· Ciudad del Vaticano ·

A los formadores de seminarios latinoamericanos el Papa recuerda la misión del sacerdote

Con misericordia y ternura cerca del pueblo de Dios

 Con misericordia y ternura cerca del pueblo de Dios  SPA-046
18 noviembre 2022

Publicamos el discurso del Santo Padre pronunciado de forma improvisada en español , durante la audiencia de la mañana del 10 de noviembre, a los 130 participantes del curso para rectores y formadores de seminarios de América Latina, que se celebró del 7 al 18 de noviembre en Roma por iniciativa del Dicasterio para el clero, en particular de la sección Seminarios, en colaboración con la fundación Ayuda a la Iglesia necesitada.

Agradezco al Cardenal su presentación, agradezco a los miembros del Dicasterio, al Secretario, Subsecretario y al resto de la “banda” que hayan venido aquí. Y ahora les voy a leer un discurso de doce páginas, que es un campeonato… A ver después de la tercera quién se acuerda lo que dije. Pero, para evitar este riesgo, se los voy a dar escrito, al secretario, para que lo haga conocer, va a salir hoy en el “Osservatore Romano”. Es lo que yo pienso sobre la formación sacerdotal, pero es una cosa pesada, que la lean con tranquilidad. Y yo más bien acá me voy a permitir decir tres o cuatro cosas que tengo en el corazón, que se las quiero decir de cercano, para la vida sacerdotal de ustedes, sobre todo, la vida de formadores del seminario.

Porque no es fácil eso, ¿no es cierto? En mi tiempo nos metían todos en la serie, y la formación era por serie: “Hoy toca esto, esto, esto…”. Y el que aguantaba hasta el final se ordenaba, y los demás se iban cayendo por el camino o iban dejando. En aquel tiempo, salían excelentes sacerdotes así, excelentes. Hoy día esto no sirve, porque es otra época, otra la carne, la materia prima. Otros son los jóvenes, otras las inquietudes; entonces, bueno, estamos para formar esos jóvenes.

Y una de las tentaciones más serias que hoy día pasa la Iglesia, ustedes lo saben mejor que yo, es cuando te vienen con esquemas rígidos de formación, ¿no es cierto?, todo rigidez y qué se yo… Han surgido congregaciones religiosas que son un desastre, que hubo que ir cerrándolas de a poco, congregaciones de rígidos “que no, que no, que no…”. Y que en el fondo, detrás de esa rigidez, se esconde verdadera podredumbre. Entonces, es importante discernir bien, a lo largo de la formación, cómo acompañar a los chicos. Y la palabra discernir creo que es clave. Si un formador no tiene la capacidad de discernir, que le diga a su obispo: “Mirá, mándame a otra cosa, yo para esto no sirvo”. Porque discernir supone silencio, supone oración, supone rezar, supone acompañar, supone capacidad de sufrir, supone no tener la respuesta hecha. Respuestas hechas hoy en día no les sirven a los chicos sino que hay que ir acompañándolos, con la doctrina clara, eso sí, pero ir acompañándolos en las diversas coyunturas.

En ese trabajo que tienen ustedes, las cosas necesarias las tiene el Secretario ahí, lo van a ver escrito todo, esto hay que hace hacerlo. Porque es un problema del número de seminaristas, no puede haber un seminario con cuatro personas, no. “No tenemos más” – júntense. Punto.

