“Siempre necesitaré un faro, un faro de luz, porque con esa luz puedo llegar a la gente para entenderlos, para poder ayudarlos, para que puedan tener refugio. Mi vida es: ¿cómo puedo ayudar a los demás? ¿Cómo puedo hacerles sentir, aunque sea un poco, que Dios los ama?” Son las palabras que retratan el estilo misericordioso, cercano y de servicio de Sor María Rosa Leggol, la religiosa Franciscana hondureña que ha sido apodada como la “Madre Teresa de Honduras”, por su labor de ayuda a los niños abandonados y desfavorecidos del país centroamericano. El documental ‘Con esta luz’, proyectado en un pase privado en Roma, narra la historia de fe y acción de esta religiosa incansable, tenaz, entregada al servicio de los más necesitados y adorada por el pueblo hondureño, fallecida en 2020 a causa de complicaciones del covid-19.
En la película se condensan los 70 años de servicio de sor María Rosa en los que ayudó a más de 80.000 niños hondureños a salir de la pobreza extrema. A partir de un extenso material de archivo, con entrevistas con la protagonista y a través de los ojos de las jóvenes cuyas vidas sor María Rosa cambió, la cinta narra una historia de pobreza , marginalidad y violencia, pero también de esperanza, fe y esfuerzo.
Incluso a sus 90 años, cuando las presiones económicas se intensificaron y la violencia de las bandas amenazaba a la sociedad hondureña, la religiosa nunca bajó el ritmo. Armada con un ingenio afilado para conseguir la colaboración de personalidades que pudieran apoyar sus iniciativas y la fe, inspiró y reclutó a partidarios para unirse a su lucha para acabar con la pobreza infantil a través de proyectos de gran alcance, que incluyen hogares, escuelas de formación profesional y programas médicos. En 1966 fundó la Sociedad Amigos de los Niños ( san ), una organización sin ánimo de lucro que proporciona atención sanitaria, escolarización de diversos niveles y asistencia a niños, adolescentes y familias de diversas comunidades carentes de oportunidades de desarrollo.
Poco antes de comenzar con la fundación la religiosa había rescatado a su primer grupo de niños de la cárcel, ya que era costumbre en el país que los niños se criaran en la prisión con sus padres, lo que los exponía a los abusos y la falta de educación. Los alojó en sus primeros hogares y con el tiempo su obra fue creciendo hasta construir 500 hogares en toda América Latina. Su objetivo era crear mejores condiciones de vida para los niños y niñas en circunstancias difíciles, abandono, orfandad, abuso y vulnerabilidad. “Yo les ayudé porque Dios me mandó a eso. Ellos no me deben nada. Ellos lo que tienen que hacer es extender esa misericordia allá adonde van”, decía la religiosa. La Iglesia hondureña ha anunciado que iniciará un proceso de beatificación para sor María Rosa.
Jessica Sarowitz, la productora ejecutiva del documental conoció personalmente a la religiosa y su trayectoria, que le pareció inspiradora para llevarla a la gran pantalla. “Cuando iba a verla venían a mí las personas a dar testimonio de su obra y me di cuenta de que ahí había miles de relatos, tenía que capturar esas historias, porque pensé que algún día alguien iba a querer escucharlas. ‘Aquí hay un documental’, pensé”, señala a L’Osservatore Romano. Y destaca de sor María Rosa: “Fue una persona muy querida, llegaban grupos desde Estados Unidos para ayudar. Había de todo en su obra, educación, sanidad, formación espiritual, empresarial…”. También replica una frase que la religiosa solía pronunciar: “No hay que repetir la historia” y puntualiza: “Aunque uno sienta que no ha hecho lo que debía hacer, el futuro le da esperanza, puede hacer algo para sentirse mejor, ayudar a su comunidad”.
La película sigue a dos jóvenes de los programas de la religiosa mientras intentan navegar por la incertidumbre y los peligros de la Honduras moderna. Una de ellas es Rosa, de 18 años, que ha pasado casi toda su vida bajo la protección de la Hermana María Rosa, en el entorno protegido del orfanato urbano de la religiosa. Mientras se prepara para su examen de grado y la posibilidad de ir a la universidad, debe enfrentarse tanto a sus miedos al futuro como a los fantasmas de su violenta infancia para crear una vida propia. Otra de las jóvenes es María, de 14 años, que vive
en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad y arriesga su vida para completar su educación secundaria y liberarse del ciclo de pobreza y violencia que atrapa a las mujeres de su familia.
El documental entrelaza sus historias con la de la religiosa, una mujer cuya fe católica la sostuvo mientras se dedicaba a los más vulnerables de la sociedad, y que atravesó los momentos más dramáticos de la historia de Honduras, con dictaduras, golpes militares, narcoestados y desastres naturales. Sor María Rosa creció en un orfanato, y a los seis años conoció a dos Hermanas de San Francisco que cambiaron el curso de su vida. En ese momento decidió que se uniría a ellas, lo que hizo a los 21 años.
Laura Bermúdez, la codirectora del documental explica a este diario los retos a los que debió enfrentarse el equipo de grabación para rodar en algunos barrios peligrosos de Tegucigalpa y cómo se les abrían las puertas al explicar que estaban con sor María Rosa. “Aceptó que la filmáramos y fue un regalo. Tenía mucha fuerza en su comunidad”, dice y destaca la labor de investigación y archivo que se ha realizado. También explica que la cinta pretende trasladar al espectador el mensaje de que “se puede luchar desde la esperanza y la alegría, las mujeres tenemos un contexto, sobre todo en los países latinoamericanos de mucha violencia, pero hay esperanza, hay fuerza, puede haber una transformación social si ponemos el foco en los seres humanos y en las necesidades”. Y continúa: “Hay ejemplos de que se pueden lograr cosas en un país en el que parece que todo es imposible. Esta historia es como una brisa fresca, que aunque muestra cosas muy duras nos deja una sensación buena”. También destaca que la mayor parte del equipo son mujeres y sobre todo en los puestos de mayor responsabilidad. “Esto es raro, siento que logramos cosas impactantes, con una historia que está llena de metáforas, con historias muy duras y con un mensaje de esperanza”, apunta.
Lorena Pacho Pedroche