“Espero que la certeza de contribuir a un trabajo hermoso, útil y fructífero os haga soportar el cansancio. Que sepáis conservar la memoria. Y que lleguéis a asombraros”. Estos son los tres deseos de Cristina Simonelli para quienes la sucederán al frente de la Coordinadora de Teólogas Italianas (CTI) a partir del 5 de junio, fecha de la asamblea en la que, además de la presidencia, también la secretaría y los consejos se renovarán en buena parte. Dieciocho años después de su fundación, la Coordinadora afronta un importante punto de inflexión. El segundo. “El primero tuvo lugar en 2013, cuando hubo un cambio de guardia entre la creadora, Mariella Perroni y yo. Ahora soy yo quien termina el segundo mandato y deja el cargo, como prevén los estatutos. La alternancia es necesaria. Con cada cambio, pasamos el testigo a la próxima generación para que las “nuevas generaciones” no sigan siendo alumnas de por vida y se conviertan en madres y maestras”, explica.
Tras la fase pionera de la fundación, Cristina Simonelli se centró en la estructuración y articulación de la CTI que ahora cuenta con 161 miembros, entre quienes han cursado algún curso de formación teológica o se dedican a la disciplina como profesión. El grupo también incluye a unos diez hombres. “No somos un grupo segregacionista ni corporativista. Asumimos la diferencia y la vivimos en relación, desde un sistema crítico y transformador. La Coordinadora es un espacio plural en todos los sentidos porque no tenemos un punto de vista único sobre la actualidad eclesial. Nuestro lema es: “Yo no te excomulgo”. Cultivamos los estudios teológicos desde una perspectiva de género con la convicción de que la diferencia sexual es la gran represión cultural. Hacerla presente es indispensable también para la Teología”. Una ciencia que siempre está en cuestión por su objeto, elusivo por definición, y porque el sujeto que la practica histórica y socialmente está muy acotado. “Nuestro ser mujeres, desde este punto de vista, se antepone a las diferencias confesionales. Por tanto, la CTI es un lugar ecuménico que marca una perspectiva de trabajo para la Iglesia”. Lo hace como laboratorio de proyectos, brindando apoyo a quienes dan sus primeros pasos en la disciplina o descubriendo nuevos talentos. La asociación quiere ser ante todo “una fuerza silenciosa”. “No nos gustan los panfletos ni las proclamas grandilocuentes. Sin embargo, al mismo tiempo, en estos ocho años, me he sentido libre para hablar con gran libertad. No solo de la Iglesia, sino de Dios y del mundo. Una libertad radicada en el sentido y, por ello, auténtica, respetuosa y audaz”.
de Lucia Capuzzi
Periodista de Avvenire