Proximidad y cuidado
Es indispensable «promover una cultura de la proximidad, en la cual cada uno se hace cargo de las exigencias ineludibles de la realidad humana»; una cultura del cuidado que «encuentra su fundamento en la promoción de la dignidad de cada persona, de la solidaridad con los pobres y los indefensos, del bien común y de la salvaguarda de la creación». Lo escribe el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson en un mensaje de saludo enviado a los participantes del curso de formación continua reservado a los obispos italianos sobre el tema: «Amar al prójimo: el cuidado de los enfermos en la proximidad».
El encuentro, que tuvo lugar entre el 12 y 13 de abril en modalidad online, fue organizado por la Comisión para el servicio de la caridad y la salud y de la Oficina nacional para la pastoral de la salud de la Conferencia episcopal italiana (CEI), con el objetico de ofrecer una lectura de la actual situación marcada fuertemente por la pandemia del Covid-19 e identificar perspectivas futuras.
El prefecto del Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral mostró su aprecio por el compromiso de la CEI en el promover la cultura del cuidado con «innumerables iniciativas y loables actividades hacia el mundo del sufrimiento», compartidas también en una reciente videoconferencia promovida por la Comisión vaticana Covid-19. El purpurado hizo notar que, en esa ocasión, se escucharon también los testimonios de muchos obispos del mundo que subrayaron la «importancia de la proximidad en la pastoral sanitaria, sobre todo en este tiempo difícil».
Observando que una de las cuestiones a examen en el curso se refiere a la salud mental «fuertemente probada en este periodo», el cardenal recordó el documento del Dicasterio Acompañar a las personas en sufrimiento psicológico en el contexto de la pandemia del Covid-19. Miembros de un solo cuerpo, amados por un único amor, en el cual se proponen «algunos elementos de reflexión a los que están cerca de personas golpeadas por la pandemia y a todos aquellos que están llamados a acompañarlos tanto en el seno de las familias como dentro de las estructuras sanitarias y eclesiales».
El purpurado evidenció la afinidad del tema con la reflexión de Francisco «sobre esa misión a la cual todo creyente está llamado frente a la dolencia del prójimo». Delante del dolor y el sufrimiento, como recuerda el Papa, «la única respuesta sana es la de ser como el buen Samaritano», así como para convertirse en— se lee en la Fratelli tutti n. 67 — «una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común».
La experiencia de la enfermedad, dijo al respecto el cardenal, «hace sentir nuestra vulnerabilidad y, al mismo tiempo, la necesidad innata del otro». En cuanto a pastores, insistió, «estamos llamados particularmente a vivir esta cercanía llevando a cabo el amor fraterno en Cristo que genera una comunidad capaz de sanación, que no abandona a nadie, que incluye y acoge sobre todo a los más frágiles». Por tanto, cada Iglesia local, bajo la guía del obispo, «debe nuevamente redescubrir el trato de presencia sanadora que plasma una comunidad sanadora con todos sus carismas y ministerios». Por eso, la «dimensión sanadora que se convierte en la dimensión salvífica y saludable de la Iglesia, debe estar presente no solo en su pastoral específica como la de la salud, sino que debe ser parte integrante del ser de la Iglesia y de todo su actuar pastoral».
En el encuentro participaron, entre otros, el obispo Stefano Russo, secretario general de la CEI; el arzobispo Carlo Maria Redaelli, presidente de la Comisión para el servicio de la caridad y la salud; y don Massimo Angelelli, director de la Oficina nacional para la pastoral de la salud.