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MUJERES IGLESIA MUNDO

La Entrevista
Patricia Murray, secretaria de la Uisg: así defendemos a los marginados

“Obligadas” a ser líderes

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07 enero 2023

“Cada uno de nosotros es un líder, aunque no sepa. Si bien, las religiosas estamos “obligadas” a serlo”, afirma la hermana Patricia Murray, de 60 años, religiosa irlandesa del Instituto de la Santísima Virgen María y secretaria ejecutiva de la Unión Internacional de Superioras Generales (uisg). Las religiosas están “obligadas” a asumir el liderazgo porque, como siempre, congregaciones y órdenes se han comprometido en las fronteras geográficas y existenciales del planeta, junto a seres humanos privados de sus derechos por la marginación, la injusticia y la pobreza. “Y como parte de nuestro servicio, estamos llamadas a defender su dignidad. Y hacer que crezcan en liderazgo. Las religiosas podemos ser un catalizador”, señala la hermana Murray. Para hacer esto, primero deben entender cómo ser auténticas líderes y no solo jefes.

A la luz de estas consideraciones, no es de extrañar que la vida religiosa, y en particular la de las mujeres, haya desarrollado una intensa reflexión sobre el tema del liderazgo. El punto de inflexión se produjo en 2017 con la elaboración de las orientaciones de la Congregación para la vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica. Una parte importante del texto está dedicada precisamente a la forma de conducir las comunidades.

“La autoridad solo puede estar al servicio de la comunión, un verdadero ministerio para acompañar a los hermanos y hermanas hacia una fidelidad consciente y responsable”, indica el documento. El debate desencadenado por la preparación del documento para el Sínodo sobre la sinodalidad el año pasado ofreció nuevas perspectivas. De este debate nació el proyecto “New leaders”, la campaña lanzada el pasado mes de junio por la UISG para mostrar y fortalecer a través de una serie de videos y una formación virtual la capacidad de ser agentes de cambio para saciar el hambre y la sed de la humanidad de significado, de paz, de reconciliación y de liberación. “En el corazón de nuestro deseo de ser líderes al servicio de los seres humanos y del mundo está el Evangelio. El liderazgo de Jesús se expresa en el lavatorio de los pies”, asegura la secretaria de la UISG.

Y el término “liderazgo” se asocia generalmente más al poder que al servicio.

Se trata de poder, el poder de sacudir el mundo y hacerlo un poco mejor. El liderazgo es la capacidad de ver lo que debe cambiarse e involucrar a otros en el esfuerzo por lograr el cambio. Está indisolublemente ligado al servicio: surge del deseo de servir a los seres humanos, comenzando por los más pobres. Y a la sinodalidad.

¿Qué tiene que ver la sinodalidad?

El liderazgo que esta vez necesita la Iglesia y la sociedad es el liderazgo sinodal. Se trata de escuchar a un nivel profundo que permita a las personas expresar su verdad. Y descubrir juntos la Verdad compartiendo estas verdades que contienen un fragmento de ella. Es una práctica espiritual. No digo religiosa sino espiritual porque saca a relucir la espiritualidad de cada uno. Su humanidad más auténtica. Es esto lo que nos une más allá de las diferencias. En el fondo, todos tenemos los mismos deseos. Las formas de llegar a ellos cambian. Sin embargo, lo que nos une es más fuerte que lo que nos divide. Esto se aprende en el discernimiento, que no es un método de para decidir, sino que busca las raíces de las aspiraciones humanas. Discernimiento y sinodalidad son las dos características fundamentales del liderazgo.

¿Me puede poner un ejemplo?

Al final de la guerra en Sudán del Sur, los obispos locales, en marzo de 2006, invitaron a los representantes de la vida religiosa femenina y masculina a viajar al país para comprender las necesidades de los habitantes. Partimos seis, tres hombres y tres mujeres. En cuatro semanas fuimos a cinco diócesis, donde escuchamos a la gente describir el enorme sufrimiento que habían vivido, cómo era su vida actual y sus aspiraciones, es decir, una nación donde la salud y la educación fueran accesibles para todos y donde pudieran cultivar sus campos en paz y criar a sus animales. Ninguno de ellos nos preguntó nada, simplemente nos hablaron de todo esto. Al final, nos dieron las gracias por escucharlos. Sentían que el mundo los había olvidado y estaban sorprendidos de que la Iglesia no lo hubiera hecho.

Al final de la misión, presentamos la experiencia ante los superiores generales en Roma y les propusimos que trataran de responder, juntos, religiosos y religiosas, a las necesidades expresadas por los sudsudaneses, unas necesidades demasiado grandes para una sola orden o congregación. En base a lo que nos pidieron, ofrecimos cursos para maestros, enfermeras, matronas, agricultores y ganaderos. Así nació “Solidarity with South Sudan” una organización que sigue activa y que para mí es un ejemplo extraordinario de liderazgo sinodal. Primero, respondimos a una invitación, no fuimos con una gran idea. Las propuestas nacieron de la escucha y discernimiento de los deseos de un pueblo y de un posterior análisis de religiosos y religiosas de más de doscientos carismas diferentes, reunidos en las Uniones Generales.

¿Cuál ha sido el momento más difícil en el que ha tenido que ejercer ese liderazgo?

En 1986 hubo un gran incendio en la casa de nuestra comunidad en Dublín en el que murieron seis hermanas. Para todos nosotros fue un trauma fuerte. Sin embargo, en ese momento, como contacto con los medios de comunicación de mi congregación, no podía darme el lujo de desahogar mi sufrimiento. Solo pude llorar 20 años después cuando la televisión nacional irlandesa me entrevistó sobre ello. El incendio de 1986 fue la prueba más difícil de mi capacidad de liderazgo.

¿Más difícil incluso que cuando en mayo, en el World economic forum de Davos, tuvo que reunirse con los representantes del poder económico internacional para proponerles una visión distinta del futuro?

Davos no fue una experiencia difícil. Por el contrario, fue una oportunidad extraordinaria para hablar a los grandes gerentes del mundo sobre cómo las hermanas intentan marcar la diferencia en varias partes del mundo y cómo, junto con ellas, podrían marcar una diferencia aún mayor.

¿En definitiva, la Iglesia y, en concreto, la vida religiosa femenina puede enseñar al mundo nuevas formas de liderazgo?

Antes de enseñar tenemos que aprender con honestidad a ser líderes sinodales. Por ahora, es nuestro deseo, pero tenemos que practicarlo un poco más.

¿Existe por tanto un problema de liderazgo también en la vida religiosa?

Por supuesto, como existe en todas partes. Los problemas surgen cuando quienes lideran una comunidad u organización lo hacen con autoritarismo, sin implicar a los demás. Es lo opuesto a Dios, verdadero maestro del liderazgo sinodal. En la Trinidad tenemos tres Personas todas involucradas, de diferentes maneras, en la Creación y en su florecimiento. Esto es lo que la Iglesia debe ofrecer al presente y al futuro ya que es lo que Dios nos pide para hacer resplandecer nuestra humanidad.

de Lucia Capuzzi
Periodista de «Avvenire»