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Las peregrinaciones
de la libertad

 I pellegrinaggi della libertà  DCM-003
05 marzo 2022

La mitad de las personas que hacen el Camino de Santiago son mujeres. Hace tres años fueron más numerosas que los hombres. Después, la pandemia también interrumpió las peregrinaciones religiosas y las visitas a los lugares de culto. No fue fácil para nadie, mucho menos para las mujeres.

El virus truncó la devoción justo cuando había mayor necesidad de consuelo. Ahora, poco a poco, comienzan a retomarse las peregrinaciones femeninas, -ha reabierto, por ejemplo, la gruta de Lourdes-; peregrinaciones que no son solo manifestaciones devocionales ya que las mujeres siempre han necesitado este tipo de camino físico y espiritual, interior y de libertad.

Las peregrinaciones no por casualidad acompañan caminos de emancipación y de verdad. Ya la visita de las mujeres al Sepulcro es un relato fundacional “en femenino”: son las primeras mensajeras de la Resurrección. Y en el cristianismo primitivo conocemos muchas figuras de mujeres que, experimentando una mayor libertad de movimientos de la que disfrutaron más tarde, partían hacia Tierra Santa. Eran ricas aristócratas con séquito, o jóvenes, o prometidas o viudas de origen humilde a quienes las privaciones no les importaban porque ya estaban acostumbradas a vivir con poco. Por eso, estas mujeres no pasaban simplemente por aquellos lugares, sino que los vivían. Santa Elena fue quien encontró las reliquias de la Cruz.

Hay una tradición milenaria que incluye la búsqueda de una misma en el viaje femenino. Dos pequeñas joyas de la literatura, de las que hablamos, dan testimonio de ello. Fueron escritas con mil años de diferencia. La primera es Diario de viaje de Egeria (alrededor del 382), una mujer de fe y cultura, tal vez monja, tal vez viuda, que desde peregrinó a los hitos de la cristiandad. El otro es el Libro de Margery Kempe, un relato extraordinario de una peregrinación a Jerusalén emprendida en el siglo XV por una mujer cristiana, laica, casada y analfabeta. Hoy en día, las motivaciones de las peregrinas se entremezclan con las de las mujeres que viven la experiencia de la migración. No tienen una meta sagrada, no tienen que cumplir una promesa, pero se marchan dejando tras de sí seres queridos y raíces en busca de una vida más digna y mejor. Hace siete siglos en la Vita nova Dante subrayaba que “los peregrinos pueden entenderse de dos maneras, una amplia y otra estrecha. La amplia es la del peregrino que está fuera de su patria. La estrecha es la del peregrino que va hacia la casa de Santiago o vuelve de ella”. En 2012, Benedicto XVI celebró la Jornada del Migrante y el Refugiado bajo el lema “Migraciones: peregrinación de fe y esperanza”.

 Marzo es el mes de la fiesta de la mujer, de los desfiles de mujeres. (DCM)