· Ciudad del Vaticano ·

Cercanía del Papa al pueblo de Perú

La pandemia hace crecer sufrimientos e injusticias

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03 octubre 2020

Un fuerte aliento al pueblo de Perú, golpeado duramente por la pandemia que está agravando también las injusticias sociales: ha elegido palabras de compartir y de esperanza el Papa Francisco para el mensaje enviado el jueves 1 de octubre a monseñor Carlos Gustavo Castillo Mattasoglio, arzobispo de Lima.

«Al inicio del “mes morado, en el primer sábado de octubre, día de la tradicional procesión con la imagen del Señor de los Milagros  — ha escrito el Pontífice — me dirijo a ti, conectado virtualmente con los hermanos Obispos de Callao, Chosica, Lurín y Carabayllo, junto al santo Pueblo fiel de Dios, para elevar sus oraciones al Crucificado, implorando su misericordia y el cese de la pandemia que aflige también a esa querida tierra».

«En la ciudad de Lima, como en todos los demás rincones del Perú, el mes de octubre está marcado por la especial veneración al Señor de los Milagros» ha recordado Francisco, subrayando: «Jesús crucificado, fijo e inmóvil en la cruz, no por la fuerza de los clavos sino por su amor infinito, es la prueba más linda del amor de Dios hacia el amado pueblo peruano. Se muestra como el “Emmanuel”, Dios-con-nosotros que, silencioso, sale al encuentro de su gente para darle vida y consuelo, y abarcarlo en el abrazo inmutable de su misericordia y perdón».

«Durante 332 años el Pueblo de Dios, unido a sus pastores, ha acompañado al Crucificado, con devoción y esperanza, en el largo cortejo por las vías de la capital», ha hecho presente el Papa.

«Este año la procesión no podrá salir por las calles, pero esto — ha insistido Francisco — no impide que el Señor realice el milagro de llegar a los millares de corazones bien dispuestos que con fe sencilla reconocen que Dios hecho hombre continúa recorriendo junto con sus hermanos y hermanas el camino doloroso de cada época, y sigue compartiendo la incertidumbre y el sufrimiento de todos, especialmente de los más pobres, excluidos y descartados».

«Me conmueve pensar — ha confiado el Pontífice — en las duras pruebas que tantos hermanos y hermanas nuestros deben enfrentar a causa del virus, que no solo afecta a la salud, sino también a sus vidas, aumentando las injusticias, los sufrimientos, las incomprensiones que golpean su dignidad personal, sin distinción de pertenencia religiosa. Ante la consternación y la sensación de impotencia que golpea a todos, sin acepción de personas, me gustaría animarlos a mirar una vez más al Señor, Él no nos abandona; nos llama y nos abraza con un amor infinito que nos cura, nos conforta y nos salva».

En conclusión, el Papa Francisco ha asegurado su «oración y cercanía espiritual y  — ha escrito — mientras los confío a la misericordia del Señor de los Milagros y al cuidado maternal de la Virgen de los Dolores, les imparto la bendición apostólica como signo de abundantes gracias divinas.Y, por favor, les pido que no se olviden de rezar por mí».