«Una renovada acción educativa que pueda hacer crecer en el mundo la fraternidad universal»: la invocó el Papa Francisco hablando a los representantes de las religiones reunidos en la Sala Clementina —la mañana del 5 de octubre, Jornada mundial de los profesores— para el encuentro sobre el tema «Religiones y educación: hacia un pacto global sobre educación» en el ámbito del Pacto educativo global promovido por el Pontífice el 12 de septiembre de 2019 para educar a las nuevas generaciones en la fraternidad, la paz y la justicia.
Queridos hermanos y hermanas:
Me alegro de acogeros en esta ocasión significativa para promover un Pacto Educativo Global. Hoy, en la Jornada Mundial de los docentes instituida por la unesco , como Representantes de las Religiones queremos manifestar nuestra cercanía y gratitud a todos los docentes y, al mismo tiempo, nuestra atención por la educación.
Hace dos años —el 12 de septiembre de 2019— hice un llamamiento a todos aquellos que de diversas maneras trabajan en el campo de la educación, para «dialogar sobre el modo en que estamos construyendo el futuro del planeta y sobre la necesidad de invertir los talentos de todos, porque cada cambio requiere un camino educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora» (Mensaje para el lanzamiento del Pacto Educativo).
Para este fin he promovido la iniciativa de un Pacto Educativo Global, «para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna».
Si queremos un mundo más fraterno, debemos educar las nuevas generaciones «reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite» (Carta enc. Fratelli tutti, 1). El principio fundamental del “conócete a ti mismo” siempre ha orientado la educación, pero es necesario no olvidar otros principios esenciales: “conoce a tu hermano”, para educar a la acogida del otro (cf. Carta enc. Fratelli tutti; Documento sobre la fraternidad humana, Abu Dabi, 4 febrero 2019); “conoce la creación”, para educar al cuidado de la casa común (cf. Carta enc. Laudato si’) y “conoce el Trascendente”, para educar al gran misterio de la vida. Para nosotros significa mucho una formación integral que se resume en el conocerse a sí mismo, conocer al propio hermano, la creación y el Trascendente. No podemos ocultar a las nuevas generaciones las verdades que dan sentido a la vida.
Desde siempre las religiones han tenido una estrecha relación con la educación, acompañando las actividades religiosas con las educativas, docentes y académicas. Como en el pasado también hoy, con la sabiduría y la humanidad de nuestras tradiciones religiosas, queremos estimular una renovada acción educativa que pueda hacer crecer en el mundo la fraternidad universal.
Si en el pasado las diferencias nos han puesto en contraste, hoy vemos en ellas la riqueza de caminos distintos para llegar a Dios y para educar a las nuevas generaciones a la convivencia pacífica en el respeto recíproco. Por tanto, la educación nos compromete a no usar nunca el nombre de Dios para justificar la violencia y el odio hacia otras tradiciones religiosas, a condenar cualquier forma de fanatismo o de fundamentalismo y a defender el derecho de cada uno a elegir y actuar según su propia conciencia.
Si en el pasado, también en nombre de la religión, se han discriminado las minorías étnicas, culturales, políticas o de otro tipo, hoy nosotros queremos defender la identidad y la dignidad de cada persona y enseñar a las nuevas generaciones a acoger a todos sin discriminación. Por tanto, la educación nos compromete a acoger al otro tal como es, no como yo quiero que sea, como es, y sin juzgar ni condenar a nadie.
Si en el pasado los derechos de las mujeres, de los menores, de los más débiles no han sido respetados siempre, hoy nos comprometemos a defender con firmeza esos derechos y enseñar a las nuevas generaciones a ser voz de los sin voz. Por tanto, la educación nos pide repudiar y denunciar cualquier violación de la integridad física o moral de cada individuo. Y la educación nos debe hacer comprender que el hombre y la mujer son iguales en dignidad, que no haya discriminaciones.
Si en el pasado hemos tolerado la explotación y el saqueo de nuestra casa común, hoy, más conscientes de nuestro papel de custodios de la creación que nos ha sido encomendada por Dios, queremos ser voz de la naturaleza que grita por su supervivencia y formarnos a nosotros y a las nuevas generaciones en un estilo de vida más sobrio y eco-sostenible. Ayer me impresionó el testimonio de uno de los científicos que habló en nuestro encuentro, dijo: “Mi nieta, que acaba de nacer, dentro de cincuenta años tendrá que vivir en un mundo inhabitable, si las cosas siguen así”. Por tanto, la educación nos compromete a amar nuestra madre tierra y a evitar el desperdicio de alimentos y recursos, así como a estar más dispuestos a compartir los bienes que Dios nos ha dado para la vida de todos. Me viene a la mente lo que decía un sabio, no católico: “Dios perdona siempre. Nosotros perdonamos a veces sí y a veces no. La naturaleza no perdona jamás”.
Queremos hoy declarar que nuestras tradiciones religiosas, desde siempre protagonistas de la alfabetización hasta la educación superior, refuerzan su misión de educar cada persona en su integridad, es decir, cabeza, manos, corazón y alma. Que se piense lo que se siente y se hace; que se sienta lo que se piensa y se hace; que se haga lo que se siente y se piensa. La armonía de la integridad humana, es decir, toda la belleza propia de esta armonía.
Queridos hermanos y hermanas, os agradezco por vuestra participación y agradezco también a todos los que a causa de la pandemia no han podido estar hoy aquí presentes. Y ahora os invito a un breve momento de silencio para pedir a Dios que ilumine nuestras mentes, para que nuestro diálogo sea fructífero y nos pueda ayudar a seguir con valentía los caminos de nuevos horizontes educativos.