· Ciudad del Vaticano ·

Moda y liturgia

El hábito hace a la monja
(no siempre)

 L’abito fa la monaca (ma non sempre)  DCM-002
06 febrero 2021

El 9 de febrero de 2017, el Papa Francisco expuso los principios de la nueva educación a los participantes en la asamblea plenaria de la Congregación para la Educación Católica: “Las instituciones educativas católicas están llamadas a practicar la gramática del diálogo que configura el encuentro y a valorar la diversidad cultural y religiosa. El diálogo, en efecto, educa cuando la persona se relaciona con respeto, estima, sinceridad de escucha y se expresa con autenticidad, sin oscurecer ni mitigar su propia identidad alimentada por la inspiración evangélica”.

El Papa hablaba de una experiencia viva de diálogo unos con otros y para los demás en el mundo contemporáneo, en una visión nueva y radical, que resalta un propósito mucho más amplio de la educación. Además, las palabras del Papa dan lugar a nuevos campos de investigación y comparación, nuevos temas y nuevas preguntas. En línea con la propuesta educativa del Papa Francisco, la pregunta ya no es “qué”, sino “cómo” es posible cuidar al otro. ¿Cómo es posible educar a la persona humana y personalizar la acción educativa, como cuando un sastre confecciona un “traje a medida”?

Barbara Marchica y el sacerdote Giulio Osto han dedicado un libro al tema del “vestir” con el objetivo de crear una “tierra donde la antropología, la teología y la liturgia se entrelazan para dar profundidad y sabor a nuestro ser en el mundo”. A propósito de este proyecto educativo emana una pregunta existencial: ¿la moda tiene alguna influencia en la religiosidad de las personas?

El estilo del hábito religioso siempre ha sido un tema muy debatido y ha entrado en el ámbito académico en la Pontificia Universidad Gregoriana con temas como El sastre de la luz. Las casullas de Matisse para la capilla de Vence. En los últimos años, debates, publicaciones y exposiciones sobre moda, la ropa de las religiosas y las vestimentas litúrgicas han dado lugar a nuevos espacios de debate entre artistas, estilistas, productores textiles y expertos en la Sagrada Liturgia. Esta conversación encontró su culminación en la exposición Heavenly Bodies: Fashion and the Catholic Imagination en el Metropolitan de Nueva York (2018), encargada por el cardenal Gianfranco Ravasi, (inspirada en el ensayo titulado Tú cubriste mi vergüenza de Anne Lécu, una monja dominica francesa que es también médico, “un vagabundear en la tierra de las túnicas de cuero y lino”) en busca de los símbolos, de la desnudez, de la vergüenza, de la inocencia, de la malicia y el manto de gloria descritos al principio de la Biblia y de la Historia (Génesis 3:21). En el libro Dios tres veces sastre. Moda, Iglesia y Teología, el padre dominico Alberto F. Ambrosio, -profesor de la Luxemburg School of Religion and Society-, no se limita a abordar el vínculo entre moda, Iglesia y teología, sino que resalta el perfil ético del vestir. Como director de investigación del Collège des Bernardins, el padre Ambrosio se ocupa de las relaciones entre la moda, el estilo de la ropa y la identidad religiosa.

¿Podemos hablar de una teología del vestir?, ¿se puede decir que la ropa es una expresión de un credo femenino? El diseño de la indumentaria de las monjas es un tema al que ahora se dedica la investigación académica, especialmente desde una perspectiva personalista y existencial. ¿Tiene la moda alguna influencia en la espiritualidad de quienes se acercan al culto divino? La era de la Reforma dictó reglas estrictas para el uso y estilo de la ropa. En la Europa contemporánea, en cambio, ha prevalecido una moda no confesional, capaz de ir más allá de las diferentes declinaciones morales de las confesiones religiosas, pero igualmente incapaz de tender un puente entre una vestimenta casta y un estilo “a la moda”. El carisma de las órdenes religiosas debe contrarrestar la vanidad y no sacrificar la individualidad en favor de un estilo común. Porque las religiosas suelen considerar la moda como sinónimo de erotismo. Y en cambio, en los escritos de una monja dominica se lee que para algunas monjas jóvenes un estricto código de vestimenta era una causa de angustia psicológica: “las jóvenes, frescas y adorables, a veces se convierten en escalofriantes caricaturas”.

En Roma, las modelos del atelier Sorelle Fontana desfilaron con trajes litúrgicos y sombreros a la moda frente a un público de maniquíes que representan a monjas encapuchadas de estilo medieval. Las monjas de algunas congregaciones han sustituido la ropa interior de lino por otra más a la moda.

Se podría hablar del redescubrimiento de la “sostenibilidad” generalizada. Este principio, que a menudo se repite en el Magisterio del Papa Francisco, ya había sido propuesto para la vestimenta de los monjes por Benedicto de Norcia, quien no impuso el color ni el estilo del hábito, limitándose a prescribir llevar “lo que pueda se puede encontrar en cada lugar”. Un detalle de la Regla que hoy podría interpretarse de la siguiente manera: “¡usa lo que sea funcional para tu tarea en el mundo!”. Lo opuesto por completo al machismo del cardenal Suenes, quien, después de ver a unas monjas entre el tráfico a bordo de un scooter con faldas y velos ondeando, dijo que esas monjas eran un peligro para ellas mismas y para los demás.

de Yvonne Dohna Schlobitten