· Ciudad del Vaticano ·

El informe del cardenal Parolin

Vivir el servicio como dimensión de la fe

 Vivir el servicio como dimensión de la fe  SPA-023
09 junio 2023

«Frente a las grandes cuestiones y amenazas que afectan a la vida real de los pueblos y de los países» no es suficiente hacer llamamientos genéricos a la paz, al crecimiento económico o al respeto del medio ambiente, sino que es necesario también «concentrarnos en aquellas situaciones que la Centesimus annus había indicado como estratégicas y que hoy el magisterio del Papa Francisco ha desarrollado y actualizado ulteriormente». Lo ha declarado con firme convicción el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, durante la lectio celebrada la mañana del 5 de junio, en la Sala Clementina, ante los miembros de la Fundación Centesimus annus pro Pontifice, en el ámbito de la conferencia internacional «La memoria para construir el futuro: pensar y actuar en términos de comunidad ( ft , 116)».

En primer lugar, indicó el purpurado, es necesario elaborar de manera más profunda la base y el contenido de la noción de “bien común”, sirviéndose de las ideas que ofrece el magisterio. La relación entre los seres humanos «que, como señalaba san Juan Pablo ii en la Centesimus annus, no permite pensar en la persona “más como productor o consumidor de bienes”, sino más bien como “sujeto que produce y consume para vivir” (n. 39)». Fuera de las relaciones, se pierde la esencia y la dignidad de las personas. Significativos, en este sentido, los dos conceptos en el magisterio del Papa Francisco reiterados por Parolin. En primer lugar, la amistad social, que «no implica solamente el acercamiento entre grupos sociales distanciados a partir de algún período conflictivo de la historia, sino también la búsqueda de un reencuentro con los sectores más empobrecidos y vulnerables» (Fratelli tutti, 233). En segundo lugar, la cultura del encuentro: es decir, explicó el secretario de Estado, «la capacidad de los diversos grupos de unirse y cooperar para que las personas, en relación, puedan “desarrollan la dimensión social de sus vidas configurándose como ciudadanos responsables en el seno de un pueblo, no como masa arrastrada por las fuerzas dominantes” (Evangelii gaudium, 220)».

Amistad social y cultura del encuentro son en definitiva, puntualizó, «los rasgos distintivos de una sociedad abierta y orientada al futuro». La primera «permite desarrollar proyectos y programar actividades que sean inclusivas y no limitadas a la propia comunidad o al propio país de origen»; la segunda «no es sólo un modo para construir comunidades o para realizar esporádicos actos de caridad que dan la impresión de eliminar la exclusión, el desprecio o la discriminación» sino un estilo de vida que se esfuerza «por crear un poliedro multifacético cuyas distintas caras forman una unidad variada, en la que “el todo es mayor que la parte”» (Fratelli tutti, 215).

La imagen del poliedro, tan querida por el Papa Francisco, ayuda además a comprender «por qué, en la composición de nuestras sociedades, quien está en la periferia no logra ver respetada la propia dignidad y las propias aspiraciones, o, si esto sucede, es sólo después de mucho tiempo y esfuerzo, sin alcanzar los resultados esperados. Esta es la fuente de la división, del conflicto, de la desconfianza y, finalmente, de la indiferencia», precisó el cardenal.

Deteniéndose en los conceptos de amistad y de encuentro, el purpurado exhortó a no confundirlos nunca «con la tendencia a reducir a un único estándar acciones individuales, actividades políticas o intervenciones económicas»; y a no utilizarlos «para proponer cursos de acción, o imponer una visión ideológica de la verdad o distinguir entre el bien y el mal». Para los cristianos, «según la misionariedad de su vocación y la verdad que han conocido» —añadió Parolin recordando la Centesimus annus— «esto comporta siempre el respeto de la libertad y de la dignidad de la persona», que requieren prestar atención a cada fragmento de verdad que encuentran en la experiencia de vida y en la cultura de los demás, afirmando en el diálogo con ellos todo lo que la propia fe y el recto uso de la razón han permitido comprender.

