Necesitamos «redimir la comunicación» de la desinformación, el partidismo y los escándalos. Esta es la recomendación dirigida por el Papa a los participantes en el capítulo general de la Sociedad de San Pablo, recibida en audiencia a última hora de la mañana del 18 de junio en la Sala del Consistorio. El Pontífice entregó el discurso preparado a los presentes e improvisó uno, cuyo texto publicamos a continuación.
Gracias por sus palabras, gracias a todos por la visita, ¡gracias!
Aquí está el discurso que tengo que decir... Pero, ¿por qué perder el tiempo diciendo esto cuando vosotros lo leeréis después, verdad? Me ha parecido mejor dárselo al General, que luego él lo dé a conocer -si lo cree conveniente; si no, ¡que haga censura! Y además, me parece que comunicarse así, fraternalmente, con el calor del encuentro, es mejor que la frialdad de un discurso.
Y vosotros sois apóstoles de la comunicación. Podemos hablar mucho de la teología de la comunicación… La pasión de Dios es comunicarse, siempre se comunica: con el Hijo en el Espíritu, y luego con nosotros. Comunicar es una de las cosas que es más una profesión: es vocación. Y esto lo ha querido subrayar el P. Alberione en las diversas familias - llamadas - paulinas, esto de comunicar. Comunicar de forma limpia. Y vosotros tenéis la vocación de comunicar de forma limpia, de forma evangélica. Si tomamos los medios de comunicación de hoy: falta limpieza, falta honestidad, falta exhaustividad. La desinformación está a la orden del día: se dice una cosa, pero se ocultan muchas otras. Debemos procurar que en nuestra comunicación de fe esto no suceda, no pase, que la comunicación venga precisamente de la vocación, del Evangelio, nítida, clara, testimoniada con la propia vida.
No sólo para comunicar, sino también redimir la comunicación del estado en que se encuentra hoy, en manos de todo un mundo de comunicación que o dice la mitad, o una parte calumnia a la otra, o una parte difama a la otra, o una parte en la bandeja ofrece escándalos porque a la gente le gusta comer escándalos, es decir, comer suciedad. ¿No es cierto? Es así. La comunicación, esa relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que está en el signo de la Trinidad, se convierte en esta comida indigerible, sucia, no limpia. Vuestra vocación es que la comunicación se haga limpia, clara, sencilla. ¡No descuidéis esto, es muy importante!
No es una profesión. Sí, hay comunicadores profesionales entre vosotros, eso está bien; pero antes de la profesión, es una vocación, y la vocación te da la identidad. Yo tomo tu identidad de tu vocación, es decir, Dios te llama a esto. No me importa cómo te llamabas antes de que yo te llamara. Él llama, tienes tu identidad. Esa oración de David, esa conciencia profética: “Fuiste sacado del rebaño”, de allí; tu identidad no viene tanto del rebaño sino de la llamada que te ha sacado del rebaño. No te olvides del rebaño, que no vengan los “humos” y te llenen la cabeza porque eres uno importante, has llegado a monseñor, a cardenal… Nada, no, eso no sirve de nada. Se necesita limpieza, es decir de dónde vengo, la realidad.
Y Dios se comunica siempre en la realidad: procurad que vuestra vida sea precisamente la comunicación de vuestra vocación, que ninguno de vosotros tenga que ocultar su propia identidad vocacional. Lo primero que comunica un comunicador es a sí mismo, sin quererlo, quizá, pero es él mismo. “Este habla de este tema…”, pero es importante cómo habla: claro, transparente; es él mismo que habla. Esto es originalidad. En este sentido, los comunicadores son “poetas”. Es la “poesía” de comunicar bien.
Adelante con una comunicación limpia: también en el Capítulo, comunicaos bien entre vosotros. Siempre hay dificultades para comunicar bien, y en la comunicación siempre hay algún peligro de transformar la realidad.
Uno cuenta, comunica esto al otro, este se lo comunica a este, a ese otro y a ese otro y da la vuelta, cuando vuelve, es como Caperucita Roja, que empieza con el lobo que quiere comerse a Caperucita Roja y termina con Caperucita Roja y la abuela que se comen al lobo. ¡No, eso no está bien! La mala comunicación distorsiona la realidad.
Gracias por la vocación de comunicar en la Iglesia. Adelante con esto: la Iglesia necesita esto. Yo os agradezco mucho. ¡Ánimo y adelante! Rezad los unos por otros.
La unidad de la Congregación será vuestra fuerza para comunicar bien. Y rezad también por mí: pido limosna, así vamos adelante. Está bien.
¡Gracias!