De la Cruz
«Esta Liturgia suscita cada año en nosotros un sentimiento de asombro. Pasamos de la alegría que supone acoger a Jesús que entra en Jerusalén al dolor de verlo condenado a muerte y crucificado». Lo subrayó el Papa celebrando, en la mañana del 28 de marzo, la misa del Domingo de Ramos en la basílica vaticana.
El estupor, explicó, «es un sentimiento profundo que nos acompañará toda la Semana Santa», por eso es necesario pedir «la gracia del estupor» y partir de nuevo. «La vida cristiana, sin asombro, es monótona» aseguró, recordando que Jesús llega «a la gloria por el camino de la humillación» y «triunfa acogiendo el dolor y la muerte, que nosotros, rehenes de la admiración y del éxito, evitaríamos». En la cruz, añadió el Pontífice, Dios «se acerca a nuestra fragilidad... está con nosotros en cada herida, en cada miedo. Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra». En resumen «vence, pero la palma de la victoria pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas».