· Ciudad del Vaticano ·

MUJERES IGLESIA MUNDO

* Carta
“Sois maestras de renacimiento. Os prometemos solemnemente que no viviremos en paz hasta que cada una de vosotras haya recibido el consuelo de la verdad”

Queridas hermanas yazidíes

 Care sorelle   yazide  DCM-003
04 marzo 2023

¿A qué mujeres yazidíes debemos enviar nuestra carta? Quizá a las muy nobles y orgullosas combatientes, con sus trajes militares y armas en la mano, que recogía una prensa llena de buenas intenciones como para anestesiar nuestra conciencia. Pensábamos que como eran así de duras, lo lograrían. Como si tener que combatir todos los días para intentar seguir existiendo no fuera una derrota prolongada.

O quizá la carta debe estar dirigida a las jovencísimas y hermosas esposas yazidíes que nos presentan los artículos etnográficos cuando buscamos noticias sobre ellas. O a las mujeres que en 2014 el llamado Estado Islámico secuestró, asesinó o esclavizó de formas innombrables, usadas como instrumentos de guerra para destruir a un pueblo a través de estos cuerpos, tal y como los yihadistas estaban destruyendo los puentes sobre el Éufrates y arrasando con calles, monumentos y hogares de miles de familias.

Vamos a empezar de nuevo. Queridas mujeres yazidíes, hermanas, solemnemente prometemos que no viviremos en paz hasta que cada una de vosotras haya recibido el consuelo de la verdad y la justicia, y con vosotras, vuestros padres, hermanos e hijos. Quizá esta sea la única carta posible. Necesitamos encontrar nuevas palabras para hablar de vosotras. Palabras que sepan ver y conservar el recuerdo feroz de todo y juntas podáis fijar la mirada hacia el horizonte de un largo tiempo de paz. Pero cómo hacerlo. La mayoría de nosotros en Occidente conocimos la historia del pueblo Yazidí cuando los hombres tras la bandera negra del llamado Estado Islámico decidieron que erais el enemigo a destruir. Lo hicieron otros antes, pero no de una manera tan atroz. Ha sido vuestra historia, mujeres yazidíes con vestidos coloridos y peinados elegantes, la que rompió las barreras de nuestra indiferencia. Y entonces, de la mezcla de humanidad que habita los confines de la mítica Mesopotamia, -la tierra entre dos ríos que todo estudiante conocer por ser milenaria, bella, fértil, paraíso terrenal modelo de toda futura promesa-, aparecieron en nuestra conciencia los yazidíes. Surgidos de la sinrazón. No es que la razón pueda explicar lo que hacen los hombres, ni siquiera puede la religión. Vuestra religión es mansa, de tradición oral y misteriosa como todas las religiones, pero quizá un poco más que otras. En nombre de otra religión han consumado el mal contra vosotros. Pero eso no es Dios. Es el poder de los hombres que saben cómo el cuerpo de una mujer puede volver a dar vida y esperanza a todo un pueblo. 

¿Se puede seguir pensando esto después de experiencias como la vuestra? Me pregunto qué queda de bueno en la vida de las que sobrevivieron. Podríais haber muerto de mil maneras, pero no sucedió. Me pregunto cómo ayudar a encontrar dentro de una misma el camino para resucitar a la humanidad. Tal vez “hermanas” sea la palabra clave. Los relatos que Nadia Murad regaló al mundo con inmensa generosidad nos cuentan que os aferrasteis a una hermandad natural, inmediata y espontánea, que llorasteis los muertos de todas juntas, que mantuvisteis los lazos de vuestra existencia cuando os separaban y que os ayudasteis a escapar. De esta forma os convertisteis en hermanas de las mujeres tutsi en Ruanda, de las mujeres musulmanas en Bosnia-Herzegovina y de las mujeres rohinyá que huyen de Myanmar. Un recorrido por el mundo de la violencia que utiliza el cuerpo de la mujer para aniquilar a un pueblo.

Ahora que al menos para una parte de vosotras esa violenta experiencia ha terminado, podría abrirse un nuevo tiempo de bien, un tiempo para reparar la vida de las que sobrevivieron y la historia del pueblo Yazidí para el que os habéis convertido en maestras de renacimiento, capaces de volver a escribir la historia de vuestro pueblo. Conocemos vuestras historias de determinación, resistencia y valentía. Habéis mantenido la esperanza.  

Es hora de liberar a las que siguen siendo esclavas en los campos de refugiados, casi tres mil, una cantidad enorme, o a aquellas que no escapan por no dejar a sus hijos atrás. El mal comienza y luego toma vida propia y se necesita un mundo para detenerlo. Se necesita una hermandad, una sororidad universal. Es fácil golpear a los yazidíes, un pueblo sin tierra. Pero nadie es dueño de la tierra y por eso vuestra historia nos recuerda la verdad de todos nosotros, hombres y mujeres. Nadie es dueño, somos guardianes. En la naturaleza, la violencia solo es necesaria para sobrevivir. El animal que se come, se come para vivir. El resto es solo el pecado de los hombres. En vuestra historia de estos años parece que ha triunfado el mal y nada más. Violencia, muerte, secuestro y más violencia. Y hoy el silencio de los campos de refugiados. Pareciera el fin de nuestro mundo humano.

Queridas hermanas yazidíes, prometemos solemnemente aliarnos con quienes os están ayudando, apoyaros con palabras, escrituras y recursos para quienes os buscan, porque muchas seguís desaparecidas, y para quienes os están acompañando a comenzar de nuevo en algún país del mundo con humanidad, apoyando a aquellos gobiernos que sientan se sientan responsables de lo que pasa en este mundo. Conscientes de que, si el Cielo todavía nos regala días aquí abajo, es para poder salvar nuestra común humanidad.

de Mariapía Veladiano