El Papa Francisco rindió homenaje público el jueves, 8 de diciembre, a la Virgen de la Inmaculada en Roma y le trasladó la “súplica” de quienes sufren la guerra en Ucrania. “Virgen de la Inmaculada, habría querido traerte hoy el agradecimiento del pueblo ucranio por la paz que desde hace mucho tiempo pedimos al Señor. En cambio, todavía tengo que presentarte la súplica de los niños, de los ancianos, de los padres y madres, de los jóvenes de esa tierra martirizada”, rezó el Pontífice, entre lágrimas. Francisco depositó una ofrenda floral ante la Virgen y pronunció la oración, que publicamos a continuación.
Nuestra Madre Inmaculada,
hoy el pueblo de Roma se reúne a tu alrededor.
Las flores puestas a tus pies
por tantas realidades ciudadanas
expresan amor y devoción por ti,
que velas por todos nosotros.
Y también ves y acoges
esas flores invisibles que son tantas invocaciones,
tantas súplicas silenciosas, a veces sofocadas,
ocultas pero no para ti, que eres Madre.
Después de dos años en los que he venido
para presentarte mis respetos a solas al amanecer,
hoy vuelvo a ti con el pueblo,
la gente de esta Iglesia, la gente de esta Ciudad.
Y te traigo las gracias y súplicas
de todos tus hijos, cercanos y lejanos.
Tú, desde el Cielo donde Dios te ha recibido,
ves las cosas de la tierra mucho mejor que nosotros;
pero como Madre escuchas nuestras invocaciones
para presentárselas a tu Hijo
a su Corazón lleno de misericordia.
En primer lugar te traigo el amor filial
de innumerables hombres y mujeres, no sólo cristianos
que te tienen la mayor gratitud
por tu belleza toda gracia y humildad:
porque en medio de tantas nubes negras
eres un signo de esperanza y consuelo.
Te traigo las sonrisas de los niños
que aprenden tu nombre delante de tu imagen,
en brazos de sus madres y abuelas,
y empiezan a conocer
que ellos también tienen una Madre en el Cielo.
Y cuando, en la vida, sucede que esas sonrisas
dan paso a las lágrimas,
¡qué importante es haberte conocido,
haber tenido el don de tu maternidad!
Te traigo la gratitud de los mayores y los ancianos:
una gratitud acorde con sus vidas,
tejida de recuerdos, de alegrías y penas,
de logros que conocen bien
que han conseguido con su ayuda,
sosteniendo su mano en la tuya.
Madre, te traigo las preocupaciones de las familias
de padres y madres que a menudo luchan
para llegar a fin de mes en casa
y afrontar día a día
pequeños y grandes retos para salir adelante.
En particular, te confío a las parejas jóvenes,
que mirándote a ti y a San José
afrontan la vida con valentía
confiando en la Providencia de Dios.
Te traigo los sueños y las angustias de los jóvenes,
abiertos al futuro pero frenados por una cultura
rica de cosas y pobre de valores,
saturada de información y deficiente al educar,
persuasiva al engañar y despiadada al decepcionar.
Te recomiendo especialmente a los niños
más afectados por la pandemia,
para que puedan volver lentamente
a agitar y desplegar las alas
y a redescubrir el sabor de volar alto.
Virgen Inmaculada, hubiera querido hoy
Traerte el agradecimiento del pueblo ucraniano
por la paz que llevamos tanto tiempo pidiendo al Señor.
En cambio aún tengo que traerte la súplica
de los niños, de los ancianos,
de los padres y madres, de los jóvenes
de esa tierra martirizada, que tanto sufre.
Pero en realidad todos sabemos
que estás con ellos y con todos los que sufren,
como estuviste junto a la cruz de tu Hijo.
¡Gracias, Madre nuestra!
Mirándote a ti, que estás libre de pecado
que sigamos creyendo y esperando
que sobre el odio venza el amor,
que la verdad prevalezca sobre la mentira
que sobre la ofensa prevalezca perdón,
que sobre la guerra prevalezca la paz. ¡Que así sea!