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MUJERES IGLESIA MUNDO

Pioneras

¿La teología?
No es neutral

(foto katolskvision.se)
05 febrero 2022

La primera vez que encontré su nombre no sabía siquiera que era un nombre, que era una leyenda de la exégesis feminista del siglo XX. Estaba buscando libros sobre exégesis bíblica e historia de la Iglesia antigua y el algoritmo del catálogo de la red de bibliotecas sugirió En memoria de ella. Una reconstrucción teológica feminista de los orígenes cristianos (In Memory of Her: A Feminist Theological Reconstruction of Christian Origins) un libro un poco más antiguo que yo, porque yo nací en 1994 y el libro es de 1983. Por desgracia, el volumen no está disponible en ninguna parte salvo en bibliotecas. La autora traza la presencia de la mujer en las primeras comunidades cristianas entre los recovecos de la Escritura y la Tradición. Así que lo reservé, y unos días después ya estaba leyendo su prefacio: “Un libro nunca es obra de un solo autor, aunque sea de su exclusiva responsabilidad. Esto se aplica especialmente en un trabajo teológico feminista como este”. Vi claramente la Teología colectiva que ya había encontrado en otras teólogas y su antiindividualismo que me había conquistado y que aún espero poder imitar.

Luego hay una segunda cosa que recuerdo sobre ese libro, y es una Advertencia en las páginas introductorias. Dice, más o menos: “querido lector, querida lectora, la primera parte del libro es difícil, se entra en los detalles del método crítico y puede ser desalentadora para quien no es especialista en el tema. Si estás en ayunas de Teología, la autora misma te aconseja empezar por la parte II y III”. Se trata, por tanto, de un trabajo en el que caben variaciones, casi modular, como un Lego. Era la primera vez que alguien me invitaba a preguntarme qué tipo de lectora era y, en base a la respuesta, me autorizaba a mezclar las piezas. Para los puristas de la academia, para quienes el rigor científico significa hacer todo “de la A la Z” sin la más mínima variación, resultaría una invitación al desorden. Aunque yo ya era estudiante de teología y hubiera podido leer la primera parte, comencé desde el principio.

En memoria de ella

Elizabeth Schüssler Fiorenza, como la define Elizabeth Green, es una “teóloga católica que supo leer los signos de los tiempos”. Hoy tiene 83 años y, desde hace treinta, ocupa la cátedra de Nuevo Testamento en una de las universidades estadounidenses más famosas, la Harvard University Divinity School en Massachussetts. Las fechas clave de su carrera se concentran en los años ochenta, época de los primeros cursos universitarios de “Historia de la mujer” y “Teología feminista” y de los primeros roles públicos cubiertos por mujeres. Entonces Geraldine Ferraro fue nombrada vicepresidenta en Estados Unidos, y al otro lado del océano, en Italia, Nilde Iotti presidenta de la Cámara. Algo se movía en muchos frentes y en muchas latitudes. En 1987 Schüssler Fiorenza fue elegida para el cargo de presidente de la Society of Biblical Literature, una prestigiosa asociación para la investigación crítica de la Biblia que en los ciento siete años de su historia había sido presidida solo por hombres.

En dos años, de 1983 a 1985, Schüssler Fiorenza alcanzó la máxima visibilidad con la publicación de En memoria de ella; ingresó en el comité directivo de la revista teológica internacional Concilium como editora de la nueva sección de teología feminista; y fundó con la teóloga judía Judith Plaskow el Journal of Feminist Studies of Religion, la revista académica feminista interdisciplinaria e interreligiosa más antigua en materia de estudios religiosos. Su presencia tan reconocida y reconocible en un mundo académico que era y es (como ella aún denuncia) de amplia mayoría masculina, contradecía la supuesta neutralidad de la investigación: una mujer dejaba claro que no era indiferente ser hombre o mujer en un contexto universitario, porque las circunstancias socioculturales condicionaban la disponibilidad del objeto de estudio. Las universidades y las asociaciones académicas también se movían en un sistema patriarcal donde las mujeres jugaban con reglas puestas por otros, por eso, hoy como ayer el único antídoto contra un estudio ingenuo es reconocer el propio condicionamiento, la propia parcialidad. La provocación sobre la actualidad de esta lectura no es casual. En Teología se trataría de verificar, por ejemplo, cómo la forma de una Iglesia jerárquica (Schüssler Fiorenza diría kyriarcal) influye en el mundo académico. ¿Qué espacio pueden tener las mujeres como estudiosas y discípulas de Cristo si la Iglesia se ha “patriarcalizado” progresivamente y las ha dejado al margen de su historia oficial, o si la masculinidad de Jesús acaba coincidiendo con la idolatría de lo masculino en cuanto a tal?

