Los dos grandes desafíos de nuestro tiempo – el de la fraternidad y el del cuidado de la casa común — «no pueden encontrar respuesta si no es a través de la educación». Lo dijo la mañana del 21 de mayo el Papa en la Sala del Consistorio durante la audiencia a los participantes del 46º capítulo general de los Hermanos de las escuelas cristianas, recordando la rica tradición pedagógica y reiterando la necesidad de un nuevo pacto educativo global. Estas son las palabras del Pontífice.
¡Queridos hermanos, buenos días y bienvenidos!
Doy las gracias al Superior General por sus palabras, también por el “Lolo Kiko” [saludo filipino: “abuelo Francisco”], y les deseo lo mejor a él y a su consejo. Estoy contento de encontraros con ocasión de vuestro 46º Capítulo General, que tiene por tema “Construir nuevos caminos para transformar vidas”. Es bonito entender el Capítulo así, caminando, como una obra de construcción de nuevos caminos, que conduzcan al encuentro con los hermanos, especialmente a los más pobres. Pero nosotros sabemos que el “Camino”, el camino verdaderamente nuevo, es Jesucristo: siguiéndole a Él, caminando con Él, nuestra vida es transformada, y nos convertimos a su vez en levadura, sal, luz.
Para vosotros, según el carisma de San Juan Bautista de la Salle, estos “nuevos caminos” son sobre todo recorridos de educación, para realizar en las escuelas, en los colegios, en las universidades que lleváis adelante en cerca de 100 países en los cuales estáis presentes. ¡Una bonita responsabilidad! Doy gracias al Señor con vosotros, porque el trabajo educativo es un gran don antes que nadie para quien lo realiza: ¡es un trabajo que pide mucho, pero que da mucho! La relación constante con los educadores, con los padres, y especialmente con los chicos y los jóvenes es una fuente siempre viva de humanidad, aun con todas las fatigas y las problemáticas que conlleva.
En esta relación, en este camino que hacéis con ellos, vosotros ofrecéis los valores de vuestra rica tradición pedagógica: educáis en la responsabilidad, en la creatividad, en la convivencia, en la justicia, en la paz; educáis en la vida interior, a estar abiertos al trascendente, al sentido del estupor y de la contemplación frente al misterio de la vida y de la creación. Todo esto vosotros lo vivís y lo interpretáis en Cristo, y lo traducís en plenitud de humanidad. Me viene a la mente el lema de San Juan Pablo ii en la Redemptor hominis: “El hombre es el camino de la Iglesia”. Vosotros ponéis en práctica este lema en la misión educativa. Es vuestra forma de realizar lo que escribe San Pablo: “Cristo formado en vosotros” (cfr Gal 4,19). Es vuestro apostolado, educar así, vuestra aportación específica a la evangelización: hacer crecer lo humano según Cristo. En este sentido vuestras escuelas son “cristianas”, no por una etiqueta exterior, sino porque van por este camino.
Somos conscientes de que el mundo está viviendo una emergencia educativa. Se ha roto el pacto educativo, está roto, y ahora el Estado, los educadores y la familia están separados. Debemos buscar un nuevo pacto que sea comunicación, trabajar juntos. Esta emergencia educativa se ha vuelto más aguda por las consecuencias de la pandemia. Los dos grandes desafíos de nuestro tiempo: el desafío de la fraternidad y el desafío del cuidado de la casa común, no pueden encontrar respuesta si no es a través de la educación. Ambas son sobre todo desafíos educativos. Y gracias a Dios la comunidad cristiana no solo es consciente, sino que se ha comprometido en este trabajo, desde hace tiempo está buscando “construir nuevos caminos para transformar” el estilo de vida. Y vosotros, hermanos, formáis parte de esta obra, es más, estáis en primera fila, educando para pasar de un mundo cerrado a un mundo abierto; de una cultura del usar y tirar a una cultura del cuidado; de una cultura del descarte a una cultura de la integración; de la búsqueda de los intereses de partes a la búsqueda del bien común. Como educadores vosotros sabéis bien que esta transformación debe iniciar en las conciencias, de otra forma será solo de fachada. Y sabéis también que no podéis hacer este trabajo solos, sino cooperando en “alianza educativa” con las familias, con las comunidades y las agregaciones eclesiales, con las realidades formativas presentes en el territorio.
Este, queridos hermanos, es vuestro campo de trabajo. Pero para ser buenos trabajadores, ¡no debéis descuidaros a vosotros mismos! No podéis dar a los jóvenes lo que no tenéis dentro de vosotros. El educador cristiano, en la escuela de Cristo, es sobre todo testigo, y es maestro en la medida en la que es testigo. No tengo nada que enseñaros en esto, pero solo, como hermano, quiero recordároslo: testimonio. Y sobre todo rezo por vosotros, para que seáis hermanos no solo de nombre sino de hecho. Y para que vuestras escuelas sean cristianas no de nombre, sino de hecho.
¡Gracias por los que sois y hacéis! Id adelante con la alegría de evangelizar educando y de educar evangelizando.
Os bendigo a vosotros y a todas vuestras comunidades. Y vosotros, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.
¡Gracias!