Hermanas, hermandad, hermanamiento. Indican unión, comunión, reciprocidad entre mujeres. El último término es un concepto relativamente reciente, hay quienes lo asocian con tonos críticos a prácticas feministas que no comparten. Esperamos que estimule la reflexión y contenga alguna chispa de profecía en el intento de “Mujeres Iglesia Mundo” de leer los temas que afectan la Iglesia y al mundo con los ojos y la perspectiva de las mujeres. Lo que muchas veces falta en el pensar la Iglesia y en el pensar de la Iglesia.
La reciprocidad encerrada en el término hermanamiento recuerda cuestiones centrales de la eclesiología posconciliar. La Lumen gentium reaviva la imagen de la Iglesia como Pueblo de Dios, en la que todos los cristianos comparten la misma dignidad en cuanto bautizados. Cada uno participa de la vida y misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. No hay categorías de cristianos, sino ministerios diferentes con la misma dignidad. En consecuencia, la Iglesia está llamada a vivir la sinodalidad, entendida como un caminar de todos juntos. La Iglesia sinodal es participativa y corresponsable (Comisión Teológica Internacional, La sinodalidad en la vida y misión de la Iglesia, 67). La autoridad de los obispos debe favorecer y ratificar esta participación.
Reciprocidad, gratuidad, colaboración, que son fundamentos del concepto de hermanamiento, son también ingredientes fundamentales de la sinodalidad. Y, por tanto, la particular sensibilidad relacional de las mujeres podría favorecer la sinodalidad como dimensión constitutiva de la Iglesia. Las mujeres han demostrado la capacidad de promover la participación de todos en procesos que afectan a todos. Si su presencia en los lugares donde se toman las decisiones puede beneficiar a un impulso misionero que involucra a todo el Pueblo de Dios, la pregunta es si estamos abiertos a este tipo de conversión misionera de las estructuras eclesiales (Evangelii gaudium, 27 - 31). Desde un punto de vista psicológico, las relaciones de reciprocidad y colaboración hacen que las personas sean capaces de ejercer correctamente la autoridad. Cuando uno no sabe cómo ser hermano o hermana ni establecer relaciones de colaboración recíproca, difícilmente puede ser autoridad sin abusos. El estímulo del hermanamiento puede ayudar a purificar los abusos de poder que ocurren en la Iglesia hoy. Pero, ¿estamos dispuestos a acoger este estímulo? Es útil reflexionar sobre esta cuestión y las que siguen, incluso en su carga provocadora. No se es hermanas solo entre mujeres, se es hermanas también de hombres.
La nueva encíclica del Papa Francisco se titula “Fratelli tutti”.
Marta Rodríguez