Frente a la realidad actual, sin embargo, prosiguió Parolin, «Fratelli tutti plantea una pregunta y dan una respuesta que son dignas de mención. ¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia, libertad, justicia o unidad? Han sido manipuladas y deformadas para utilizarlas como instrumentos de dominio, como títulos vacíos de contenido que pueden servir para justificar cualquier acción» (n. 14). Este enfoque, señaló el purpurado, «muestra la importancia de hacer creíbles las acciones emprendidas a todos los niveles, en contextos donde la contraposición y el conflicto son elementos constantes, respecto a los cuales valores como la libertad y la justicia son percibidos como inadecuados». Esto se debe a que han cambiado «el significado y los efectos atribuidos» a estos valores, ya que se ha asistido «a un debilitamiento de la participación efectiva que permite su aplicación en los procesos sociales y en las actividades políticas y económicas». En esta perspectiva, para quien está llamado a tomar decisiones políticas y económicas y a programar objetivos y resultados proyectados, el vacío de valores compartidos «requiere un atento discernimiento para salvaguardar los intereses generales». No hacerlo, según el cardenal, «lleva a enfoques que no se inspiran en la subsidiariedad, es decir, en la preocupación por los que están lejos, como generalmente sucede en aquellas decisiones definidas como “globales”. En tales decisiones, sólo un efectivo discernimiento puede atender a los principios éticos que deberían acompañar consideraciones técnicas, leyes económicas o decisiones políticas”.

Ante esto, afirmó el secretario de Estado, «las acciones emprendidas y los proyectos compartidos por la Fundación pueden ser inclusivos y producir los efectos deseados sólo si nacen de una “buena política”». Es necesario, por tanto, proseguir en el compromiso «conscientes de que la verdadera amistad social y la cultura del encuentro no son aspiraciones, sino certezas capaces de orientar las acciones de todos y cada uno hacia el bien común. La preocupación por los demás requiere determinar dónde convergen los recursos de manera orgánica y continua, con el fin de apoyar la plena realización de todos los seres humanos, su crecimiento y sus aspiraciones, basadas en su dignidad e identidad”.

El objetivo de estas jornadas, por tanto, subrayó el purpurado, «es el de favorecer momentos de reflexión y formación» en recíproca colaboración. Esto puede parecer un desafío «en un mundo dominado por la incertidumbre, que busca refugio retirándose a la esfera privada y, por lo tanto, desinteresándose de los demás»; pero, advirtió, «hoy, más que nunca, debemos esforzarnos por leer y responder a los signos de los tiempos», porque estamos llamados, en otras palabras, «a ser una presencia al servicio de los demás, acogiendo tanto las exigencias del presente como nuestras esperanzas para el futuro». A ello ayuda, precisó el secretario de Estado, el intercambio de ideas que impregna el trabajo de la Fundación, «enriquecido por vuestras diferencias, no sólo de proveniencia geográfica, sino también de ámbitos de competencia y de compromiso en ámbito financiero, empresarial e institucional». Tal peculiaridad puede ser «fuente segura de esperanza»; siempre que, advirtió, «permanezca firmemente anclada en la visión de fe, que nos permite servir al bien común con mayor empeño, competencia, transparencia y profesionalidad». En esencia, «una forma de servicio inspirada en el Evangelio que sepa adoptar un enfoque atento a los paisajes cambiantes de nuestras sociedades, pero sin temor de ser una voz disidente». Vivir el servicio «como dimensión de nuestra fe», exhortó Parolin, permite «superar los numerosos conflictos y preocupaciones que surgen en la vida de la sociedad, y ofrecer una respuesta a las cuestiones que requieren soluciones». Sólo de este modo «los cristianos muestran que las dificultades son también un medio para descubrir nuevos caminos para promover el bien de la comunidad, vislumbrando posibilidades incluso en los más pequeños signos positivos».