Bilingüismo y política

Pero estábamos en 1983. Cuando se publicó su obra maestra, Schüssler Fiorenza tenía 45 años y desde hacía quince vivía en Estados Unidos con su esposo, también teólogo. Antes, habían vivido y estudiado en Alemania. Este es quizás el dato biográfico más relevante para resumir su pensamiento y un símbolo de su práctica feminista: el bilingüismo. De hecho, gran parte de su experiencia en el mundo es bilingüe, no solo como hablante nativa de alemán nacionalizada estadounidense, sino también como teóloga católica que antes de Harvard tuvo la oportunidad de enseñar en una facultad evangélica, así como mujer en un sistema patriarcal.

Todas las mujeres son como bilingües, “extranjeras residentes”, y aprenden una especie de “arte de la traducción” que no es solo suyo, sino común a todas las “no personas” que luchan por encontrar su carta de ciudadanía en la religión y la sociedad, cada una más o menos sobre la base de su propia experiencia única. La experiencia de una mujer blanca es muy diferente a la de una mujer negra, y no es lo mismo ser católica o musulmana, trabajadora o rentista. La identidad es un conjunto complejo de diferentes vectores: origen social, disponibilidad económica, nacionalidad, sexualidad, habilidades, religión... Así, Schüssler Fiorenza adoptó un enfoque interseccional, es decir, atento a las distintas experiencias de las mujeres. También a ellas las invitó a la misma autoconciencia de parcialidad que pedía a los hombres, esto es, saber situarse, intentar “interrumpir y al mismo tiempo contextualizar las tendencias universalizadoras de los propios argumentos”, reconocer los propios privilegios y notar quién es invisible. Era natural, con estos presupuestos, inscribir la Teología feminista en el contexto de la Teología de la liberación, es decir, de aquella Teología que toma como punto de partida los márgenes y como horizonte la justicia social. Schüssler Fiorenza destacaba a menudo el hecho de que la investigación académica y teológica siempre tiene implicaciones políticas, porque la forma de estudiar, los autores consultados, los contenidos destacados o ignorados, promueven o frenan inevitablemente una forma del mundo (y de la Iglesia), discriminatoria o justa. Hay, pues, un problema práctico que la Teología debería plantearse: ¿cómo evitar relegarse al encierro académico y religioso y cómo situar el estudio en favor del cambio social?

Es un elemento poderoso para la Teología de hoy el hecho de cuestionar cómo no ser neutral y cómo no subestimar las implicaciones políticas del estudio. Dado que ambas son cuestiones feministas, se las descalifica con demasiada facilidad en ese halo de sospecha que todavía rodea a la Teología de género, como si se tratara de robar algo. Sobre este prejuicio se perpetúa una marginación de la mujer en el ámbito académico y eclesial. En cambio, la teología de las mujeres, incluida la de Elizabeth Schüssler Fiorenza, ofrece lo que ha elaborado, esto es, si no soluciones, al menos un método de trabajo no solitario que admite las dependencias mutuas del pensamiento como riqueza, y no como una derrota de la originalidad, y que apunta a resultados constructivos en lugar de concluyentes y autorreferenciales. El feminismo, dice Stella Morra leyendo En memoria de ella, está en la perspectiva de una “inclusión, en el intento de huir de las polarizaciones” y asumir “la complejidad de la realidad”. Hacerse algunas preguntas juntos, esta sería la prioridad. Schüssler Fiorenza ya planteó hace tiempo algunas muy interesantes.

de Alice Bianchi
Doctoranda en Teología Fundamental y Coordinadora Teólogas Italianas


Elisabeth Schüssler Fiorenza
  es pionera en interpretación bíblica y teología feminista. Teóloga estadounidense nacida en un pequeño pueblo de la actual Rumanía, tiene 83 año y es licenciada en Teología pastoral y especializada en el estudio del Nuevo Testamento. Es maestra de Harvard Divinity School y fue la primera mujer en ser elegida presidenta de la Society of Biblical Literature. Su libro más célebre es “En memoria de ella. Una reconstrucción feminista de los orígenes cristianos”. De este volumen habla en nuestras páginas una joven teóloga que aún no había nacido cuando se publicó el libro en 1983.