Solidaridad y compartir: son estos los instrumentos principales con los cuales se puede afrontar la crisis humanitaria devastadora provocada por la guerra en Ucrania. Lo explican el padre Vyacheslav Grynevych, secretario generale de Cáritas-Spes Ucrania, y Tetiana Stawnychy, presidenta de Cáritas Ucrania, los dos organismos caritativos de la Iglesia católica latina y de la Iglesia greco-católica en el país, que intervinieron en una rueda de prensa, en la Sala Marconi de Palazzo Pio, la mañana del 16 de mayo, con ocasión de una visita que realizaron a Roma. Ambos encontraron al Papa Francisco en la casa Santa Marta el domingo, mientras que en la mañana del lunes se reunieron con monseñor Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados, quien viajó a Kiev el miércoles 18 de mayo.
El del Pontífice «fue un encuentro muy bonito, hablamos unos treinta minutos —dijo el padre Grynevych—. El Santo Padre nos decía: “Es importante que la gente escuche vuestra experiencia, conozca vuestro trabajo”. Compartimos con él el hecho de que nuestros obispos, nuestros sacerdotes se han convertido en voluntarios de Cáritas. Y el Papa respondió: “Esto es lo que quiero”, es decir, una Iglesia “en salida”». «El Papa nos dijo que quedó conmovido por su encuentro, en el hospital Bambino Gesù, con los pequeños ucranianos traumatizados por la guerra», agregó. «De estos encuentros en Roma llevaremos a Ucrania el gran apoyo y la gran esperanza que hemos recibido, porque no estamos solos», dijeron los dos representantes de Cáritas.
Un apoyo más necesario que nunca, frente a una emergencia humanitaria que se agrava de hora en hora. «La respuesta a la crisis está en las personas —afirmó Stawnychy—, en el amor que encontramos cada día también en los voluntarios», cuyo número ya se ha vuelto «enorme». Además de las ayudas materiales, añadió, Cáritas ofrece en el terreno «una presencia de comunidad, de solidaridad y de cuidado recíproco», porque «detrás de cada número individual vinculado al conflicto, hay una persona».
«Es necesario compartir la verdad sobre el rostro terrible que tiene la guerra», le hizo eco el padre Grynevych, subrayando las graves repercusiones que los enfrentamientos tienen sobre las familias: «Los padres están en guerra, las madres y los hijos han huido a otros lugares. ¿Qué sucederá cuando la guerra termine?». Central, en las palabras del sacerdote, también la preocupación por la educación de los niños: después del parón provocado por la pandemia del Covid-19, de hecho, ahora la guerra ha causado «una ulterior brecha» formativa, poniendo en riesgo el futuro del país.
Encontrar respuesta a tantos interrogantes de las personas no es fácil, ha reiterado el padre Grynevych: «La gente nos pregunta cuándo terminará la guerra, pero es difícil decirlo –ha explicado– porque la guerra no termina cuando se alcanza la paz, sino cuando logramos perdonar y reconstruir nuestras casas y nuestras almas». Pero para hacer esto, es necesaria «una medicina hecha de esperanza y de amor».
Mientras tanto, en el terreno, prosigue el compromiso: casi tres meses después del inicio de la guerra, Cáritas Ucrania y Cáritas-Spes Ucrania han asistido a más de 1.223.632 de personas a través de sus 50 centros dispersos en todo el país. Las ayudas incluyen la distribución de comida, de la que se han beneficiado hasta ahora 965.104 personas; la provisión de alojamiento temporal para aproximadamente 206.052 personas desplazadas; el suministro de medicinas a más de 60.000 ucranianos. No faltan, además, las obras de asistencia psicológica, educativa y recreativa, sobre todo para los niños.
Igualmente grande es la ayuda que llega de Cáritas de los países cercanos, entre los cuales Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Rumanía y Moldavia, en primera línea para asistir a quien huye de la guerra.
Al respecto, Silvia Sinibaldi, directora de la oficina Cooperación internacional y ayudas humanitarias de Cáritas Europa, subrayó la gran respuesta de Polonia que desde el inicio del conflicto hasta hoy ha acogido el número más alto de refugiados ucranianos, es decir, 3’3 millones de personas.
De miedo, pánico y sufrimiento habló Aloysius John, secretario general de Caritas Internationalis, citando los otros 12 millones de refugiados, de los cuales 1’8 millones son niños, así como los 4.000 muertos, entre ellos 250 menores. Y se trata de números lamentablemente parciales. «Esta guerra ha aumentado el tráfico de seres humanos en las fronteras, donde jóvenes mujeres y niños se vuelven víctimas fáciles de los traficantes», añadió el secretario general, lanzando la alarma también sobre las «nuevas y mayores inversiones militares» provocadas por el conflicto, con «graves consecuencias sobre las ayudas al desarrollo y sobre la lucha a la pobreza». De aquí, el deseo para que el dinero «sea invertido en actividades que promuevan la vida digna de los más pobres y no en asesinatos y destrucciones», porque «la guerra no es solución y la paz es posible».