“Traer vidas al mundo para cuidarlas, transmitir a otros con amor la existencia recibida” es la mayor riqueza, y hoy “corre el riesgo de convertirse en una utopía, un sueño difícil de realizar”, una “nueva pobreza”. Esta fue la alarma que lanzó el Papa en su saludo a los participantes en la segunda edición de los Estados generales de la natalidad, leído en la apertura del encuentro la mañana del 12 de mayo, en el Auditorium della Conciliazione de Roma. El evento, organizado por la Fondazione per la natalità y promovido por el Foro de las Familias, finalizó el viernes y tiene como lema “Se puede hacer”. Un lema, dijo el Pontífice, que desea políticas concretas para relanzar la natalidad y la familia, lo que “significa no aceptar pasivamente que las cosas no pueden cambiar”. Publicamos, a continuación, el saludo de Francisco.
Queridos hermanos y hermanas:
Les saludo con afecto, lamentando no estar entre ustedes físicamente este año. Pero seguiré su trabajo con atención, porque el tema de la natalidad es una verdadera emergencia social. No es inmediatamente perceptible, como otros problemas que ocupan la actualidad, pero es muy urgente: cada vez nacen menos niños, y eso significa empobrecer el futuro de todos; Italia, Europa y Occidente están empobreciendo su futuro. Hay una periferia existencial en Occidente que no se nota inmediatamente. Es la de las mujeres y los hombres que tienen el deseo de tener un hijo, pero no pueden realizarlo. Muchos jóvenes luchan por realizar su sueño familiar. Y así bajan el listón del deseo y se conforman con sucedáneos mediocres, como los negocios, el coche, los viajes, la custodia celosa del tiempo libre... La belleza de una familia rica en hijos corre el riesgo de convertirse en una utopía, un sueño difícil de realizar.
Esta es una nueva pobreza que me asusta. Es la pobreza generadora de los que descartan el deseo de felicidad en sus corazones, de los que se resignan a diluir sus mayores aspiraciones, de los que se conforman con poco y dejan de esperar grandes cosas. Sí, es una pobreza trágica, porque golpea al ser humano en su mayor riqueza: dar a luz vidas para cuidarlas, transmitir a otros con amor la existencia que se ha recibido.
No ver el problema de la natalidad es una actitud miope; es renunciar a ver lejos. Es dar la espalda, pensando que los problemas son siempre demasiado complejos y que no se puede hacer nada. Es, en una palabra, rendirse. Por eso me gusta el título de su evento, organizado por la Fundación para la Natalidad y promovido por el Foro de la Familia: “Se puede hacer”. Es el título de los que no renuncian. Es el título de los que esperan contra la esperanza, contra unas cifras que empeoran inexorablemente año tras año. Se puede hacer significa no aceptar pasivamente que las cosas no pueden cambiar. Queridos amigos, las cosas pueden cambiar si, sin miedo, más allá de los intereses partidistas y las vallas ideológicas, trabajamos juntos. Por eso espero que a todos los niveles -institucional, mediático, cultural, económico y social- se promuevan, mejoren y apliquen políticas concretas destinadas a relanzar la natalidad y la familia. Pienso en ustedes y me gusta ver cómo el tema de la natalidad es capaz de unir, no de dividir. Empresas, bancos, asociaciones, sindicatos, deportistas, actores, escritores, políticos, todos juntos para reflexionar sobre cómo volver a esperar en la vida.
Los datos, las previsiones y las cifras son ya conocidos por todos: necesitamos concreción. Es hora de dar respuestas reales a las familias y a los jóvenes: la esperanza no puede ni debe morir de espera. Pido a Dios que bendiga su compromiso. Estoy cerca de ustedes y les animo, para que juntos podamos revertir el curso de este frío invierno demográfico. Gracias. Se puede hacer.