Hacia la Meca
El rito en la Sagrada Mezquita tras los pasos de la madre de Ismael
¿Por qué se debería hacer una peregrinación? ¿Hacia dónde? ¿Con qué intención? ¿Y qué cambiará después? Está la historia de una mujer que nos ayuda a reflexionar, la historia de Agar. La esclava egipcia de Sara, esposa de Abraham, a quien dará un hijo, era considerada la mujer de segunda clase, no solo en la vida matrimonial, sino también en la vida social. A pesar de ello, se presenta y propone, de forma clara, como un ejemplo a imitar y seguir. Agar es la mujer que camina. Le ordenaron ir en peregrinación y no le quedó más remedio. Tuvo que irse, emigrar y se le exigió que se distanciara de todos y de todo. Fue abandonada en una tierra árida con su hijo Ismael, el hijo amado que tuvo por el profeta. Parece que la vida a veces nos lleva a cometer actos irracionales como el de Abraham.
Pero ¿adónde nos lleva el dolor? ¿El sufrimiento? ¿Hacia quién o qué? ¿Y por qué?
Perdida en el desierto, Agar no pudo ni gritar porque no había nadie que pudiera oírla. ¿Por qué no dejarse morir?
¡En cambio, aquí está la fuerza de la mujer! Signo y ejemplo de fecundidad, vida, acogida, alimento, amor, valentía, fe y esperanza.
Agar no se deja vencer por la adversidad. No puede gritar, pero puede caminar, correr a buscar agua y resistir, por su hijo y por sí misma.
En el ritual de la peregrinación islámica Al Hajj, todos los peregrinos que acuden a La Meca, mujeres y hombres, para realizar el acto religioso de forma correcta y completa deben imitar a Agar y su esfuerzo de correr siete veces entre las dos colinas de Safa y Marwa buscando agua. Han de recorrer como ella ese camino, con su fe, su valor y su amor. Y su esperanza. El significado del nombre Agar es “peregrina”. Y en la peregrinación islámica a La Meca es ella quien aparece como guía, faro y modelo auténtico de verdadero creyente. Una mujer es un ejemplo para los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares. Representa la fuerza femenina, la que primero da la vida a través del espacio acogedor de su vientre y después durante el camino de la existencia.
Porque Agar es la mujer que no se rindió, que creyó y esperó en la resurrección. Con su gran voluntad hace de la peregrinación de los musulmanes un camino libre hacia la fe y la esperanza. Peregrinar para encontrar, redescubrir, conocer, meditar, descubrir y tal vez tocar el sentido del misterio del dolor. El rito de la peregrinación del islam quiere indicar la dirección de la vida, el caminar y no detenerse, el tener una meta sublime en el camino y, una vez en La Meca, encontrar a Dios en nuestros hermanos y hermanas y alcanzar una visión unitaria. Y así describe el significado de la peregrinación el gran poeta místico persa Jalāl al-Dīn Muhammad Rumi, contemporáneo de San Francisco de Asís: “Hay muchas formas de buscar, pero la búsqueda es siempre la misma. ¿Quizá no ves que los caminos que conducen a La Meca son diferentes, uno viene de Bizancio y el otro de Siria, y otros pasan por tierra o mar? Por eso, la distancia que recorrer es siempre distinta, pero cuando se llega a la meta, las disputas, discusiones y diferencias de opinión desaparecen porque los corazones se unen. Este impulso del corazón no es ni fe ni incredulidad, sino amor”. (Rumi, Fihi-ma fih, El libro interior).
Hoy musulmanes de los cuatro rincones de la tierra llegan a La Meca en el mes de la peregrinación para cumplir con un acto religioso. Todos visten igual: mujeres, hombres, jóvenes, ancianos, ricos, pobres, soberanos y súbditos visten túnicas de algodón blanco y dan siete vueltas alrededor de la Ka'ba, bayt Allah. Repiten Allahumma labbayk, “aquí estoy señor”, y giran alrededor de un simple cubo de 15 metros de altura, que no tiene nada dentro. La imagen vista desde arriba es la de una ola blanca en movimiento, de la que se eleva un sonido constante: “Aquí estoy”. De esta forma, “aquí estoy”, llega a los oídos del prójimo que forma parte de un movimiento de unidad armoniosa, a pesar de la gran diversidad de colores, idiomas, tradiciones y orígenes. Durante catorce siglos, la peregrinación islámica ha tratado de enseñar a los fieles a imitar los pasos de Agar. El mensaje de fondo que se envía es el que anima a ser como ella, una madre y mujer valiente y con una fe firme a pesar de todo. Hoy los fieles beben de una fuente llamada Zemzem que recuerda el destello milagroso del agua bajo los pies del niño Ismael.
Agar se convierte en figura central de la peregrinación islámica, no solo porque el ritual no se completa sin correr siete veces entre las dos colinas como lo hizo ella, sino porque se convierte en parte integral de la misma casa de Dios en La Meca, la dirección de la oración canónica de alrededor de dos mil millones de musulmanes en la tierra. En la parte noroeste de la Ka'ba hay un muro semicircular externo llamado hijr -Ismail. Aquí, según la tradición, Agar vivió y fue enterrada y después Ismael. Por respeto, es una zona que no se puede pisar. El mensaje va más allá del ritual, los símbolos y los gestos. De nuevo es Rumi quien atrae la mirada hacia una lectura en profundidad del ritual: ver y encontrar en uno mismo el rostro de Dios y en el prójimo.
“¡Oh pueblo que has partido en peregrinación! ¿Dónde estás, dónde estás?
¡El Amado está aquí, volved, volved!
El amado es tu prójimo, vivís pared con pared,
¿por qué vagar por el desierto de Arabia?
La forma sin forma del Amado,
¡el Maestro y la Casa y la Ka'ba!
¡Probad una vez a subir al techo desde esta casa!”
(Rumi, Poesías místicas, Bur)
de Shahrzad Houshmand Zadeh
Arabia Saudí, mujeres en La Meca sin tutores
Arabia Saudita decidió el año pasado permitir que las mujeres participaran por primera vez en Al Hajj, la peregrinación a La Meca, sin estar necesariamente acompañadas por un hombre.
Pueden salir para la ciudad sagrada sin un mahram, un hombre y pariente de primer grado de la mujer que actúe como guardián y acompañante. La única condición es que tienen que ir en grupo.