El don precioso de las reliquias de los mártires coptos asesinados en Libia el 15 de febrero de 2015: Su Santidad Tawadros ii , Papa de Alejandría y jefe de la Iglesia copta ortodoxa las entregó al Papa Francisco en la mañana del 11 de mayo, durante la audiencia que se celebró en el ámbito de la visita a Roma para celebrar el 50º aniversario del histórico encuentro entre los respectivos predecesores, Pablo vi y Shenouda iii.
Un encuentro marcado por varios momentos, que comenzó en la biblioteca privada del Palacio Apostólico Vaticano y concluyó con una común invocación a la paz en la capilla Redemptoris Mater.
Acompañado por su séquito y por los vértices del Dicasterio para la promoción de la unidad de los cristianos – el cardenal prefecto Koch, el obispo secretario Farell y el dominico Hyacinthe Destivelle, de la Sección oriental —, el Papa de Alejandría y patriarca de la Sede de San Marcos fue acogido por el Pontífice en la Biblioteca.
Al coloquio privado entre ambos le siguieron la presentación de la delegación copto ortodoxa, la lectura de los discursos y el intercambio de regalos. Francisco ofreció a Tawadros una reliquia de santa Caterina de Alejandría, medallas y documentos del pontificado.
Al finalizar los presentes se dirigieron a la capilla Redemptoris Mater para un momento de oración, que se abrió con la oración común del Padre Nuestro y prosiguió con cantos, invocaciones y la lectura de un pasaje de la carta de san Pablo apóstol a los Efesios (2, 14-22). En el momento de la intercesión se rezó «por todos los países y las comunidades víctimas de conflictos de violencia para que un nuevo espíritu de solidaridad y de reconciliación surja en todos los sectores de la sociedad y conduzca a la paz y a la armonía sin discriminación e injusticia»; por «Su Santidad Francisco y Su Santidad Tawadros, para que el Señor Resucitado les colme los corazones con el celo para la santidad y para el bien de su rebaño, para que todos sean en unión fraterna como en la Iglesia primitiva (cfr. Hch 2, 42)»; y «por toda la familia humana con todas sus necesidades: por los pobres, los enfermos, los jóvenes y los ancianos, los migrantes y los refugiados, por aquellos que son perseguidos a causa de sus convicciones, para que Dios ilumine a aquellos que gobiernan el destino de las naciones y la comunidad internacional con pensamientos de paz y de justicia». Finalmente el Obispo de Roma y el Papa de Alejandría impartieron juntos la bendición final.