El 4 de octubre es una fecha importante por muchos motivos. Sobre todo, porque es la fiesta de san Francisco, el pobrecillo de Asís, que desde hace más de 800 años ilumina con su luz la aventura del cristianismo en todo el mundo, también más allá de los confines de la Iglesia católica.
El segundo motivo está relacionado con el primero: el primer aniversario de la publicación de la encíclica Fratelli tutti, escrita por el Papa que eligió llamarse Francisco. El título está tomado de una obra del santo de Asís, del mismo modo que la precedente encíclica, Laudato si’.
Estos dos documentos juntos representan dos pilares del pontificado del Papa Francisco, dos “semillas” que piden al pueblo de los fieles trabajar por su crecimiento y su desarrollo. En particular Fratelli tutti plantea distintos interrogantes a la conciencia del hombre de hoy, del católico y de esos católicos llamados al servicio de la comunicación (desde un cierto punto de vista todos los católicos son “comunicadores”, tienen una noticia, una Buena Noticia, para anunciar al mundo, “hasta los confines de la tierra”).
Es por eso por lo que el pasado mes de julio, con ocasión del 160º aniversario del «L’Osservatore Romano», el periódico quiso acoger en algunas ediciones especiales las reflexiones de muchos directores y periodistas de todo el mundo “provocados” para responder a la siguiente pregunta: en el actual “cambio de época”, ¿cómo debe cambiar la forma de hacer comunicación? ¿El camino de un “periodismo de fraternidad” indicado por el Santo Padre puede ser el camino para un salto de calidad en la comunicación? Las respuestas fueron muchas, diferentes y todas interesantes. Fratelli tutti es un punto de inflexión, como subrayó Andrea Tornielli en un reciente editorial en el que afirmaba que «el Papa ha indicado el camino sobre el que caminar para alcanzar ese objetivo: el reconocerse hermanos y hermanas, custodios el uno del otro [...] único antídoto a la carrera autodestructiva hacia el abismo del odio, de la guerra, del egoísmo, del fanatismo».
El tercer motivo es más pequeño, limitado a la vida de este periódico, pero está estrechamente unido a la encíclica del Papa: en el mismo día de la publicación de Fratelli tutti, exactamente hace un año, «L’Osservatore Romano», en su edición diaria en italiano, volvía a ser impreso en papel después de la interrupción de seis meses debida a la pandemia. Y volvía en un nuevo formato y nuevo diseño. Unicuique suum está escrito bajo la antigua cabecera del periódico, “a cada uno el suyo” que puede querer decir no solo la distinción de las diferentes esferas en las que se articula la vida humana, la esfera civil diferente de la religiosa, sino, por decirlo con el Eclesiastés, que hay un tiempo para cada cosa.
Y así, al ritmo de los tiempos y al mismo tiempo de la tradición, «L'Osservatore Romano» también vive, es decir, cambia. La tradición, de hecho, lo recuerda a menudo el Papa citando la imagen acuñada por Gustav Mahler, no es la veneración de las cenizas, sino la custodia del fuego.
Andrea Monda