Los animales
La Zoología teológica que se estudia en Münster
Corderitos que mueven la cola, cerdos que viven en el jardín de casa, gallinas que buscan las caricias de los niños y hasta pulpos que tienden cariñosamente sus tentáculos hacia la mano del buceador sudafricano Craig Foster quien, gracias a sus extraordinarias imágenes, ganó el Oscar en 2021 con el documental Octopus teacher. Los animales, incluso los más impensables como un cefalópodo, han dado lugar a una comunidad que está impulsando la reflexión filosófica y jurídica que incluso sentó las bases para la creación en 2009 en Alemania, en Münster, del Institut für Theologische Zoologie. En el instituto confluyen teólogos cristianos y estudiosos de religiones orientales, hindúes y budistas, estos últimos hijos de una cultura religiosa donde la frontera entre lo humano y lo animal es menos nítida y utilitaria. En el Institut für Theologische Zoologie, el pensamiento teológico cobra vida y, al mismo tiempo, se organizan seminarios de encuentro entre humanos y animales, terapia con mascotas y talleres para redescubrir un campo de reconocimiento mutuo.
El objetivo principal, indican los fundadores, es “cambiar el paradigma teológico” y corregir “un error” de la teología moderna sobre el destino de los animales, considerados durante siglos como carentes de alma y, por tanto, instrumentos inferiores, indignos de luz y consideración. El error, escriben los estudiosos de Münster, no solo es perjudicial para los animales, sino que conduce a una concepción falsa de la Creación y de Dios y esto, advirtió Tomás de Aquino, “aleja a los hombres del Creador”. Para la teología de los animales, por tanto, las criaturas no humanas poseen un soplo divino que las hace merecedoras de formar parte de la historia de la salvación, algo que no es una novedad absoluta del pensamiento cristiano ya que hunde su propia visión en la lectura de la Biblia. Los versos del Eclesiastés, entre otros, son muy claros: “En efecto, la suerte de hombres y animales es la misma: muere uno y muere el otro, todos tienen el mismo aliento de vida, y el hombre no supera a los animales. Todos son vanidad”.
Esta es la visión del Papa Francisco en la encíclica Laudato Sì: “El fin último de las demás criaturas no somos nosotros, ya que queridas en su propio ser, cada una a su manera refleja un rayo de la infinita sabiduría y bondad de Dios. Por eso, el hombre debe respetar la bondad propia de toda criatura”. Es fácil imaginar que esta visión moral es también fruto de los tiempos que vivimos y de la catástrofe ambiental que esperamos evitar. Lo que es realmente nuevo, incluso a los ojos de la gente común, son los descubrimientos científicos sobre extraordinario capacidad emocional y cognitiva de los animales. En 2012 un documento firmado en Cambridge por los principales neurocientíficos del planeta estableció que todos los animales vertebrados y cefalópodos tienen conciencia de sí mismos y, en 2013, una investigación confirmó lo que los dueños de perros siempre han sabido, es decir, que sienten emociones similares a las humanas, una consideración también se extendió a los animales que normalmente destinamos a las crueldades de la ganadería intensiva.
“Esto nos obliga a una nueva sensibilidad y por lo tanto a una nueva relación con ellos”, dice el padre Martin M. Lintner, profesor de ética teológica en Bressanone, ex presidente de la Asociación Internacional de Teología Moral y Ética Social: "Una relación que debe tener en cuenta no solo el respeto por la especie, sino también por cada uno de los animales”. Los teólogos y filósofos animalistas se encuentran ante la paradoja del animal que no tiene ningún uso para el ser humano, ya sea una vaca pastando o el gato que nos espera cariñosamente al final del día, pero que es una maravilla en sí mismo, un fragmento de esa Creación que durante mucho tiempo pareció haber puesto solo al ser humano y sus intereses en el centro del mundo.
“Esto sucedió debido a la influencia en la teología cristiana de filósofos como Platón y Aristóteles, para quienes los animales tenían un rango claramente inferior, porque eran vistos como seres a-logoi, es decir, no dotados de razón e inteligencia y por lo tanto ni siquiera con un alma inmortal”, reflexiona el padre Lintner. La resurrección de Cristo mismo, sin embargo, si se considera en la dimensión cosmológica incluye la salvación de los animales: “Juan escribió que la palabra se hizo carne y el término carne incluye el concepto de fragilidad y vulnerabilidad del ser humano que es criatura, moldeado del polvo de la tierra. Así que el término carne expresa la vulnerabilidad de las criaturas, lo que incluye a los animales”, añade el teólogo explicando cómo es posible superar una de las grandes cuestiones de la teología escolástica medieval según la cual la salvación debía excluir a los animales al no estar dotados de alma intelectual.
Esta conciencia cultural, es decir, la exclusión de los seres no humanos del plan de salvación ha llevado muchas veces la mano de hombres y mujeres a maltratar a los animales y al planeta. Sin embargo, esta dicotomía se está superando. El Papa Francisco en una de sus catequesis comentó: “Un día volveremos a ver a nuestros animales en la eternidad de Cristo”. Paolo De Benedetti, el teólogo animal recientemente fallecido, fue más allá al asegurar que en los ojos de un perro moribundo es posible encontrarse con Jesús: “Si creemos que Dios creó a todo ser vivo por amor y que también hizo un pacto con los animales después del diluvio, entonces es obvio creer que Dios no se resigna simplemente al sufrimiento y muerte de un animal. Hay planteamientos para extender la opción por los pobres también a los animales”.
Lintner menciona de nuevo la Laudato Si' cuando el Papa Francisco asegura: “Entre los pobres más abandonados y abusados está nuestra tierra oprimida y devastada, que ‘gime y sufre los dolores del parto’ (Rm 8,22)”. “En este sentido, nos encontramos con Cristo en cada criatura que sufre y en los ojos de un perro moribundo”, explica Lintner, convencido de que la Iglesia todavía tiene que reflexionar más profundamente sobre el concepto del uso y en particular de la matanza de animales. Hoy es algo posible según el Catecismo si hay una razón justificada como cuestiones alimentarias o la experimentación farmacéutica que, manteniendo siempre la Biblia abierta, no parece ajustarse a las palabras del profeta Oseas: “Aquel día haré una alianza en su favor, con las bestias del campo, con las aves del cielo, y los reptiles del suelo. Quebraré arco y espada y eliminaré la guerra del país, y haré que duerman seguros”. (Os 2:20).
de Laura Eduati