Y hay una manía que yo tengo, que es hablar de la proximidad, porque creo que hay que ir ahí a la fuente de lo que es nuestro Dios. Y nuestro Dios, el estilo de Dios es la proximidad. Esto lo dice Él, no lo digo yo. En el Deuteronomio le dice al pueblo: “Decime, ¿qué pueblo tiene sus dioses tan cercanos como vos me tenés a mí?”. La cercanía. Y este tiene que contagiarnos, o sea, el sacerdote, el seminarista, el sacerdote tiene que ser “cercano”. ¿Cercano a quién? ¿A las chicas de la parroquia? Y algunos sí, son cercanos, después se casan, está bien. Es el movimiento familiar cristiano que trabaja ahí… Pero ¿cercano a quién? ¿Cercano cómo? Y hay dos adjetivos de esta cercanía de Dios: Dios es cercano con misericordia y con ternura. Y estas tres cosas las tienen que lograr en los chicos. Que sean sacerdotes bien hombres, misericordiosos pero con ternura. No podemos tener como curas dirigentes de empresa de una parroquia que conducen a los gritos, que masifican todo, que viven simplemente de tres o cuatro cosas y no saben dialogar o que son incapaces de acariciar un chico, besar un anciano o que simplemente, no van a “perder tiempo” a hablar con los enfermos, que es perder tiempo, sino que están en los planes parroquiales y todo eso. No, eso no sirve. Cercanía, misericordia y ternura.

A veces, sufro cuando encuentro gente que viene llorando porque fue a confesarse y le dijeron de todo. Si vos te venís a confesar porque hiciste una, dos, diez mil macanas… ¡das gracias a Dios y lo perdonás! Pero todavía que el otro pasa vergüenza y todo, le das, le das y le das. “Y no puedo absolverte, no puedo porque estás en pecado mortal, tengo que pedir permiso al obispo…”. Eso sucede, ¡por favor! ¡Nuestro pueblo no puede estar en manos de delincuentes! Y un cura que obra así es un delincuente, con todas las palabras. Les guste o no les guste. O sea, pastor cercano con misericordia y ternura. ¿La tienen clara esta? Porque creo que conviene subrayar esto.

Y simplemente me voy a repetir porque esto lo repito siempre, pero creo que es importante que se los diga: las cuatro cercanías del cura. Hay cuatro cercanías que tienen que ser, primero, la cercanía con Dios. Sépanlo, un cura que no reza se va al tacho. Quizás persevera hasta viejo pero en el tacho, es decir, en la mediocridad. No digo en el pecado mortal, no, la mediocridad, que es peor que pecado mortal. Porque el pecado mortal te asusta y te vas a confesar enseguida. La mediocridad es un estilo de vida, ni muy muy, ni tan tan… Y vas sacando tajada de todo lo que podés y así perseverás hasta el final. En eso cae el cura que no reza. Por favor, recen, en serio, y pidan al que o a la que los acompaña espiritualmente que les enseñe a rezar. Confíen en el modo de rezar que tienen con el o la acompañante espiritual que tengan. Por favor, en eso, no cedan.

Una de las cosas que yo les preguntaba a los curas en Buenos Aires, cuando visitaba las parroquias y yo los veía por ahí, no a todos, pero a los que veía que estaban muy acelerados en el trabajo, les decía: “Che, ¿vos cómo terminás el día?” – “Agotado”. “¿Y cómo te vas a dormir?” – “Y bueno, agarro como dos o tres cosas y me voy a la cama, y ahí veo un poco de televisión y bueno, ya ahí más o menos me relajo”. “Ah está bien… ¿Y no pasás por la capilla antes?”. No se había dado cuenta, que al menos tenés que decirle buenas noches al Patrón. Es decir, como que llevás la cosa, la necesidad pastoral te va llevando a dejar de rezar. Pero no porque tenés que rezar, no, sino que tenés que sentir la necesidad de rezar. “Mirá Señor, estoy metido en este lío, está este problema parroquial, este otro, que el obispo, de acá, de allá…”. Hablar con el Señor y perder tiempo en la oración. Cuanto más ocupado está un cura, más tiene que perder tiempo en la oración. O sea, cercanía al Señor en la oración. Primera cercanía.

