Publicamos a continuación el texto preparado por el Papa Francisco y entregado al cardenal Kurt Koch — prefecto del Dicasterio para la promoción de la unidad de los cristianos, que también rige la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo constituida dentro de él — para hacerlo llegar a la delegación de la International Jewish Committee for Interreligious Consultations, que el Pontífice no pudo encontrar en el Vaticano la mañana del jueves 30 de junio, debido a un brote de dolor en la rodilla.
¡Queridos amigos!
Os doy la bienvenida, líderes del Comité internacional judío para consultas interreligiosas. Vuestra organización fue creada en 1970 con el fin de promover y acompañar el diálogo interreligioso en todo el mundo. Esta reúne muchas grandes organizaciones judías, con sede especialmente en Estados Unidos. Desde el inicio está en contacto con la Comisión de la Santa Sede para las relaciones religiosas con el judaísmo, y junto a ella organiza regularmente conferencias conjuntas sobre temas de actualidad. Con ocasión de vuestra última reunión aquí en Roma, en mayo de 2019, recuerdo haber saludado a vuestro grupo en la audiencia general en la plaza de San Pedro.
En nuestros tiempos turbulentos, es de gran importancia que los judíos y cristianos se encuentren, y cada vez más trabajen juntos, para tratar de contrastar ciertas tendencias negativas de nuestras sociedades occidentales: la idolatría del yo y del dinero; el individualismo exasperado; la cultura de la indiferencia y del descarte. Estamos llamados a testimoniar juntos al Dios de la misericordia y de la justicia, que ama y cuida de las personas; y podemos hacerlo partiendo del patrimonio espiritual que en parte compartimos y que tenemos la responsabilidad de custodiar y profundizar.
Nuestras tradiciones religiosas nos piden afrontar las discordias, las divergencias y los conflictos no de forma agresiva, sino sin prejuicios y con intenciones pacíficas, para encontrar puntos de convergencia aceptables para todos. De cualquier modo, el odio y la violencia son incompatibles con nuestra fe en el «Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad» (Ex 34,6). Judíos y cristianos, estamos llamados a comportarnos de tal forma que nos parezcamos lo más posible a nuestro Creador y Padre. Esto –lo sabemos– se vuelve muy difícil cuando hemos sido objeto de abuso y persecución, como ha sucedido a menudo en la historia y lamentablemente sucede también hoy. A tal propósito, acojo esta ocasión para reiterar el compromiso de la Iglesia católica en el contrastar toda forma de antisemitismo, sobre todo a través de la acción preventiva, es decir en el plano educativo, tanto en las familias, como en las comunidades parroquiales, en las escuelas y en las agregaciones laicales.
Retornando al diálogo interreligioso, este es un signo de nuestros tiempos, un signo diría providencial, en el sentido de que es Dios mismo, en su sabio diseño, quien inspira a los líderes religiosos y a tantas personas comunes el deseo de encontrarse y conocerse en el respeto de las diferencias religiosas. Este es un camino maestro para hacer crecer en el mundo la fraternidad y la paz. Reforzando el diálogo podemos resistir al extremismo, que lamentablemente es una patología que puede manifestarse también en las religiones. Recemos al Señor para que nos guíe cada vez más en este camino de diálogo y fraternidad.
Queridos amigos, os doy las gracias por vuestra visita. Que la bendición de Dios os acompañe y haga fructífero vuestro trabajo al servicio del conocimiento recíproco y de la colaboración. Y, por favor, en vuestras oraciones, acordaos de rezar también por mí. ¡Gracias!