Al finalizar la misa para las canonizaciones, desde el atrio de la basílica de San Pedro, el Papa guio la oración del Ángelus, que introdujo saludando a los fieles devotos de los nuevos santos, recordando la beatificación de María Costanza Panas y el 60º aniversario del inicio del Concilio Vaticano ii —uniendo a esto un sentido llamamiento contra la amenaza nuclear que hoy como entonces pesa sobre la humanidad— y rezando por las víctimas de la masacre en una escuela en Tailandia.
Antes de concluir esta celebración eucarística, saludo y agradezco a todos los que han venido a honrar a los nuevos santos. Saludo a los Cardenales, a los Obispos, a los sacerdotes, a las personas consagradas, especialmente a los Misioneros y Misioneras de San Carlos Borromeo y a los Hermanos Salesianos Coadjutores. Saludo con gratitud a las Delegaciones oficiales.
Hoy, en Fabriano, será beatificada María Costanza Panas, monja clarisa capuchina, que vivió en el monasterio de Fabriano desde 1917 hasta 1963, cuando partió al cielo. Acogía a todos los que llamaban a la puerta del monasterio, infundiendo serenidad y confianza a todos. En sus últimos años, gravemente enferma, ofreció sus sufrimientos por el Concilio Vaticano ii , cuyo 60º aniversario de inicio se cumple pasado mañana. Que la Beata María Constanza nos ayude a ser siempre confiados en Dios y acogedores con el prójimo. ¡Un aplauso para la nueva beata! A propósito del inicio del Concilio, hace 60 años, no podemos olvidar el peligro de guerra nuclear que en aquel entonces amenazaba al mundo. ¿Por qué no aprender de la historia? También en aquella época había conflictos y grandes tensiones, pero se eligió la vía pacífica. Está escrito en la Biblia: «Así habla el Señor: “Deténganse sobre los caminos y miren, pregunten a los senderos antiguos dónde está el buen camino, y vayan por él: así encontrarán tranquilidad para sus almas”» (Jer 6,16).
Aseguro mis oraciones por las víctimas del demencial acto de violencia ocurrido hace tres días en Tailandia. Con conmoción confío al Padre de la Vida, en particular, a los niños pequeños y a sus familias.
Y ahora dirijámonos a la Virgen María para que nos ayude a ser testigos del Evangelio, animados por el ejemplo de los santos.