Segunda cercanía, cercanía al obispo. En esto no negocien nunca. Y pasen bien la doctrina a los chicos. No hay Iglesia sin obispo. “Que es un desgraciado”. Vos también sos un desgraciado. O sea, entre desgraciados se van a entender. Pero es tu padre. Y si no tenés el coraje de decir las cosas en la cara, no se las digas a otro, te las callas. O vas como un hombre a tu obispo, o le pedís al Señor que solucione. Pero cercanía a él, buscarlo. Y el obispo tiene que estar cercano con los curas, eso sí. Pero buscarlo, estar cerca, no para chuparle las medias para que te de esa parroquia o te de esta otra que le gusta más, no. Para sentir al padre, para discernir con el padre. Y al decir cercanía digo respeto. Una de las cosas que ustedes nunca se tienen que permitir es hacer lo que hicieron los dos hijos de Noé: morirse de risa con el padre borracho. Hagan lo del tercero: van y lo cubren. Es verdad que a veces hay obispos que Dios me libre y guarde… Bueno, qué vas a hacer, hijo. Hay de todo en la viña del Señor. Cubrilo, es tu padre. Sé valiente, hablá con él, pero no uses esa carne herida y pecadora de ese obispo para divertirte en comentarios con los demás o para justificar tus cosas. Es tu padre. Cercanía con Dios, primero. Cercanía con el obispo, segundo. Y buscalo no para chuparle las medias, pero para estar junto a él o al menos respétalo. Pero con el obispo no se juega, porque es Cristo para ustedes.

Tercero, cercanía entre los curas. Miren, uno de los vicios más feos que tenemos nosotros la raza clerical es la murmuración: cuando pasamos revista, mirá que…. ¡Somos chismosos de alma! Sacamos el cuero a los compañeros…. ¡son tus hermanos! Si vos no tenés los pantalones para decir las cosas en la cara, cómetelas. ¡Pero no se lo vas a decir a otro como una vieja chismosa! Y a veces, los chismes de los curas, después de reuniones del colegio presbiteral, por ejemplo, salen afuera y “viste aquel, y aquel …”. Es tu hermano, sí es un desgraciado, pero vos también. Pero por favor, sean hombres, virilidad en esto, no sean viejas chismosas, por favor. Yo se lo digo a ustedes para que se lo enseñen a los chicos. Si ustedes ven a un seminarista que le gusta darle a la lengua mándenlo un poquito afuera que se ventile con el trabajo duro, lo que es la dureza del trabajo, y después ven si lo reciben o no lo reciben. Pero, chismosos sobran en la Iglesia, sobran en todas partes. Sobran. No formemos más chismosos, que eso nos arruina la vida.

Y la cuarta cercanía es con el pueblo de Dios. Realmente a mí me duele cuando veo curas tan almidonados que se olvidaron del pueblo de donde lo sacaron. Lo que le dice Pablo a Timoteo: “Acordate de tu madre y tu abuela”. O sea, pensá de dónde saliste, que te sacaron detrás del rebaño. No te olvides de tu pueblo. Y enseñale a los pibes a tener amor a su pueblo, de donde salieron. No tirárselas ya de extraterrestre porque están estudiando filosofía o teología, lo que sea, porque van a ser curas, separados. Que no se olviden del olor del pueblo de Dios, que es el que los va a meter en esto.

Ustedes como formadores tienen que formar a los chicos en estas cuatro cercanías: cercanía con Dios en la oración, cercanía con el obispo, que no se negocia al obispo. Tercera cercanía en el colegio presbiteral, formarlos a que sean buenos hermanos. Y cuarto, cercanía con el pueblo de Dios, que no pierdan el olor a la pertenencia de la cual vienen. Bueno, esto es lo que les quería decir en vez de leerles estas ¿cuántas eran, doce paginas? Son muy buenas, porque pasó por varias manos y la pensaron bien. Y les va a servir. Pero esto es lo que yo tengo en el corazón, y fórmenlos así, por favor. Que no les salgan curitas raquíticos espiritualmente o humanamente, o tipos que se quedan en el seminario porque no saben qué hacer de su vida afuera.

Bueno, recen por mí, recen entre ustedes, ayúdense, no pierdan el espíritu de camaradería entre ustedes. Charlar cosas serias juntos, reírse juntos, ir a comer una pizza juntos. Todo lo que sea fraternidad que les ayude a ir adelante. Ahora les voy a dar la bendición y después los saludo uno por uno.