«Tres llamamientos para custodiar una previdencia a la altura de los desafíos de sociedad que, como la italiana, están envejeciendo cada vez más: no al trabajo negro, no al abuso del trabajo precario, sí al trabajo digno». Lo indicó el Papa Francisco a los dirigentes del Instituto nacional de la previdencia social ( inps ) recibidos en la mañana del lunes 3 de abril, en la Sala Clementina. A continuación, el discurso del Pontífice.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días, ¡bienvenidos!
Doy las gracias al presidente por sus corteses palabras. El Instituto nacional de Previdencia Social cumple 125 años y tiene una historia importante. No todos los países del mundo pueden contar una experiencia tan preciosa al servicio de los trabajadores. Vosotros, aquí en Italia, tenéis estas riquezas, que son vuestras propias. Digo tres: los oratorios en las parroquias – es algo vuestro, y hace mucho bien-; segunda, el voluntariado: el voluntariado italiano es grandioso, voluntariado por todos lados; tercera, instituciones como la vuestra, que se organizan o no duran dos o tres años, ¡125!, que tienen esta capacidad de ir adelante. ¡Gracias!
El tema de la previdencia siempre es actual. Por un lado, de hecho, la sociedad parece haber perdido el horizonte futuro: se ha aplanado en el presente e interesa poco lo que podrá suceder a las futuras generaciones. “Yo hago lo mío, después, que se las arreglen…”. No va bien. Signos preocupantes en tal sentido son la crisis ecológica y la deuda pública que es cargada sobre los hombres de los hijos y de los nietos. ¡Pensad que en algunos países los nietos nacerán con una deuda pública terrible! La elección de la sostenibilidad, sin embargo, responde al principio por el que es injusto encomendar a los jóvenes pesos irreversibles y demasiado pesados. Por otro lado, la previdencia es una forma de welfare que tiene juntos a las diversas generaciones entre ellos.
La merecida pensión de un trabajador, de hecho, se sostiene no solo gracias a sus años de trabajo, sino también al hecho de que hay alguien que, a través de su actividad, está pagando concretamente las pensiones de los otros. En resumen, un fuerte vínculo entre las generaciones es el presupuesto para que la previdencia funcione. Veo aquí niños, y me viene a la mente la expresión de un hombre de casi 60 años, que delante del invierno demográfico italiano dice: “Pero, ¿quién pagará mi pensión? No serán los cachorros que la gente tiene en lugar de hijos”.
No hay que olvidar que al sistema de pensiones contribuyen también los trabajadores extranjeros que no tienen todavía la ciudadanía italiana. Sería una buena señal poder expresarles la gratitud por lo que hacen. También la previdencia nos recuerda que «todo está conectado» y que somos interdependientes los unos de los otros. La vida social está en pie gracias a redes comunitarias solidarias. El bien común pasa a través del trabajo cotidiano de millones de personas que comparte el principio del vínculo solidario entre los trabajadores. Por eso, deseo dirigir tres llamamientos para custodiar una previdencia a la altura de los desafíos de sociedad que, como la italiana, están envejeciendo cada vez más.
El primer llamamiento es un no al trabajo en negro. Pero que se convierta en una cultura: no al trabajo en negro. En ese momento, de hecho, esto parecer llevar beneficios económicos al individuo, pero en la distancia no permite a las familias contribuir y acceder según justicia al sistema de las pensiones.
El trabajo negro falsea el mercado del trabajo y expone a los trabajadores a formas de explotación y de injusticia.
El segundo llamamiento es un no al abuso del trabajo precario, que tiene un impacto sobre las elecciones de vida de los jóvenes y a veces te obliga a trabajar también cuando las fuerzas disminuyen.
La precariedad debe ser transitoria, no puede continuar en exceso; de lo contrario, termina generando desconfianza, favorece la postergación de las opciones de vida de los jóvenes, distancia el ingreso al sistema de seguridad social y aumenta la caída de la natalidad.
El tercer llamamiento es un sí al trabajo digno, que es siempre «libre, creativo, participativo y solidario» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 192).
La previdencia es una forma de participación al bienestar propio y de los otros. Reservar recursos económicos y garantizar el acceso a la sanidad son bienes preciosos que saben poner juntos las diferentes épocas de la vida.
De hecho, conocemos, una previdencia buena y una previdencia mala, que la Biblia misma describe muy bien. Es mala previdencia la de quien piensa solo en sí mismos, como nos recuerda la parábola evangélica del hombre ávaro (cfr Lc 12,16-21), que hace construir graneros cada vez más grandes para reunir sus bienes. Quien acumula solo para sí termina por engañarse a sí mismo: «Descansa, come, bebe banquetea» (v. 19), se dice a sí mismo ese hombre. Pero el Señor le dice: «¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién se quedarán?» (v. 20). Quien se encierra en falsas seguridades no tiene futuro.
Sin embargo, la buena previdencia es la del patriarca José que, al convertirse en gobernador de Egipto, se preocupa de reservar grano en los años de abundancia para poder afrontar mejor el tiempo de carestía. «Hubo hambre en todas las regiones – leemos en el Libro del Génesis – pero en todo Egipto había pan» (41,54). José no solo confía en la Providencia de Dios y la reconoce, sino que se muestra previdente por el bien del pueblo.
Sabe mirar adelante; imagina el bien también cuando el mal parece prevalecer; cuida de las personas encomendadas a él. Y esta es la vocación: cuidar de las personas en futuro.
Necesitamos políticos sabios, guiados por el criterio de la fraternidad y que saben hacer discernimiento entre temporada y temporada, evitando malgastar los recursos cuando los hay y dejar a las generaciones futuras en grave dificultad.
Queridos hermanos y hermanas, os doy las gracias por el servicio que hacéis apoyando a los trabajadores y las trabajadoras, para garantizar la asistencia a las personas desempleadas y a favor de quien está enfermo, herido o es anciano.
Deseo que sigáis haciendo posible de forma concreta el derecho a la pensión y, sobre todo, haciendo crecer en el tejido italiano la cultura del bien común, de la previdencia y de la sostenibilidad, que para ser económica debe ser también social.
Os encomiendo a la protección de San José.
El Señor os bendiga y la Virgen os guarde.
Y por favor, no olvidéis de rezar por mí.
¡Gracias!