A todo el que ejerce un ministerio en la Iglesia se le pide que haga espacio al Señor e interceda en medio del pueblo.
El discurso pronunciado por el Papa Francisco en la Catedral de Yuba, en el encuentro con los obispos, el clero y los religiosos del país, es profundo y está lleno de reflexiones que van mucho más allá de las fronteras de Sudán del Sur y de África.
El Sucesor de Pedro recordó en primer lugar la necesidad de no pensar "que somos el centro", de no confiar "en nuestra propia habilidad", porque "nuestro trabajo viene de Dios: Él es el Señor y nosotros estamos llamados a ser instrumentos dóciles en sus manos".
A continuación, pidió a los pastores que fueran compasivos y misericordiosos, "no amos del pueblo" ni "líderes tribales".
A continuación, introdujo una actitud fundamental de quienes están llamados a servir a sus hermanos y hermanas: la intercesión.
Como hizo el Hijo de Dios al encarnarse y morir en la cruz: descendió para levantarnos.
Como hizo Moisés, intercediendo por el pueblo, metiéndose en su historia para acercarlo a Dios.
E interceder, explicó Francisco, haciéndose eco de las palabras del cardenal Martini, no significa simplemente "rezar por alguien", como a menudo pensamos. Etimológicamente significa "dar un paso en medio", dar un paso para ponerse en medio de una situación. "Muchas veces no sale muy bien, pero hay que hacerlo", señaló el Papa. Era evidente, escuchándole, que el obispo de Roma hablaba en tercera persona pero desde el corazón de su propia experiencia como pastor que reza, que grita, que intercede, que se mete en medio para ayudar a su pueblo.
Porque, como explicó, esto es precisamente lo que se requiere de los pastores, "caminar en medio": en medio del sufrimiento, en medio de las lágrimas, en medio del hambre de Dios y la sed de amor de sus hermanos y hermanas. "Nuestro primer deber -prosiguió Francisco- no es ser una Iglesia perfectamente organizada: eso lo puede hacer cualquier empresa. La Iglesia de Cristo "se sitúa en medio de la vida sufriente del pueblo y se ensucia las manos por el pueblo" y sus pastores ejercen su ministerio, "caminando en medio y juntos, aprendiendo a escuchar y a dialogar, colaborando entre nosotros como ministros y con los laicos".
Juntos, no como miembros privilegiados de una casta. Juntos siguiendo al Maestro y haciéndole sitio, no como funcionarios de lo sagrado o como gestores que se apoyan en estructuras y estrategias. ¿No es éste el icono más apropiado para describir la sinodalidad?
Andrea Tornielli