Por una Iglesia
Margarita Moyan, la argentina del Vaticano II
El 8 de diciembre de 1965, el Papa Pablo vi entregó a Margarita Moyano el Mensaje a los jóvenes durante la clausura del Concilio Vaticano ii. Fue designada auditora laica ya que era la presidenta de la Federación Mundial de Juventudes Femeninas Católicas. Ella describía así su experiencia conciliar: “He tenido la sensación de tocar de cerca parte de este misterio que es la Iglesia, el Pueblo de Dios y madre que nos da la vida; santa y pecadora, prostituta y fiel, misterio tejido por hombres y mujeres en el que irrumpe el Espíritu de Dios, exactamente como irrumpe en la historia de toda la Humanidad”.
Margarita nació el 6 de agosto de 1926 en una familia argentina de ascendencia criolla. Creció en Buenos Aires con sus padres y ocho hermanos. Mujer inteligente, de fe inquebrantable, viva y precisa, irradiaba una alegría profunda enraizada en su espiritualidad inescrutable. De complexión más bien pequeña, voz dulce y sonrisa inalterable, le gustaba entretener a los más pequeños de la casa, de ahí su profesión de docente. Desde temprana edad ingresó en la Acción Católica Argentina y fue presidenta del Consejo Superior Juvenil de Acción Católica de 1955 a 1961. Al año siguiente, fue elegida responsable para América Latina de la Federación Mundial de Juventudes Femeninas Católicas, de la que posteriormente también se convirtió en presidenta.
Esta juiciosa laica cristiana fue una de las 23 mujeres auditoras del Vaticano II, a las que la prensa se refiere como “las madres del Concilio”. Fueron trece laicas y diez religiosas, mujeres combativas, altamente capacitadas e invitadas al Concilio por sus competencias. Representaron una indudable riqueza durante los trabajos. Aunque no pudieran intervenir en el pleno, aunque no tuvieran ni voz ni voto, sí se hicieron oír en las comisiones donde contribuyeron, por ejemplo, a la redacción de Gaudium et Spes. Y todas trasladaron la experiencia del Concilio a su compromiso con la Iglesia en los años venideros.
La aportación de Margarita Moyano fue especialmente activa en el campo ecuménico. Entabló con el observador fray Roger Schutz, fundador de la comunidad ecuménica de Taizé, una gran amistad que continuó durante toda su vida. Fue una de las promotoras de los Encuentros Internacionales de la Juventud y del Concilio de la Juventud en Taizé (Francia) de 1970 a 1974.
Durante esa extraordinaria experiencia conciliar, compartió las reflexiones de los obispos latinoamericanos sobre el tema “la Iglesia de los pobres”. Como solían ir a rezar a las catacumbas, se les llamaba “los obispos de las catacumbas”. Así nació la amistad con obispos como el Helder Cámara o Enrique Angelelli. En 1978 fue convocada como observadora en la Asamblea Episcopal Latinoamericana en Puebla (México). Su opción preferencial por los pobres fue un sello indeleble de su esencia y acciones.
Margarita en Argentina fue muy activa dentro del INCUPO (Instituto de Cultura Popular), una asociación de profunda inspiración cristiana para la educación popular de adultos, criollos e indígenas como leñadores, pequeños agricultores, trabajadores no cualificados y trabajadores migrantes sin posibilidad de desarrollo, todos ellos condenados a la pobreza y el analfabetismo. En este contexto Margarita demostró, como siempre, que era creativa, trabajadora y activa. Estas familias la apreciaban enormemente.
Durante los años de la dictadura militar, se trasladó a Bruselas. Por razones de seguridad, en ese período de gran violencia institucional, optó por vivir en la ciudad donde ya había vivido. Como había demostrado con su camino ser una mujer sensata, con ideas avanzadas y con un afinado sentido eclesial, - pudiendo estar en desacuerdo, pero sin llegar al conflicto -, fue nombrada miembro de la Comisión Nacional Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Argentina, cargo que ostentó de 1988 a 1992.
En su última parroquia, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, se dedicó a la catequesis de adultos. Su párroco era Óscar Ojea, actual obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Él la recuerda como una laica de excelente formación, con notable capacidad de discernimiento y escucha, constructora de comunidad y llena de alegría. Fue la animadora del principal acto comunitario de las peregrinaciones al santuario mariano de Luján. Lo ayudó a fundar el Hogar Albisetti, un centro de integración para hombres indigentes. Fue pionera y secretaria del Hogar El Arca en su país, un centro de acogida y acompañamiento para personas con discapacidad. Mostró gran serenidad y humildad durante su enfermedad, un cáncer de páncreas que se la llevó el 19 de mayo de 2003.
di María Lía Zervino
Servidora, presidenta UMOFC - Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas