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MUJERES IGLESIA MUNDO

En Apertura
Mujeres que luchan con Dios

La señal de Rut,
Noemí y Agar

 Il segno di Rut  Noemi e Agar  DCM-004
01 abril 2023

La historia del principio del pueblo de Israel siempre ha sido leída por la investigación veto testamentaria como la historia de los padres. La multiplicidad de textos tratados debería haber dejado claro que también puede leerse como una historia de mujeres. Los autores de la Biblia la escribieron como una historia de la comunidad con Dios, una comunidad de ambos sexos, y como tal debe interpretarse de manera justa y neutral en cuanto al género. Ellos y ellas escriben con gran sensibilidad sobre la vida y las experiencias de las mujeres y además presentan a un Dios que se pone del lado de las mujeres, salvándolas del abandono, la opresión y la marginación. Desde este punto de vista, las historias de salvación de las mujeres constituyen una crítica al contexto de vida patriarcal que otorga a los hombres el poder de abandonar a las mujeres o ejercer violencia contra ellas en su propio beneficio.

Israel nunca ha escrito su “crónica familiar”, su historia del pueblo, como una saga de héroes o una leyenda de santos. El hecho de que incluso las historias sin gloria de crímenes, engaños y violencia contra las mujeres se cuenten sin esconderlas da muestra tanto de un sentido sobrio de la realidad como grandeza humana. Es posible que Israel no quite el pecado y el fracaso de su propia historia, sino que se enfrente a él desde la memoria, porque siempre ha vivido su presente y también su pasado ante el rostro de Yhwh. El lado oscuro de la crónica familiar no esconde la violencia física y psíquica ni la violencia socialmente legitimada contra la mujer, esa que muchas veces lleva a los cristianos a asumir una actitud arrogante y defensiva frente a estos textos. Si el grito de las víctimas no se transmitiese, sus experiencias de sufrimiento correrían el riesgo de caer demasiado fácilmente en la marginación y el olvido.

Hay palabras opresivas en la Biblia hebrea que no deben disfrazarse con ningún adorno. Pero si, como se subraya repetidamente en los relatos del principio de Israel Yhwh se pone del lado de las mujeres abandonadas y marginadas, entonces estos textos deben leerse como “memorias peligrosas” que aún hoy pueden dar a las mujeres la certeza de que su marginación no es legítima y que ninguna teoría en este sentido, por rica que sea en palabras, debería siquiera estar justificada. El plan de Yhwh con Israel muchas veces viene mejor representado por las acciones de las mujeres que por las de los hombres. Lo narrado en los capítulos 1 y 2 del Libro del Éxodo puede ser un ejemplo de esta historia, pero también es evidente en las historias de Rebeca y Rut que las mujeres realizan mejor que los hombres los designios de Yhwh para una vida en comunión con él.

Los autores de la Biblia saben que la historia de los varones es solo la mitad del todo y refleja solo una parte de la historia de Dios con la humanidad. Hacen oír la voz de las mujeres e ilustran la historia del pueblo de Israel con su Dios con personas de ambos sexos. Al hacerlo, no secundan la idea del “sexo más fuerte”. Incluso cuando el lenguaje limita el enfoque a los patriarcas, la teología que se cuenta va en una dirección diferente.

Abraham no puede cumplir la promesa divina con cualquier mujer. Sara es de quien nace el hijo prometido. Ella es tan receptora y portadora de las promesas como su esposo. Yhwh no acepta la doble negación de Sara como esposa, negación por la que Abraham la abandona. Él salva a la mujer del plan “inteligente” de su marido y restituye sus derechos. Sin embargo, Yhwh no es ciegamente parcial a favor de quien porta la promesa. Cuando Sara se convierte en quien oprime a su esclava Agar, Él se pone del lado de los más débiles. Con sus promesas salvadoras, también hace de Agar la portadora de la promesa.

