Doce reclusos del tercer centro de detención de Rebibbia llevaron una cesta de pan fresco al Papa la mañana del lunes 21 de junio a la Casa Santa Marta. La noche anterior prepararon ese pan, con sus propias manos, precisamente para dar las “gracias” a Francisco “por el don de la esperanza que nos ofrece a los reclusos”.
Y, en un ambiente familiar, el Papa les confió precisamente su atención a las personas que viven la experiencia de la cárcel, recordando sus visitas a las prisiones en Argentina, y asegurando sus oraciones también por sus familias.
“Hoy toda la comunidad penitenciaria ha vivido una experiencia muy importante con el Papa”: el padre Moreno M. Versolato, religioso de los Siervos de María, capellán de la más pequeña de las cuatro cárceles romanas, no ocultó su emoción. Sí, el padre Moreno habla de “comunidad” porque -insiste- “hoy aquí, en el Vaticano, hemos venido juntos: doce reclusos, la directora de la tercera cárcel de Rebibbia, Anna Maria Trapazzo, tres educadores, policías penitenciarios y dos juezas de libertad condicional”.
La presencia de las dos juezas, Anna Vari y Paola Cappelli -señaló el capellán- tiene un fuerte significado: “Ellas son las que evalúan y firman los permisos en las vías de reinserción social, a través de las medidas alternativas de semilibertad, y es extraordinario que hoy aquí vivan, directamente con los internos, una experiencia de belleza que es una ‘escuela de vida’ para todos”.
Sí, explica con pasión el padre Moreno, “estos jóvenes han crecido en suburbios degradados o tal vez proceden de países lejanos... en definitiva, han tenido, desde la infancia, otra ‘escuela’...”.
El capellán se hizo eco de la directora de los “Museos del Papa”, Barbara Jatta, que dio una cordial “bienvenida” a los “embajadores” de Rebibbia: “Estas galerías son la casa de todos, aquí cada uno, con su propia sensibilidad, puede captar ‘algo’ valioso para su vida y hacerla mejor. Hoy con gran alegría los Museos Vaticanos -dice la directora- se presentan y se ofrecen a los internos y a quienes los acompañan como una inspiración de belleza que toca el alma en su profundidad”.
La visita a los Museos — el momento fuerte en el pabellón de los carruajes — tiene aún más significado, prosigue el padre Moreno, “porque en este periodo de pandemia, los internos han sufrido mucho el aislamiento y la marginación por la imposibilidad de abrazar a sus seres queridos”. Son situaciones extremas, realmente “al límite” -dice- y es fácil ceder a la tentación de dar espacio al conflicto y a la ira. Y el pensamiento, añade, se dirige también a todo el personal de servicio.
“Puedo dar testimonio, como capellán, de lo grande y sincero que es el cariño de los detenidos por el Papa Francisco”, plantea el religioso. “Esta mañana le hemos agradecido personalmente, todos juntos, la cercanía que nos muestra continuamente y en diferentes ocasiones”. El regalo de las colombe en Pascua (dulce típico en Italia durante la Semana Santa), añade, fue una sorpresa para todos. “Pero el mayor agradecimiento”, concluyó el capellán, “es por sus oraciones y por sus peticiones a las autoridades políticas para que cambien cada vez más las condiciones de detención, especialmente cuando se viola constantemente la dignidad de la persona”.
Al final de la mañana en el Vaticano, la directora del centro penitenciario habló de una experiencia de acogida y esperanza: “El regalo del pan para el Papa tiene un valor enorme para nosotros: en pleno confinamiento hemos puesto en marcha un taller de panadería y siete internos han sido contratados por una empresa. El pan hecho esta noche para Francisco es, por tanto, un ‘gracias’. Y también el regalo de la ‘baldosa’ con la cruz, expresión del curso de mosaico, no es un gesto formal sino un signo de fe y esperanza”.
De Giampaolo Mattei