La «llamada más alta» para la política es «la de servir al bien común y dar prioridad al bienestar de todos, antes que el beneficio personal». Lo indicó el Papa Francisco a los participantes del encuentro International Catholic Legislators Network, recibidos en audiencia la mañana del viernes 27 de agosto, en la Sala Clementina.
Quisiera pedir disculpas por no hablar de pie, pero todavía estoy en el periodo postoperatorio y tengo que hacerlo sentado. Disculpadme. ¡Honorables señores
y señoras!
Me alegra encontrarme nuevamente con vosotros, parlamentarios de diferentes países, en este momento crítico de la historia: un momento crítico de la historia. Doy las gracias al cardenal Schönborn y al señor Alting von Geusau por sus palabras de saludo y de introducción. Y me alegro por la presencia de su santidad Ignatius Aphrem ii , Patriarca de la Iglesia Siro-ortodoxa.
Desde los inicios de la International Catholic Legislators Network, en el 2010, habéis acompañado, sostenido y promovido el trabajo de la Santa Sede como testigos del Evangelio en el servicio a vuestros países y a la comunidad internacional en su conjunto. Estoy agradecido por vuestro amor a la Iglesia y por la colaboración con su misión.
Nuestro encuentro sucede hoy en un momento muy difícil. La pandemia del Covid-19 está devastando. Ciertamente hemos registrado progresos significativos en la creación y en la distribución de vacunas eficaces, pero nos queda todavía mucho trabajar por realizar. Ya ha habido más de doscientos millones de casos confirmados cuatro millones de muertos por esta plaga terrible, que ha causado también tanta ruina económica y social. Vuestro rol de parlamentarios es por tanto más importante que nunca. Preparados para servir al bien común, ahora estáis llamados a colaborar, a través de vuestra acción política, a renovar integralmente vuestras comunidades y a la entera sociedad. No solo para derrotar al virus, y tampoco para volver al status quo anterior a la pandemia, no, sería una derrota, sino para afrontar las causas profundas que la crisis ha revelado y amplificado: la pobreza, la desigualdad social, el desempleo generalizado y las faltas de acceso a la educación. Hermanos y hermanas, de una crisis no se sale iguales: saldremos mejores o peores. De una crisis no se sale solos: saldremos juntos o no podremos salir.
En una época de disturbios y polarización política, los parlamentarios y los políticos más en general no siempre son muy apreciados. Esto no es nuevo. Sin embargo, ¿qué llamada más alta existe que la de servir al bien común y dar prioridad al bienestar de todos, antes que al beneficio personal? Vuestro objetivo debe ser siempre este, porque una buena política es indispensable para la fraternidad universal y la paz social (cfr Enc. Fratelli tutti, 176). En nuestra época, en particular, uno de los mayores desafíos en este horizonte es la administración de la tecnología por el bien común. Las maravillas de la ciencia y de la tecnología moderna han aumentado nuestra calidad de vida. «Es justo alegrarse ante estos avances, y entusiasmarse frente a las amplias posibilidades que nos abren estas constantes novedades, porque la ciencia y la tecnología son un maravilloso producto de la creatividad humana donada por Dios» (Enc. Laudato si’, 102). Sin embargo, abandonadas a sí mismas y solo a las fuerzas del mercado, sin las orientaciones oportunas dadas por las asambleas legislativas y las otras autoridades públicas guiadas por el sentido de responsabilidad social, estas innovaciones pueden amenazar la dignidad del ser humano.
No se trata de frenar el progreso tecnológico. Sin embargo, los instrumentos de la política y de la regulación permiten a los parlamentarios proteger la dignidad humana cuando es amenazada. Pienso por ejemplo en la plaga de la pornografía infantil, la explotación de datos personales, los ataques a las infraestructuras críticas como los hospitales, las falsedades difundidas a través de las redes sociales, etc. Una legislación atenta puede y debe guiar la evolución y la aplicación de la tecnología por el bien común. Por tanto, hermanos y hermanas, os animo calurosamente a asumir la tarea de una seria y profunda reflexión moral sobre los riesgos y las oportunidades inherentes en el progreso científico y tecnológico, para que la legislación y las normas internacionales que las regulan puedan concentrarse sobre la promoción del desarrollo humano integral y de la paz, en vez de en el progreso fin en sí mismo. Los parlamentarios naturalmente reflejan los puntos de fuerza y de debilidad de quienes representan, cada uno con especificidades para poner al servicio del bien de todos. El compromiso de los ciudadanos, en los diferentes ámbitos de participación social, civil y política, es imprescindible. Todos somos llamados a promover el espíritu de solidaridad, a partir de la necesidad de las personas más débiles y desfavorecidas. Sin embargo, para sanar al mundo, duramente puesto a prueba por la pandemia, y para construir un futuro más inclusivo y sostenible en el que la tecnología sirva las necesidades humanas y no nos aísle a los uno de los otros, se necesitan no solo ciudadanos responsables sino también líderes preparados y animados por el principio del bien común.
Queridos amigos, el Señor os conceda ser fermento de una regeneración de mente, corazón y espíritu, testigos de amor político para los más vulnerables, para que, sirviéndoles, podáis servirle a Él en todo lo que hacéis.
Os bendigo a vosotros, bendigo a vuestras familias y bendigo vuestro trabajo. Y también vosotros, os pido por favor, rezad por mí. Gracias.