La Biblia
La primera de las muchas mujeres llamadas profetisas por la Biblia es Miriam, conocida por salvar a su hermano pequeño Moisés de ahogarse en el Nilo, por sacar a su pueblo de la esclavitud en Egipto y por haber desafiado incluso la autoridad de Moisés en el desierto. A Miriam también se le atribuye la preservación de la historia del antiguo Israel a través del canto y la danza. “María la profetisa, hermana de Aarón, tomó su pandero en la mano y todas las mujeres salieron tras ella con panderos a danzar. María entonaba: «Cantaré al Señor, pues se cubrió de gloria, caballos y jinetes arrojó en el mar»”. (Éxodo 15, 20-21).
El hebreo es arcaico, por lo que el canto es uno de los pasajes más antiguos de la Biblia. Poco antes, se lee: “Entonces Moisés y los hijos de Israel entonaron este canto al Señor: «Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar. Mi fuerza y mi poder es el Señor, Él fue mi salvación. Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré (Éxodo 15, 1-3)”. La ubicación de este texto parece sugerir que el canto de Miriam hace eco al de Moisés, pero es más probable que haya nacido de Miriam y otras mujeres, ya que fueron ellas las que custodiaron la historia de Israel y celebraron las victorias de Dios con instrumentos musicales, cantando y bailando.
No sería la única vez que se le da crédito a un hombre por la composición de una mujer. Un rollo del Mar Muerto, llamado el Pentateuco reelaborado, atribuye otra versión del cántico a Miriam.
El versículo Jueces 5, 1 comienza diciendo: “Débora y Barac, hijo de Abinoán, entonaron aquel día un cántico”, pero en hebreo el verbo “cantar” se usa en femenino y el siguiente cántico se expresa en primera persona del singular, devolviéndonos solo la voz de Débora: “Escuchad, reyes; oíd, príncipes, que voy a cantar al Señor, a salmodiar al Señor, Dios de Israel”, (Jueces 5, 3). En el canto, las mujeres de Israel celebran las victorias y también recuerdan a las víctimas inocentes de la guerra. Cuando David vence a Goliat, el campeón de los filisteos, el primer Libro de Samuel (18, 6-7) relata: “A su regreso, cuando David volvía de matar al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl para cantar danzando con tambores, gritos de alborozo y címbalos. Las mujeres cantaban y repetían al bailar: «Saúl mató a mil, David a diez mil»”. Sus palabras indican que David reclamará el trono de Saúl.
Y para celebrar la victoria de Judit sobre el general enemigo Holofernes, “todas las mujeres de Israel se juntaron para verla y la colmaron de alabanzas y compusieron entre ellas una danza en su honor”. Entonces “todas las mujeres de Israel acudieron a verla y felicitarla y ejecutaron danzas en su honor. Judit tomó ramos y los repartió entre todas. Y tanto ella como las demás se coronaron con ramas de olivo. Judit dirigía la danza de las mujeres, a la cabeza del gentío. Las seguían los hombres de Israel, armados y con ramos en sus manos, cantando himnos” (Judit 15, 12-13).
Hay varios aspectos dignos de mención entre estas escenas. En primer lugar, la asociación del canto, el baile y el sonido de los panderos con las mujeres.
En segundo lugar, el hecho de que muchas de estas mujeres sean solteras y muchas escenas las representen actuando solas. Importan, no porque estén bien casadas, porque sean nobles o porque sean ricas. Son importantes por su fidelidad a la alianza de Dios con Israel, por su valentía para actuar en tiempos de crisis y por pronunciarse políticamente. La Biblia no habla de un marido o de hijos de Miriam. Débora es tradicionalmente identificada como “la mujer de Lapidot” (Jueces 4, 4), pero la expresión hebrea “eshet lapidot” puede traducirse como “mujer de llamas”.
En tercer lugar, los cantos y la danza celebran ante todo el poder de Dios para salvar a su pueblo. En el centro de esta salvación no está la ida al cielo, sino una preocupación decididamente terrenal: la salvación de la guerra, la pobreza y la desesperación.
En cuarto lugar, las mujeres que cantan, bailan y hacen música lo hacen para toda la comunidad y, por lo tanto, comparten con ella sus talentos. Según el Hebreo de Éxodo 15 “Miriam les cantaba (masculino plural): “¡Alabad (masculino plural, ed.) a mi Dios con tambores, elevad cantos al Señor con cítaras, ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza; ensalzad e invocad su nombre!”. Miriam dirige el canto y anima tanto a hombres como a mujeres a seguirla. Y Judith está acompañada por Barak, el militar: “En medio de todo Israel, Judit entonó este himno de alabanza y acción de gracias, que coreaba todo el pueblo” (Judit 15,14).
Quinto, las mujeres representan todas las edades. La tradición judía sugiere que Miriam tenía 86 años en el momento del éxodo. En sexto lugar, el canto, el baile y quizás especialmente el sonido de las panderetas, unen a las mujeres de todas las culturas. Los arqueólogos han encontrado numerosas estatuillas de terracota de mujeres con panderetas del antiguo Cercano Oriente.
Finalmente, las mujeres sientan las bases para la adoración gozosa de Israel. El Salmo 68, 25 prefigura: “Al frente, marchan los cantores; los últimos, los tocadores de arpa; en medio, las muchachas van tocando panderos”; El Salmo 150, 4 exhorta: “Alabadlo tocando trompetas, alabadlo con arpas y cítaras; alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con trompas y flautas”; y podemos imaginar a las mujeres recitar la primera parte del versículo y a los hombres la segunda. El Libro del Profeta Jeremías 31, en el conocido pasaje que describe la Nueva Alianza, prevé un tiempo en el que “te construiré, serás reconstruida, doncella capital de Israel; volverás a llevar tus adornos, bailarás entre corros de fiesta”, pues “entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos”. Cuando las mujeres bailan y cantan, se preserva la memoria y se recuerdan los horrores de la guerra. Los cuerpos de las mujeres se convierten de este modo en espacios de celebración y se proclama la victoria de Dios.
de Amy-Jill Levine
Para conocer más sobre Miriam, hermana de Moisés, en relación con María, Madre de Cristo, ver el texto de Amy-Jill Levine «Miriam, vida y destino”, en “Mujeres, Iglesia, Mundo” n. 102 (julio 2021).