La invitación a ser «embajadores de paz» para la humanidad que hoy se encuentra «en grave peligro» fue dirigido por el Pontífice a un grupo de niños de varios países africanos, recibidos en audiencia el 29 de mayo, en el Aula Pablo vi , con ocasión de la “Jornada por África”.
¡Queridos niños y niñas, buenos días! Bonjour! Good morning!
Estoy contento de encontraros con ocasión de la celebración de la Jornada de África. Es bonito veros, venidos desde diferentes países, acompañados por vuestros padres y algunos embajadores. Gracias, señores embajadores, por haberles acompañado. Les doy las gracias por lo que hacen y, a través de ellos, quiero decir gracias a todos aquellos que trabajan por vuestro crecimiento humano y espiritual.
La Jornada de África, celebrada en el día de la conmemoración anual de la fundación de la Unión Africana, el 25 de mayo de 1963, representa el símbolo de la lucha de todo el continente por la liberación, el desarrollo y el progreso económico y social, como también por la valoración y la profundización del patrimonio cultural africano. Vosotros sois el signo de esta rica diversidad cultural. Os invito a tener la audacia de ser “diferentes”, a testimoniar la belleza de la generosidad, del servicio, de la pureza, de la valentía, del perdón, de la lucha por la justicia y el bien común, del amor por los pobres, de la amistad social (cfr Exhort. ap. Christus vivit, 36).
Vuestra querida tierra africana está afrontando desafíos enormes, como los del terrorismo, del mal gobierno, la corrupción, el masivo desempleo juvenil, las migraciones, los conflictos intercomunitarios, la crisis climática y alimenticia… En este contexto, podríais sentiros impotentes y desanimados y deciros a vosotros mismos que el futuro es sombrío y sin perspectivas. Pero vosotros sois jóvenes, lleváis dentro de vosotros muchos talentos, cultiváis grandes ambiciones, tenéis grandes sueños: ¡seguid los grandes sueños! Queridos amigos, esto quisiera deciros a cada uno de vosotros: «nunca renuncies a tus sueños, nunca entierres definitivamente una vocación, nunca te des por vencido. Siempre sigue buscando, al menos, modos parciales o imperfectos de vivir lo que en tu discernimiento reconoces como una verdadera vocación» (ibid., 272). Una de las riquezas de África es la marcada inteligencia de sus jóvenes. De verdad, ¡vosotros sois inteligentes, inteligentes! Vuestro empeño en los estudios pueda contribuir al desarrollo humano e integral de la sociedad. Pienso también en los niños-soldados, en los niños víctimas de todo tipo de conflicto que necesitan vuestra amistad: estad cerca de ellos, para que no se sientan rechazados ni estigmatizados.
Queridos jóvenes, otra cosa muy importante: dejaos iluminar por los consejos y el testimonio de los ancianos. El diálogo con las raíces, el diálogo con los ancianos, con los abuelos, con quien ha venido antes que nosotros, nos permite ir adelante. Pensemos en uno de los grandes desafíos de la vida: la lucha por la paz. Lo sabéis bien, estamos atravesando momentos difíciles, con nuestra humanidad que se encuentra en peligro. Estamos en grave peligro. Por tanto, vivid la paz entorno a vosotros y dentro de vosotros. Sed embajadores de paz, para que el mundo redescubra la belleza del amor, del vivir juntos, de la fraternidad y de la solidaridad.
Con mi bendición os acompaño a todos vosotros, como también a vuestras familias y a toda la juventud africana. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí, lo necesito. ¡Gracias!