* Carta
Os escribo para daros las gracias. A lo largo de los años he visto fotos de algunas de vosotras, sonrientes y armadas, combatiendo la violencia del fundamentalismo en una de sus formas más crueles, la del llamado Estado Islámico. Eran imágenes potentes de fuerza, juventud y belleza que nos remiten a las más nobles batallas por la liberación, a momentos llenos de esperanza en los que las dificultades se mantienen en lo escondido.
Pero hay algo más en esas fotos, precisamente porque son fotos de mujeres respetadas, unas instantáneas muy diferentes a las de las mujeres obligadas a llevar un velo completo, marginadas de la vida pública y excluidas de la educación. Basta con compararlas para comprender cómo esta lucha es una cuestión de vida o muerte, porque ni vuestros cuerpos ni vuestras almas pueden renunciar a la plenitud del ser en el mundo. Toda esa belleza enmascara ese dolor, ese cansancio, esa pérdida y, en definitiva, la muerte.
No me sorprendió descubrir que el grito, “Mujeres, vida y libertad”, que nos ha llegado desde Irán, fuera antes el grito de las mujeres kurdas: Jin, Jiyan, Azadi”. Poco después, se escuchó en farsi: “Zhen, Zhian, Azadi”. Las que vivís en Irán y otras iraníes lo habéis gritado juntas en distintos idiomas en esta batalla no violenta que estáis llevando a cabo. Me ha impactado, pero no me ha sorprendido, saber que ese grito ya era, desde los años ochenta y noventa del siglo XX, la consigna de la resistencia feminista kurda. Es un lema que se ha reproducido también en Oriente Medio allí donde las condiciones de vida se han tornado en intolerables para muchas mujeres.
Os escribo por admiración. Cuando pienso en la condición de la minoría a la que pertenecéis, asentada entre Turquía, Siria, Irán e Irak, sin nación y perseguida por vuestra lengua y cultura, me parece un milagro que no hayáis dado a luz a un nacionalismo cerrado e identitario. Vosotras estáis en el corazón del experimento Rojava, la Administración Autónoma del Noreste de Siria no reconocida oficialmente por el gobierno sirio, que tiene por objetivo una sociedad basada en la convivencia de culturas y religiones, en la ecología, el feminismo, la economía social y la autodefensa popular.
Me llama la atención la fuerza con la que ponéis en el centro de la sociedad la libertad de la mujer y su capacidad de liderazgo político; me llama la atención cómo dejáis de lado el sueño decimonónico de nación por el de colaboración democrática entre personas de diferentes culturas, a quienes se garantiza la expresión y el estudio de su propia lengua y cultura; y me resulta muy interesante vuestra idea de una política de base que se desarrolla en los municipios y en asambleas de participación ciudadana, desde pequeñas a grandes. Me suscita interés vuestra forma de abordar el tema de la educación, el apoyo mutuo y la ecología. Me parece que la vida pública, tal como la imagináis, supera las polaridades a las que estamos acostumbrados, como norte-sur o este-oeste, e introduce un elemento completamente diferente, que proviene de la tradición socialista, y que se expresa como nuevo.
No sé si en la práctica lográis alcanzar vuestras aspiraciones. Me cuesta no salir inmediatamente en vuestra defensa cuando oigo críticas hacia vosotras y hacia el Rojava que estáis construyendo. Pero también tengo que considerar que no todas las historias contienen solo gloria. Os estoy inmensamente agradecida y, junto con mi gratitud, espero que os llegue un deseo tan fuerte que podáis perseguir entre vuestras aspiraciones la no violencia; y os sintáis además tan seguras como para poder hablar de todo, sobre todo, de lo que no funciona y de lo que hay que mejorar para poner en marcha una nueva idea de estar en el mundo. Contadnos todo para que podamos aprender de vosotras.
de Carola Susani