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POLONIA
La benedictina autora de un polémico libro sobre el clero

La burra de Balaam era yo

 L’asina di Balaam ero io  DCM-005
30 abril 2022

Artículo publicado en febrero de 2020

Durante siglos, las monjas han seguido escuchando sermones, conferencias y todo tipo de predicación, pero siempre lo hicieron como estúpidos animales de carga: cualquier cosa que les dijeran, solo podían aprobarla. Hubo excepciones, ¡pero muy pocas! La suposición del predicador promedio era que, en cualquier asunto y bajo cualquier circunstancia, él era el más sabio; y las monjas aprendieron a aceptarlo. Al principio porque necesitaban un sacerdote para que les celebrara y se veían obligadas a aceptar sus condiciones, y luego por tradición o hábito. Esta era la forma de humildad que se esperaba de ellas.

El resultado ha sido (y es) que las personas con medio siglo de experiencia en la vida de oración escuchan devotamente cosas absurdas predicadas por chiquillos que, después de leer un volumen de Tanquerey en el seminario y olvidarlo tras aprobar el examen, creen que están completamente cualificados para enseñar a estas mujeres ancianas; y también creen que esas mujeres mayores nunca han escuchado las mismas cosas de otros...».

Esto es lo que escribí en un libro tras cincuenta años de vida religiosa, habiendo decidido que ya era suficiente y necesario decir la verdad a los oficiantes/ predicadores. Las monjas son capaces de tener pensamientos propios. Y no siempre están de acuerdo en todo.

Puedo citar algunos ejemplos (muchos de ellos cómicos) sobre cuestiones como: la actitud de los sacerdotes hacia las monjas; su ignorar la esencia misma de la vida religiosa; sus extravagantes innovaciones en la liturgia; su tendencia a evitar lo que es realmente importante, por ejemplo, los argumentos teológicos, hablando sin embargo de cuestiones irrelevantes; no tener en cuenta el intelecto y construir la oración sobre la emoción; su ignorar las normas fundamentales del crecimiento espiritual; y, algunos errores teológicos evidentes recogidos en muchos sermones.

Sabía que el resultado no podía ser otro que una sorpresa similar a la que Balaam cuando su burra no solo empezó a hablar sino –¡horror! – ¡tuvo la audacia de revelarse más sabia que él! Contarlo fue un impacto para muchos, especialmente por la hilaridad suscitada por esas páginas; pero no he recibido palos. Algunos lectores han pensado que después de escribir un libro como este mi salvación correría peligro. Muchísimos sacerdotes han dicho que era un incentivo para preparar mejor los sermones.

Como quiera que sea, a los 78 años, me he convertido en una predicadora, invitada a dar conferencias y retiros.

Ahora, me gustaría aclarar una cosa: pertenezco a una orden religiosa muy antigua que, creo, está llamada a examinar y recordar a otros las verdades más importantes y eternas en lugar de los problemas cambiantes de hoy.

La moralidad (que es una herramienta para resolver problemas) no debe verse como algo que flota solo en el aire; o crece de la verdad teológica que le da estabilidad, o es arrastrada por cualquier viento que sopla. en la vida cotidiana, es mucho más fácil hablar (y predicar) sobre política o los “temas candentes” del día, o lo que se define de forma tan bonita como “problemas existenciales” (léase: cómo ingeniárselas haciendo nuestra voluntad en lugar de la de Dios), que de Dios y su Verdad.

Muchos de los que escuchan quieren escuchar solo estas cosas marginales; una pensaría que los predicadores están ahí para enseñarles mejor, pero muchos no lo hacen.

A esta evangelización me dedico: mostrarles a estos comprometidos y preocupados señores con el alzacuellos, que la creación, el universo, tienen sentido solo cuando se busca, sobre la base de la evidencia bíblica, mirando desde lo alto, no desde el sótano. Y así, el sótano no puede más que convertirse en un lugar mejor. ¿Quieres enseñar teología a los sacerdotes, a que sí, burra? Pues en realidad, no. Solo les recuerdo que la teología existe. Demasiados se conforman con aprobar los exámenes y después la olvidan por completo, concentrándose en las “cuestiones existenciales”. Permanecen así sin una clave tanto para esos problemas como para su vida de oración. La oración es contacto, un contacto amoroso. ¿Y cómo puede haber amor donde no hay deseo de conocer y comprender a fondo al Amado? No se puede dejar todo a las simples emociones efímeras.

Los jasídicos cuentan la historia del sobrino de un Rebe famoso que jugaba al escondite con un amigo, pero ese amigo, al no poder encontrarlo, se fue. El niño acude a Rebe quejándose: “¡abuelo, me estoy escondiendo y él no me quiere buscar! Al menos estás en buena compañía, responde el Rebe. También Dios dice ‘¡Me escondo y no quieren buscarme!’”.

Esta burra está tratando de demostrar a algunas personas que está bien despertar al buscador que duerme en su alma. Puedo decir que muchos realmente lo quieren. Y escuchan con avidez las verdades fundamentales de toda existencia: la Trinidad, la Encarnación de Cristo... y sus implicaciones para nuestra vida cotidiana. Queda por ver si esto es bueno para la Iglesia, para el mundo o para las mujeres.

de Małgorzata Borkowska


Quién es

En el monasterio benedictino de Żarnowiec en Pomerania, Polonia, vive sor Małgorzata Borkowska, nacida en 1939. Es filósofa, filóloga, teóloga y escritora. Después de más de medio siglo de vida religiosa, en su libro titulado La burra de Balaam, la hermana Małgorzata subraya, con humor mordaz, la arrogancia, la ignorancia y la incompetencia de una clase sacerdotal que insiste en tratar con superioridad, condescendencia y a veces incluso desprecio a las monjas. Estos últimos, por su parte, después de haber escuchado pasivamente “como estúpidos animales de carga”, reivindican el valor de su testimonio y su papel activo e innovador como teólogas y guías espirituales. (Francesca Bugliani Knox y Elena Buia Rutt).