«El otro merece ser acogido no tanto por lo que tiene, o que puede tener, o que puede dar, sino por lo que es». Lo subrayó el Papa hablando de los migrantes a los participantes del congreso formativo de la “Cátedra de la Acogida”, promovido por la Fraterna Domus de Sacrofano del 6 al 10 de marzo. Francisco les recibió la mañana del 9 de marzo en la Sala del Consistorio.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
Doy las gracias por sus palabras a sor Milena Pizziolo y os saludo a todos vosotros que participáis en el congreso formativa de la Cátedra de la Acogida, promovida por las hermanas de la Fraterna Domus. Y quiero sobre todo felicitaros, queridas hermanas, por esta iniciativa, con la cual habéis puesto vuestro carisma, vuestra experiencia y también vuestras estructuras al servicio de los que de diferentes modos trabajan en el campo de la acogida: un ámbito rico de valores y de espiritualidad, pero también atravesado por los dramas de nuestro tiempo. Os doy las gracias por vuestro compromiso; y doy las gracias también a las otras asociaciones, institutos, fundaciones y comunidad que colaboran en la Cátedra de la Acogida.
Comparto con vosotros algunas reflexiones haciendo referencia a la Encíclica Fratelli tutti ( ft ).
La acogida es uno de los rasgos que caracterizan lo que he llamado “un mundo abierto” (cfr ft , cap. iii ). La Encíclica es un llamamiento a «pensar y gestar un mondo abierto» (ibid.) – contra el cierre “de sacristía”, ¡que a veces tenemos nosotros! –; y vosotros respondéis a este llamamiento: lo hacéis con el trabajo que lleváis adelante cada día, sin clamores, sin encender los focos, y lo hacéis también con estos encuentros formativos. De hecho, para poder trabajar, para poder generar acogida, es necesario también pensar la acogida. Este es el gran valor de momentos como este que estáis viviendo, en los cuales juntos profundizáis los diversos aspectos: antropológico, ético, religioso, histórico, etc. Pero vuestra “Cátedra” no es un laboratorio aséptico en el que se elaboran fórmulas abstractas: es un momento de reflexiones inseparables del trabajo en el campo, van juntos. Mientras escucháis y estudiáis, vosotros tened presentes los rostros, las historias, los problemas concretos y los compartís con los relatores y en los grupos de debate. Y esto es muy importante.
Volvamos a la Encíclica. Hay dos pasajes que me parece que puedan ser particularmente interesantes para vosotros. Me concentro en estos.
El primero lo encontráis en el capítulo tres, bajo el título de la “creciente apertura del amor”. Lo cito: «El amor nos pone finalmente en tensión hacia la comunión universal. Nadie madura ni alcanza su plenitud aislándose. Por su propia dinámica, el amor reclama una creciente apertura, mayor capacidad de acoger a otros, en una aventura nunca acabada que integra todas las periferias hacia un pleno sentido de pertenencia mutua. Jesús nos decía: “Todos ustedes son hermanos” (Mt 23,8)» ( ft , 95). La acogida es una expresión del amor, de ese dinamismo de apertura que nos impulsa a poner la atención en el otro, a buscar lo mejor para su vida (cfr ft , 91-94) y que en su pureza es la caridad infundida por Dios. En la medida en que está impregnada por esta actitud de apertura y acogida, una sociedad se vuelve capaz de integrar a todos sus miembros, incluso a aquellos que por diversas razones son “extranjeros existenciales” o “exiliados ocultos”, como a veces, por ejemplo, se encuentran las personas con discapacidad o los ancianos (cfr ft , 97-98). Sobre este aspecto del amor la referencia fundamental es la primera Encíclica de Benedicto xvi Deus caritas est (25 de dicembre 2005).
El segundo pasaje que os propongo de Fratelli tutti es el número 141. Lo cito completo: «La verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no sólo como país, sino también como familia humana, y esto se prueba especialmente en las épocas críticas. Los nacionalismos cerrados expresan en definitiva esta incapacidad de gratuidad, el error de creer que pueden desarrollarse al margen de la ruina de los demás y que cerrándose al resto estarán más protegidos. El inmigrante es visto como un usurpador que no ofrece nada. Así, se llega a pensar ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores. Sólo una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro». Estamos en el capítulo cuarto, titulado «Un corazón abierto al mundo entero», ahí donde se habla de la «gratuidad que acoge» (cfr nn. 139-141). El aspecto de la gratuidad es esencial para generar fraternidad y amistad social. Para vosotros subrayo la última frase: «Sólo una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro» (n. 141). La acogida gratuita. A menudo se habla de la aportación que los migrantes dan o pueden dar a las sociedades que les acogen. Esto es verdad y es importante. Pero el criterio fundamental no está en la utilidad de la persona, sino en el valor en sí que esta representa. El otro merece ser acogido no tanto por lo que tiene, o que puede tener, o que puede dar, sino por lo que es.
Siempre me ha llamado la atención, en el Antiguo Testamento, la recurrencia – en los profetas, en los Libros históricos – de las tes personas por las que se debe tener una atención especial: la viuda, el huérfano y el migrantes. Y se repite en el Deuteronomio, en el Éxodo – en el Éxodo no tanto, pero en el Deuteronomio - en el Levítico se repite esto: la atención, el cuidado por las viudas, por los migrantes, por los huérfanos. Es recurrente. Por ejemplo: “si tú estás segando, no pases otra vez: lo que se queda ahí, que sobra ahí, déjalo para la viuda, el huérfano, el migrante”. Siempre está esto. Es importante retomar esta tradición de la acogida, del modo de acoger a aquellos que no tienen y que viven una situación difícil.
Queridos hermanos y hermanas, os dejo estos puntos de reflexión, y os animo a llevar adelante vuestro camino de formación, para poder vivir cada vez mejor la acogida y promover una cultura de la acogida. Que la Virgen os acompañe. De corazón os bendigo, y os pido por favor que recéis por mí. ¡Gracias!