23 septiembre 2022
Con el simbólico cruce de sendas notas diplomáticas, el 21 de septiembre de 1992 México y la Santa Sede abrían un nuevo cauce en su relación de cinco siglos. La delegación apostólica se convertía en nunciatura y la contraparte abría una embajada. El punto y seguido de una historia de altibajos a cuyo marco se insertaron dos guerras civiles.
Y aunque bajo el tamiz se habla de reconciliación, la realidad habla de reencuentro en el camino común, signado por el manto universal de la Virgen de Guadalupe, de respeto a la dignidad de pueblos y personas, la búsqueda inagotable de paz cimentada en la justicia, y el anhelo de libertad y fraternidad.
No puede haber reconciliación donde no hay inquina.
Desde el 17 de abril de 1519, cuando el sacerdote de la ...
Este contenido está reservado para suscriptores
Estimado lector:
el acceso a todas las ediciones de L’Osservatore Romano está reservado para los suscriptores.
el acceso a todas las ediciones de L’Osservatore Romano está reservado para los suscriptores.