como individuo que como miembro de la comunidad; y que esto requiere sabiduría, paciencia y caridad por parte de todo profesor. En efecto, la educación no consiste en llenar la cabeza de ideas: no, no es solo esto. ¿En qué consiste la educación? En acompañar y animar a los estudiantes en el camino de crecimiento humano y espiritual, mostrándoles cuánto la amistad con Jesús Resucitado dilata el corazón y hace la vida más humana. Educar es ayudar a pensar bien: a sentir bien – el lenguaje del corazón – y a hacer bien – el lenguaje de las manos. Esta visión es plenamente actual hoy, cuando sentimos la necesidad de un “pacto educativo” capaz de unir a las familias, las escuelas y toda la sociedad.
El celo de Mary MacKillop por la difusión del Evangelio entre los pobres la condujo también a emprender otras obras de caridad, empezando por la “Casa de la Providencia” abierta en Adelaide para acoger ancianos y niños abandonados. Mary tenía mucha fe en la Providencia de Dios: siempre confiaba que en cualquier situación Dios provee. Pero esto no le ahorraba las preocupaciones y las dificultades que derivan de su apostolado, y María tenía buenas razones: tenía que pagar las cuentas, tratar con los obispos y los sacerdotes locales, gestionar las escuelas y cuidar la formación profesional y espiritual de las Hermanas; y, más tarde, los problemas de salud. Sin embargo, en todo esto, permanecía tranquila, llevando con paciencia la cruz que es parte integrante de la misión.
En una ocasión, en la fiesta de la Exaltación de la Cruz, Mary dijo a una de sus hermanas: “Hija mía, desde hace muchos años he aprendido a amar la Cruz”. No se rindió en los momentos de prueba y de oscuridad, cuando su alegría era amortiguada por la oposición y el rechazo. Veis: todos los santos han encontrado oposiciones, también dentro de la Iglesia. Es curioso, esto. También ella las tuvo. Permanecía convencida de que, también cuando el Señor le asignaba «pan de asedio y aguas de opresión» (Is 30,20), el mismo Señor respondería pronto a su grito y la rodearía con su gracia. Este es el secreto del celo apostólico: la relación continua con el Señor.
Hermanos y hermanas, el discipulado misionero de Santa Mary MacKillop, su respuesta creativa a las necesidades de la Iglesia de su tiempo, su compromiso por la formación integral de los jóvenes nos inspire hoy a todos nosotros, llamados a ser levadura del Evangelio en nuestras sociedades en rápida transformación. Su ejemplo y su intercesión sostengan el trabajo cotidiano de los padres, de los profesores, de los catequistas y de todos los educadores, por el bien de los jóvenes y por un futuro más humano y lleno de esperanza.
A la intercesión de los santos Pedro y Pablo, de los cuales se celebraba al día siguiente la solemnidad, el Pontífice encomendó a «la querida población Ucraniana, para que pronto encuentre la paz». Lo hizo al finalizar la catequesis saludando a los fieles presentes. La audiencia concluyó con el canto del Pater Noster y la bendici
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los alumnos de los Institutos diocesanos de Gran Canaria España. Pidamos al Señor, por intercesión de santa María MacKillop y todos los santos y santas que se dedicaron a la educación, que sostenga el trabajo cotidiano de los padres y de los maestros, de los catequistas y formadores, por el bien de la juventud y en vistas a un futuro de paz y fraternidad. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.