El linaje de Abraham continúa con su nuera Rebeca y no principalmente con su hijo Isaac. Ella está en el mismo plano de su suegro en cuanto a su decisión de dejar su país y su familia, pues reconoce que viene de Yhwh. Es Rebeca quien recibe la palabra de Dios que determina el futuro de sus dos hijos, no Isaac. Mientras el padre elige a Esaú como su hijo predilecto, Rebeca ayuda, no del todo honestamente a asegurar que su hijo predilecto, Jacob, el elegido de Dios, continúe la línea de la promesa. Las batallas de Dios son peleadas por mujeres y hombres. Lía y Raquel pelean por los fundamentos de la casa de Israel antes de que Jacob tenga que combatir por la bendición. Las mujeres luchan por Dios, por tenerlo de su lado, luchan por su atención.

Por el contrario, los hombres luchan con o incluso contra Dios y pretenden salir victoriosos. Las historias de los capítulos 29 y siguientes y 32 del Libro del Génesis no deben interpretarse aquí en el sentido de la división de los sexos, como literatura banal y como saga heroica. Las historias de nacimiento de los doce hijos no son narraciones ejemplares sobre el hecho de que las mujeres existan solo para dar a luz. Si el pueblo de Dios, Israel, escribe su historia como una historia familiar y no como una historia de guerras y reyes, entonces deben nacer doce hijos en una generación, si se quiere representar la construcción de doce tribus con los mismos derechos. Según el capítulo 29 y siguientes del Libro del Génesis, las madres no son las princesas de la casa, sino que ellas son las fundadoras de un pueblo.

En cuanto a la conducta de vida de Tamar, Judá incluso tiene que confesar abiertamente que es más justa que él (Génesis 38,26). De manera poco convencional, la mujer que según las ideas de su suegro debía quedar viuda de por vida a pesar de la promesa del levirato, se integra en la historia de Dios como antepasada de la casa de Judá. El comienzo del Libro del Éxodo dibuja a hombres y mujeres en blanco y negro. Los hombres están todos relacionados con la esfera de la muerte. Transmiten a sus compañeros la terrible presión que produce la orden de muerte del faraón. Las mujeres, en cambio, son todas fieles a la vida y a Yhwh. Su resistencia las conduce a la solidaridad más allá de las barreras sociales y étnicas. La hija del Faraón también actúa de manera ejemplar como una persona justa entre las naciones cooperando en el rescate del salvador de Israel. Al principio Moisés se hallaba entre aquellos hombres. Solo a través de la amenaza contra su vida aprende de las mujeres el camino correcto de la resistencia no violenta. Y solo después de este proceso de aprendizaje en el entorno de sus antepasados, ​​alcanza la madurez para responder a la llamada divina.

La autora bíblica del Libro de Rut, el rollo para la Fiesta de las Semanas, celebra el don de la Torá del Sinaí con su halakha que se refiere a la institución del levirato y la institución del rescate que también se aplica a una mujer de Moab quien, según el Libro de Deuteronomio 23,4-9, debe quedar excluida de la asamblea de Yhwh. Y lo hace mejor que sus colegas varones de los libros de Esdras-Nehemías, celosos de perseguir una comunión elitista con Dios. Rut y Noemí ejemplifican la bondad y preocupación de Yhwh por las personas, e incluyen a Booz en su comunidad de aprendizaje, donde se aprende a aplicar la Torá a la vida. ¡El aplauso de los habitantes de Belén y de toda la comunidad local les asegura a las dos mujeres que una nuera así vale más que siete hijos varones! En el árbol genealógico agnaticio desde Peres hasta David, el hijo de Rut se convierte en el séptimo en la secuencia genealógica, después del hijo de Tamar. El primer y séptimo eslabón de la cadena generacional deben su existencia a la lucha de las mujeres por un lugar entre el pueblo de la promesa.

de Irmtraud Fischer
Ha enseñado Estudios Bíblicos sobre el Antiguo Testamento en la Facultad de Teología Católica de la Universidad de Graz