“Hoy es necesario que la política y la economía, en constante diálogo entre sí, se pongan decididamente al servicio de la vida, de la vida humana y de la vida de la creación, nuestra casa común, y no al servicio de la no vida o de la muerte, como desgraciadamente ocurre a veces”. Esto es lo que dijo el Papa Francisco a los representantes de la Asociación Alma por los valores sociales en la empresa, recibidos la mañana del lunes 14 de marzo, en la Sala Clementina. Publicamos, a continuación, el discurso del Pontífice.
Estimadas señoras y señores:
Quisiera agradecer a la Presidenta sus palabras de presentación y darles una cordial bienvenida a todos.
Hace veinte años, en el marco de la Unión de Industriales y Empresas de las Provincias del Lacio, ustedes crearon esta Asociación suya, con el fin de promover la ética y el bienestar social.
Por eso eligieron utilizar la palabra “alma”: ¡una palabra muy exigente! Te hace pensar en una realidad que no tiene visibilidad propia, pero que desde el interior estimula y motiva tu entorno de trabajo. A ustedes, los directivos, les corresponde sobre todo hacer un balance de lo que han conseguido en los últimos veinte años. Por mi parte, me gustaría animarles y ofrecerles algunos elementos de reflexión.
Hoy, manteniendo el foco en el bien común, es necesario que la política y la economía, en constante diálogo entre sí, se pongan decididamente al servicio de la vida, de la vida humana y de la vida de la creación, nuestra casa común (cf. Laudato si’, 189), y no al servicio de la no-vida o de la muerte, como desgraciadamente ocurre a veces.
La gran crisis financiera de 2007-2008 debería habernos empujado en esta dirección. Sí, hubo una reacción positiva, pero me parece que esencialmente el mundo ha seguido y sigue rigiéndose por criterios obsoletos. Por no hablar de la esfera geopolítica-militar, en la que diversas guerras regionales y especialmente la guerra en curso en Ucrania demuestran que quienes rigen el destino de los pueblos no han comprendido aún la lección de las tragedias del siglo xx .
Ustedes, que representan principalmente a las pequeñas y medianas empresas, saben lo difícil que es desarrollar y crear puestos de trabajo en un contexto de valores éticos y responsabilidad social. Pero no debemos desanimarnos ni resignarnos. Algunos piensan que los criterios sociales y éticos son como una “jaula” que mortifica la libertad y la creatividad económica. En realidad, es lo contrario, o al menos puede serlo. De hecho, si queremos que el mundo futuro sea habitable y digno del hombre, la economía debe ser más libre del poder de las finanzas y más creativa en la búsqueda de formas de producción orientadas hacia una ecología integral. La economía debe ser concreta, no “líquida” o “gaseosa”, como es el peligro de las finanzas. La globalización debe ser “gobernada”, de modo que lo global no vaya en detrimento de lo local, sino que ambas dimensiones estén virtuosa y fructíferamente conectadas.
Muchos, comprensiblemente, dirían: ¿qué podemos hacer los pequeños empresarios frente al “gigante Goliat” del poder financiero y tecnocrático? Creo —y espero— que la construcción de una nueva economía, respetuosa con la dignidad humana y el medio ambiente, puede y debe empezar desde abajo. De hecho —como sabemos— ya ha empezado desde abajo: en todo el mundo hay muchas experiencias de empresa ética y sostenible que están trazando un camino. Hay que fomentar la comunicación y el intercambio entre estas experiencias, para que se forme una red que pueda tener un impacto a una escala cada vez más amplia. Hablé de este tema de la nueva economía, la economía concreta, en el libro —el último que escribí— Let us dream. Me detuve en un análisis de este problema de la concreción de la economía y de la visibilidad de la economía, para evitar lo que llamé “liquidez” o “gaseosidad”. Tal vez pueda ilustrar lo que quiero decir aquí.
Por último, permítanme darles un consejo como obispo: si quieren ser un “alma” en el mundo de los negocios, no se olviden de cuidar su propia alma, la que nos viene de Dios. Y para ello deben resistir la tentación del activismo y encontrar tiempo para reflexionar, para pensar, para contemplar.
A veces el activismo destruye nuestra interioridad; no hablo de la religiosidad sino de la interioridad humana. No me refiero a la religiosidad, sino a la interioridad humana. Por eso también puede ser útil la asociación, con propuestas. Pero es sobre todo una exigencia personal: cada persona, si quiere ser animada, debe dejarse animar interiormente por lo bueno, lo bello y lo verdadero.
Así lo demuestran los testimonios de empresarios italianos que han podido aumentar no sólo sus beneficios sino también su vida, la calidad de vida, la calidad del trabajo, con libertad y creatividad, porque tenían una conciencia iluminada, una interioridad iluminada.
Y esto lleva a la creatividad, lleva —si se me permite decirlo— a la poesía. El trabajo del hombre también es poesía: hacer cosas.
Estimados empresarios, gracias por su visita. Le deseo lo mejor en su trabajo y en el de la Asociación.
Que el Señor los bendiga a ustedes y a sus familias. Y recen por mí, porque lo necesito.
Y si alguien no reza o no puede rezar o no quiere rezar o no sabe rezar, al menos que me envíe buenos pensamientos y buenas “ondas”. Gracias.