“Les pido perdón en nombre de todos los cristianos que les han herido, ignorado y humillado”, porque “cada hombre, cada mujer es el templo de Dios”; y en particular “ustedes son el templo de Dios, son el tesoro de la Iglesia”. Por lo tanto, “su lugar no está en la puerta de las iglesias, sino en el corazón de la Iglesia”. Son palabras contundentes que el Papa Francisco dirige a los necesitados vinculados a la organización Fratello.
Están contenidas en un mensaje de vídeo en español, publicado en la página de Facebook de esta última a primera hora de la tarde del domingo 14, precisamente con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres.
“Sepan que son los favoritos de Dios. Hay santos escondidos entre ustedes”, aseguró el Pontífice a los miles de necesitados que se habían reunido en línea desde los cinco continentes para compartir un encuentro durante una media hora, al final de un evento de tres días lleno de momentos dedicados a ellos. Iniciado idealmente el viernes por el encuentro “en presencia” con el Papa en Asís, terminó de nuevo con Francisco recordando a través de la pantalla a los numerosos hermanos que “pasan por situaciones difíciles, dolorosas, a veces insoportables”; que “sufren en la cárcel, en los barrios de chabolas, en la cama de un hospital, en los barrios más pobres, abandonados, aislados” o “en medio de una guerra que no habéis buscado, sino que os ha sido impuesta”.
Personas, señaló con amargura, que “no tienen nada, no saben si van a comer esta noche, no saben dónde van a dormir”, y otras “que aparentemente lo tienen todo”, y sin embargo “sufren soledad, angustia, depresión, adicción”.
Pero es precisamente a estas mujeres y hombres a los que Cristo pone en el centro del Evangelio, dedicándoles la primera de las bienaventuranzas.
Y aunque “a veces la palabra ‘pobre’” pueda escandalizar “a algunos, quiero gritar al mundo que la Iglesia tiene una Buena Nueva”, dijo el Obispo de Roma: es decir, que Jesús necesita a los pobres para salvar al mundo “pidiéndonos continuamente que seamos pobres”, que “nos hagamos pobres en nuestros corazones” con esa “invitación radical a dejar de lado lo que tenemos, lo que creemos poseer, nuestro pecado, para dejar que Dios venga a llenarnos de su amor”.
De ahí la oración de Francisco para que “el Señor nos ayude a ser pequeños, para que Él pueda ser ‘grande’ en nosotros”.