Pablo VI
« Al enviar nuestro saludo a África no podemos por menos que traer a la mente sus antiguas glorias cristianas. Pensemos en las Iglesias cristianas de África, cuyo origen se remonta a los tiempos apostólicos y está ligado, según la tradición, al nombre y predicación del evangelista Marcos. Pensemos en la pléyade innumerable de santos, mártires, confesores y vírgenes que pertenecen a ellas. En realidad, desde el siglo II al siglo IV la vida cristiana en las regiones septentrionales de África fue intensísima y estaba a la vanguardia, tanto en el estudio teológico cuanto en la expresión literaria.
Nos vienen a la memoria los nombres de los grandes doctores y escritores como Orígenes, Atanasio o Cirilo, lumbreras de la escuela alejandrina; y desde la otra orilla del lado mediterráneo africano, Tertuliano, San Cipriano, y sobre todo, San Agustín, una de las luces más fulgentes de la cristiandad. Recordemos a los grandes santos del desierto como Pablo, Antonio, Pacomio, primeros fundadores de la vida monacal, difundida después siguiendo su ejemplo en Oriente y Occidente.
Estos luminosos ejemplos, como también las figuras de los santos Papas Africanos Víctor, Melquiades y Gelasio, pertenecen al patrimonio común de la Iglesia. Los escritos de los autores cristianos de África son todavía hoy fundamentales para profundizar, a la luz de la Palabra de Dios, en la historia de la salvación.
Africæ terrarum, n. 3 (1967)
Juan Pablo II
«La La Iglesia en África debe prever la elaboración de su propio Martirologio, añadiendo a las magníficas figuras de los primeros siglos [...] los mártires y santos de los últimos tiempos».
Sínodo de los obispos para África, (1994)
« Durante estos primeros siglos de la Iglesia en África, algunas mujeres dieron también testimonio de Cristo. Entre ellas se debe mencionar particularmente a las santas Felicidad y Perpetua, a santa Mónica y a santa Tecla».
Ecclesia in Africa, n. 31 (1995)
« La serie de santos que África da a la Iglesia, serie que es su mayor título de honor, continúa creciendo. Cómo no mencionar, entre los más recientes, a Clementina Anwarite, virgen y mártir de Zaire, que beatifiqué en tierra africana en 1985, a Victoria Rasoamanarivo, de Madagascar, y a Josefina Bakhita, de Sudán, beatificadas también durante mi pontificado. Y cómo no recordar al beato Isidoro Bakanja, mártir de Zaire» (Ibidem, n. 34)
Benedicto XVI
«Animo a los pastores de las iglesias particulares a identificar aquellos siervos africanos del Evangelio que pueden ser canonizados según las normas de la Iglesia, no solo para aumentar el número de los santos africanos, sino también para tener nuevos intercesores en el cielo, con el fin de que acompañen a la Iglesia en su peregrinación terrena e intercedan ante Dios por el continente africano. Encomiendo a Nuestra Señora de África y a los santos de este continente tan amado la Iglesia que peregrina en él».
Africæ Munus, n. 114 (2011)