La pandemia «ha producido una crisis de múltiples aspectos, en particular un fuerte impacto sobre la educación y sobre los jóvenes». Por esto el Papa exhortó a las participantes al capítulo general de las Canonesas de San Agustín de la Congregación de Nuestra Señora –recibidas en audiencia en la mañana del 24 de enero, en la Sala Clementina– a ser «más cercanas a las personas que viven el aislamiento, la tristeza y el desánimo».
¡Queridas hermanas!
Os doy la bienvenida con ocasión de vuestro Capítulo General. Doy las gracias a la Superiora por sus gentiles palabras, también con sentido del humor, pero bueno, avec le sens de l’humour. Saludo de corazón a cada una de vosotras y, a través de vosotras, expreso mi cercanía espiritual a todas las hermanas de vuestra Congregación en varios países.
Junto a vosotras doy las gracias al Señor por la obra de su Espíritu que se manifiesta en vuestro carisma educativo, al servicio de las nuevas generaciones y de las familias, por un humanismo integral y un mundo más fraterno. Hoy, nos encontramos frente al desafío de la formación y de la educación de la persona humana. En la fidelidad a las intuiciones evangélicas de vuestros fundadores San Pierre Fourrier y la Beata Alix Le Clerc, os habéis comprometido por una educación popular, una educación a la fe, una educación a la justicia y una cercanía a los pobres.
En los varios países en los que trabajáis, os animo a ser discípulas misioneras y comunidad de esperanza y de alegría, ya que «el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2).
Queridas hermanas, el tema que habéis elegido para vuestro Capítulo, “Pacto educativo de la Congregación Notre-Dame”, es una fuerte invitación a reflexionar sobre las nuevas vías posibles para alcanzar a los jóvenes en su realidad cotidiana, con el fin de contribuir a su desarrollo integral. De hecho, «un camino de vida necesita una esperanza basada en la solidaridad, y que cualquier cambio requiere un itinerario educativo, para construir nuevos paradigmas capaces de responder a los desafíos y emergencias del mundo contemporáneo, para comprender y encontrar soluciones a las exigencias de cada generación y hacer florecer la humanidad de hoy y de mañana».1 Delante de los desafíos y los peligros que insidian a los jóvenes, deseo que vuestro compromiso y vuestro entusiasmo, forjados en la fuerza del Evangelio, les restituyan el gusto por la vida y el deseo de construir una sociedad digna de tal nombre (cfr Cart. enc. Fratelli tutti, 71).
Queridas hermanas, cuento con vosotras y confío en vosotras, la Iglesia confía en vosotras. Con vuestras palabras, vuestras acciones y vuestro testimonio, mandáis un mensaje fuerte al mundo que rechaza a las categorías vulnerables. Que podáis saciaros, con la oración y la adoración, en la fuente de la bondad y de la verdad, y encontrar en la comunión con Cristo muerto y resucitado la fuerza de poner una mirada positiva, una mirada de amor, una mirada de esperanza, una mirada compasiva, una mirada de ternura sobre el mundo, poniendo particular atención a los sectores más desfavorecidos de la sociedad.
Es así que vuestra misión de educadoras traerá frutos de calidad en el seno del pueblo por el bien de la sociedad. Gracias a vuestro carisma, que tiende a hacer descubrir el amor de Cristo a cada persona, vosotras contribuís a abrir nuevos horizontes y crear espacios de fraternidad. De hecho, «educar es siempre un acto de esperanza que invita a la coparticipación y a la transformación de la lógica estéril y paralizante de la indiferencia en otra lógica distinta, capaz de acoger nuestra pertenencia común». 2 Queridas hermanas, en este momento, en el cual la pandemia del Covid-19 ha producido una crisis de múltiples aspectos, en particular un fuerte impacto sobre la educación y sobre los jóvenes, os invito a haceros más cercanas a las personas que viven el aislamiento, la tristeza y el desánimo. De hecho, «se debe privilegiar el idioma de la proximidad, el lenguaje del amor desinteresado, relacional y existencial que toca el corazón, llega a la vida, despierta esperanza y deseos» (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 211).
Encomiendo al Señor y a la Virgen María a cada una de vosotras y a todas vuestras hermanas, os bendigo de corazón. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.
1 Videomensaje con ocasión del encuentro promovido y organizado por la Congregación para la educación católica: “Global Compact on Education. Together to look Beyond” (15 de octubre de 2020)
2 Ibid.